Presentación del libro de Carlos Hernández Bento "Ataques británicos a las Islas Canarias en el siglo XVIII"

 
Por Emilio Abad Ripoll (Cabildo de La Gomera, 19 de diciembre de 2016)
 
 
          Señor Vicepresidente del Cabildo de La Gomera, señoras y señores: 
 
          Es muy común que cuando un conferenciante, o un presentador de una obra, como es mi caso esta tarde, comience sus palabras, exprese su satisfacción por encontrarse en tal o cual centro y, si no es de o no reside allí, por tener la ocasión de visitar aquella localidad. Y eso es lo que empiezo haciendo yo esta tarde, agradeciendo a Carlos Hernández Bento que me eligiera para ser presentador de su último trabajo y, a la vez, darme la oportunidad de volver a visitar La Gomera.
 
          Y puede que en el caso de aquel imaginario conferenciante o presentador sus palabras sean sinceras, o tan sólo quiera con ellas halagar los oídos de los escuchantes y predisponerles a su favor. Pero les aseguro que en mi caso son absolutamente sinceras y expresan lo que hoy siento muy dentro, por lo que les voy a explicar brevemente a continuación.
 
          Por si no lo saben, les diré que no soy canario de nacimiento, sino que los avatares de mi vida militar hicieron que con mi familia recalase por estos roques ha hecho tan solo hace unos días, 37 años. Y luego nos hemos hecho canarios de corazón. Mi lugar de residencia estaba, y está, en Santa Cruz de Tenerife, pero por motivos profesionales me moví mucho por las demás islas durante bastantes años, hasta mi pase a retirado. Y de uno de esos viajes guardo el más profundo, doloroso, y a la vez orgulloso, recuerdo. Aquel 11 de septiembre de 1984, de tan nefasto recuerdo para La Gomera, el entonces comandante Abad al frente de unos 200 hombres (Equipos de Mando y Control de la Compañía de Cuartel General de la Jefatura de Tropas, la Compañía de Zapadores del Regimiento de Ingenieros al completo, con su maquinaria pesada, y Equipos de Radio y Telefonía de la Compañía de Transmisiones, también del Regimiento de Ingenieros) llegábamos en el ferry  cuando caía la noche. Aún recuerdo la congoja que sentía al ver desde el mar como ardía la parte alta de La Gomera. Aquí se puso también a mis órdenes la Compañía de Infantería de guarnición en esta isla (otros casi 250 hombres). Tras recibir instrucciones del Delegado del Gobierno, don Eligio Hernández, a las 4 de la madrugada del 12 salíamos hacia las cumbres a colaborar en la extinción del incendio. Allí, codo a codo con la Guardia Civil, ICONA, la Cruz Roja, Protección Civil y equipos de voluntarios, trabajamos con el pueblo gomero y sentimos con él la pérdida de una veintena de vidas humanas. Y allí estuvimos hasta que el fuego se extinguió. Recuerdo muchas cosas de aquellos días, que no es el momento de relatar, pero que me marcaron profundamente. Por eso para mí volver a La Gomera supone un algo muy especial.
 
          Pero bueno, nos hemos puesto un poco serios en una tarde que debe ser de gozo y de alegría, porque no sé cuantos de ustedes habrán alguna vez publicado un libro, pero si lo han hecho, coincidirán conmigo que es lo más parecido a tener un hijo. En un principio uno, o una, se siente feliz por haber concebido algo, un ser humano o una idea fecunda; luego vienen los largos meses de embarazo en que aquel embrión o aquella idea “van tomando cuerpo”; y por fin el parto, esfuerzos y dolores, en un caso por la limitaciones de la naturaleza humana y en otro por los problemas con editores, impresores, etc.; pero cuando ya está aquí la criatura y uno tiene el bebé en brazos o el libro en las manos, ambos “oliendo a nuevo”, todo lo pasado se olvida para vivir unos momentos de absoluta felicidad.
 
          Y siguiendo con el símil, en el caso del bebé necesitaremos un padrino, y en del libro un presentador en sociedad. Carlos me ha elegido a mí, craso error, pues ambos tenemos más de uno y más de dos amigos que hubieran sido mucho mejores padrinos, Peor para él, aunque de todas maneras tengo que repetirle mi agradecimiento por su confianza en un servidor.
 
          No es el primer libro de un amigo que presento, y por ello, una vez más, me encuentro ante una disyuntiva importante. Como ya he dicho en algunas de esas otras ocasiones, en tal circunstancia no puedo evitar que me vengan a la mente unos versos de la tragicomedia La venganza de don Mendo, de don Pedro Muñoz Seca.
 
          Esos versos a los que me refiero constituyen la parte principal de la explicación que don Mendo, un galán castellano bastante simplón, ofrece a su amada doña Magdalena para justificar que llegó tarde a la cita que tenía con la dama porque, como casi siempre nos suele pasar a los hombres en esos casos, “lo liaron” unos amigos para tomarse unos vasos de un “malvado Cariñena” y jugar a las siete y media. A Magdalena, ni mucho menos tan inocente como cree Mendo, le resulta extraña esa hora para ponerse a jugar, pero él, condescendiente, le aclara que se trata del nombre que recibe un juego de cartas. 
 
          Más de uno de ustedes se estará preguntando cuál será la relación del juego de las siete y media con lo que nos ha reunido aquí esta tarde; pues bien, paso a aclararlo de una forma sencilla, cambiando únicamente unas pocas palabras en los citados diez versos. Así, yo considero que esto de la presentación del libro de un amigo, y como he dicho en la presentación de algún otro…
 
          “… es un encargo muy vil  //  que no hay que preparar a ciegas  //  pues presentas cien veces, mil  //  y de las mil ves, febril  //  que o te pasas o no llegas.
 
          Y el no llegar da dolor  //  pues indica que mal tasas  //  y eres del autor, deudor  //  Más, ¡ay de ti si te pasas!  //  ¡Si te pasas es peor!”
 
          Y es absolutamente verdad. Si con mis palabras no soy capaz de dejar bien claro lo que Carlos Hernández Bento y su última obra se merecen, es decir si me quedo “corto”, “si no llego”, tendría que pedirle perdón por mi ineptitud y quedaría de él deudor… Pero si, pese a que yo crea de corazón que digo lo que ambos -libro y autor- se merecen, alguien piensa que me estoy excediendo en el elogio y que mis palabras vienen dictadas tan sólo por nuestra amistad, es decir que “me estoy pasando”… el resultado sería mucho peor. Espero y deseo saber plantarme en el momento oportuno.
 
          Unas brevísimas palabras sobre el autor, pues muchos de ustedes lo han conocido desde niño, y sin embargo yo no hace aún dos años que empecé a tratarle, precisamente por un amigo común recientemente fallecido, don Luis Cola Benítez, a quien cariñosamente Carlos dedica un sentido recuerdo en esta obra.
 
          Es natural de San Sebastián de La Gomera y estudió Historia del Arte y Derecho en la Universidad de La Laguna.  Tiene múltiples cursos de posgrado universitario entre los que destacan el de Experto en Heráldica, Genealogía y Nobiliaria (UNED), cuyo trabajo de investigación -"Los Echeverría en La Gomera: Retrato genealógico y heráldico"-, fue valorado como el mejor del curso mediante comunicado del consejo de redacción de la revista Hidalguía de Madrid y publicado en la misma (nº. 361, 2013); y el de Master en Derecho Nobiliario y Premial, Heráldica y Genealogía (UNED), cuya tesina -"Genealogía y Heráldica de La Gomera"- fue acreditada con la “máxima cualificación”.
 
          Ha publicado diversos artículos sobre archivística en distintos medios de la provincia y es técnico en esta materia desde hace más de diez años. Comenzó su andadura profesional en el Archivo Histórico Diocesano de Tenerife; posteriormente, trabajó como Responsable del Archivo de la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación Territorial del Gobierno de Canarias y, a día de hoy, es Jefe del Archivo Municipal de Santa Cruz de Tenerife, centro que custodia documentación producida entre el año 1608 y la actualidad.
 
          En 2013 publicó el que hasta el momento era su único libro: 1743. LA ROYAL NAVY EN CANARIAS. La derrota de Charles Windham en La Gomera y otras acciones en el Archipiélago
¡Ah! Y está felizmente casado con Auri.
 
          Y vayamos, ya es hora, con la obra. Y lo primero es decir que el libro, de 241 páginas, está editado -y bien editado, con magnífico papel y un tipo de letra que facilita la lectura- por Le Canarien Ediciones y sufragado por el Cabildo de La Gomera.
 
          Allá por los años 80 cayó en mis manos un libro escrito por un célebre tratadista militar británico, sir Basil Lidell Hart, titulado El otro lado de la colina y en el que relataba que una vez el famoso general inglés Wellington estaba realizando un largo viaje por carretera acompañado de un amigo, y que éste se sorprendió al constatar que Lord Wellington adivinaba casi siempre la configuración del terreno que se encontraba más allá de las colinas que se iban presentando como horizonte próximo en su recorrido. Al comentarlo con el militar, éste le contestó que “No es de extrañar. Me he pasado la vida intentando averiguar lo que había al otro lado de la colina.”
 
          Carlos Hernández Bento es un estudioso de la historia de Canarias y por ello en su momento trabajó e investigó sobre las fuentes locales, sobre las versiones propias, desde nuestro bando, de tantos ataques piráticos, de corsarios o de escuadras por parte de berberiscos, portugueses, franceses, ingleses y holandeses que se habían sucedido por estos mares y tierras desde que Canarias entró en la Historia. Hasta que llegó un momento en que empezó a indagar, como hacía Wellington, lo que había “al otro lado de la colina”, es decir tratar de conocer lo que pensaban quienes, desde más allá de de esa línea donde se juntan el mar y el cielo, desde más allá del horizonte próximo de las islas, donde no podía llegar la vista de los atalayeros, se acercaba a ellas con aviesas intenciones.
 
          Y ciñéndose concretamente al siglo XVIII decidió estudiar en profundidad cuatro ataques: el de Jennings en 1706 contra Santa Cruz de Tenerife; los de los corsarios americanos al servicio de Inglaterra Willes y Davidson, en 1740, contra Fuerteventura (lo que, dicho sea de paso, le llevó a desvelar un error histórico en la primera de esas intentonas); el de Charles Windham, de 1743, contra San Sebastián de la Gomera y, finalmente, el más conocido de todos, el de Nelson contra Santa Cruz de Tenerife en 1797. 
 
          Contra lo que alguien pueda pensar, no es este libro uno más que añadir a la que, afortunadamente, ya empieza a ser larga lista de los dedicados a los ataques navales contra el Archipiélago (entre los que destaca la monumental obra Canarias y el Atlántico, de don Antonio Rumeu de Armas). Este exhaustivo trabajo que hoy ve la luz se basa en lo que pensaron, decidieron, ejecutaron y posteriormente evaluaron aquellos que estaban “al otro lado de la colina”, nuestros enemigos, pues el autor utiliza fundamentalmente fuentes inglesas, muchas de ellas inéditas hasta ahora.
 
          Del afán investigador y del concienzudo esfuerzo realizado por Carlos Hernández Bento para su confección nos da idea el comprobar que lo que ha resumido en esta obra procede de 26 libros, más de 30 fuentes hemerográficas y una decena de páginas web, que, además, como es lógico, están escitas o manuscritas en inglés, lo que obliga a un continuado y extenuante trabajo intelectual de transcripción, interpretación y traducción.
 
          Resulta realmente interesante, y a veces fascinante, leer las anotaciones escritas por los mismos protagonistas de los hechos en los Captain’s Logs y en los Master’s Logs (que podríamos considerar en español los Diarios de a bordo y los Cuadernos de bitácora). En esos documentos se recogían todas las vicisitudes, ordinarias y extraordinarias que tenían lugar durante el desarrollo de la misión encomendada, con la precisión, concreción y concisión de los escritos militares. Se puede asegurar, por tanto, que no existen fuentes más fidedignas que esas, ni datos más precisos para saber lo que pasó “al otro lado de la colina”. Y al final del libro, en un apéndice, podemos leerlas como un regalo más que nos brinda Carlos, quien por cierto nos añade otro capítulo para contarnos la vida de los principales protagonistas, sus biografías y, lo que para mí resultó muy novedoso, también la de de los barcos que intervinieron en las acciones.
 
          Otro aspecto que personalmente me complace mucho, y que, por desgracia, más de una vez echo de menos en libros de temática similar al de éste, es que Carlos, antes de entrar de lleno en el hecho que va a estudiar en detalle, nos exponga lo que los militares, cuando planeamos un ejercicio táctico, llamamos “Antecedentes”. Es decir, que Carlos nos explica cuál era la situación histórica del momento y las razones que llevaban a que los británicos emprendieran tal o cual acción contra las Canarias. Ya lo verán en el libro y comprobarán como encaja la acción táctica concreta en el escenario estratégico, en la idea de política exterior del Reino Unido. Y si a todo eso unimos las prolijas explicaciones sobre el material, el armamento, tanto ligero como pesado y las graduaciones en el personal de la Royal Navy, podemos concluir que a la obra no le falta nada para que el lector, sea cual sea el aspecto que considere más interesante, encuentre un grato esparcimiento en el libro.
 
         Y por fin, sólo quiero destacar la atracción que, aunque no eran el objetivo principal de su trabajo, ejercen sobre Carlos, como sobre aquellos otros que hemos entrado en el tema con mayor o menor profundidad, las Milicias Canarias, aquellas Unidades compuestas por aldeanos, carpinteros, herreros, en fin, por todos los hombres de entre 14 y 60 años que acudían a la llamada de las campanas de las iglesias y ermitas, o de los cañonazos de los pequeños fuertes defensivos, armados con lo que tenían a mano -una azada, un martillo, un hacha…-, pues no había mosquetes para todos, a defender su patria,  su familia, su terruño contra quien quisiera hollarlo.
 
          Fueron aquellos hombres los que se opusieron a Windham aquí, a Willes y Davidson en Fuerteventura, a Jennings. Blake y Nelson en Tenerife, a Van der Does en Gran Canaria, a Drake en La Palma, a los piratas berberiscos en Lanzarote, etc. y aunque no guarde una estrecha relación con este libro, he de repetir lo que he dicho ya muchas veces en nombre de la Tertulia Amigos del 25 de Julio, a la que pertenecemos Carlos y yo. Es una verdadera vergüenza que este pueblo canario, tan amante de sus tradiciones y de su pasado, no tenga el menor recuerdo en ninguna de sus islas a sus antepasados, a quienes durante más de tres siglos defendieron estos siete roques contra las apetencias de piratas, corsarios y flotas de diversas nacionalidades. Tan sólo un pequeño callejón en el centro de Santa Cruz de Tenerife se llama de las “Milicias de Garachico”… pero nada más. La Tertulia ha propuesto que se les dedique un recuerdo ya en numerosas ocasiones, pero somos la voz que clama en el desierto… el desierto de la indiferencia y la ingratitud. Aprovechando que están presentes algunas autoridades de esta isla me atrevo a proponer que ¿por qué no es La Gomera la primera en hacerlo?
 
          Y voy a terminar tras esta digresión, reiterando que considero un gran acierto la forma, en gran parte inédita, con que el autor enfoca uno de los azotes que estas islas y sus habitantes sufrieron durante tantos años. El dar a conocer lo que sentían y pensaban los que estaban “al otro lado de la colina” es de una importancia primordial para quienes quieran bucear en la mar de los episodios bélicos que han salpicado la Historia de Canarias.
 
          Ya no me queda más que dar las gracias a Carlos Hernández Bento por su esfuerzo, felicitarle por la aportación a nuestra Historia, la de Canarias y la de España, y emplazarle, pues su valía intelectual y su juventud se lo permiten, a que siga obsequiándonos con obras semejantes  a la que a partir de esta noche podrán ustedes tener en sus manos.
 
          Y a todos, muchas gracias por su asistencia y su atención.
 
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