La estancia en Tenerife del aviador cántabro Eloy Fernández Navamuel
Por Miguel Ángel Noriega Agüero (Publicado en El Día / La Prensa el 12 de noviembre de 2016).
Sus vuelos, gestiones y formación de nuevos pilotos, claves en el impulso del Aeródromo de Los Rodeos y la aeronáutica en Canarias
Agradecimientos: Maxi Agüero Pruneda, Miguel A. Noriega Ingelmo y Jesús Gutiérrez Llano
Permítanme que hable de mí al comienzo de este artículo, dedicado, como bien nos señala el título, a otra persona que como veremos me supera en méritos y atractivo. Para un cántabro como yo, torrelaveguense, para más señas, hablar de un paisano es siempre motivo de satisfacción y orgullo, pero más aún lo es cuando éste tiene una vida tan intensa e interesante. Es por ello que dedico este artículo a alguien que dejó atrás su tierruca y permaneció durante un tiempo de su vida en Tenerife como un isleño más, sintiéndose querido y respetado. Y es que fueron sólo veinticuatro meses los que estuvo en Tenerife. Apenas dos años en los que pisó nuestra isla pero, sobre todo, voló nuestro cielo. A mediados de los 30 del pasado siglo recaló por estos lares el aviador cántabro Eloy Fernández Navamuel, figura clave en el impulso y desarrollo de lo que hoy es el moderno Aeropuerto de Los Rodeos y que en esos años luchaba por ser un aeródromo digno y pieza fundamental de las comunicaciones y el transporte de Tenerife. Navamuel pese, como ya hemos visto, a su corta estancia en la isla, merece ser recordado, ligando su figura al desarrollo de la aeronáutica en Canarias.
Eloy Fernández Navamuel
Eloy Fernández Navamuel llega al mundo en pleno centro de Torrelavega, el día de San Valentín de 1899. Él y sus cinco hermanos (Antonio, Valentín, Matías, Julia y José) son fruto de la unión matrimonial de Matías Fernández y Modesta Navamuel, oriundos de Bárcena de Pie de Concha, pero que residían en esta ciudad a la ribera del Besaya en donde regentaban un negocio de librería y papelería (1). De niño fue un estudiante talentoso para el dibujo y otras materias. Durante la adolescencia su actividad y viveza no cesa. A punto de cumplir 18 años recibe una condecoración como recompensa a diversas labores altruistas y unos meses más tarde marcha a París regresando de nuevo a Torrelavega hablando fluidamente francés y “acompañado” de una moderna motocicleta. Una vez de nuevo en su tierra escribe una obra de teatro costumbrista, Flor de la Aldea, estrenada en el Teatro Principal de su ciudad.
Arranca la década de los veinte y la vida de Eloy toma un nuevo rumbo que le marcará para el resto de su vida. En 1921 ingresa como voluntario en el Ejército, siendo destinado al Regimiento de Lanceros del Rey en Burgos, como Suboficial. Pero su sueño era volar y decide ingresar en el arma de aviación, obteniendo el título de piloto en febrero del año siguiente. Tras un breve paso por el aeródromo sevillano de Tablada, pasa a la campaña de Marruecos. Los años que combatió en África le sirven para llegar a ser el aviador más laureado del país en ese momento, llegando a recibir siete cruces al mérito militar, treinta condecoraciones y la Medalla de Sufrimientos por la Patria, debido a un accidente en junio del 26 en donde resulta herido tras tener que amerizar después de diez kilómetros de planeo. En 1928 regresa a España y es nombrado Jefe de la Escuadrilla de trimotores Junkers de Getafe y más tarde lo será de la Primera Escuadrilla de Caza Nieuport de Tablada, en Sevilla.
Eloy Fernández Navamuel y su esposa Doloresw Mateo
Al año siguiente, ascendido ya a Alférez, se instala en Madrid junto a su mujer, Dolores Mateos, e hijos (2). Residen en la calle Rodríguez San Pedro del barrio de Chamberí (3), junto a Atussa-ben-Al-lal, una niña, huérfana de padre y madre, que Navamuel recoge en el frente de Marruecos, tras un asedio (4). En 1930 emprende un apasionado proyecto de divulgación de España, su cultura y economía por varios países americanos. Junto al aviador vasco Lázaro Echevarría llega a La Habana en la primavera de 1930 y allí comenzarán un periplo de varios meses, a bordo de una avioneta estadounidense, por México, Ecuador, Bolivia, Brasil y Venezuela, entre otros estados. En Cuba, al comienzo de su viaje, le es realizada una entrevista en la prensa. En ella deja claro cuál es su objetivo con esta expedición: "A raíz de las tendenciosas campañas de la prensa extranjera, que no recataba en publicar: “No vayáis a España, porque os robarán”. Esta afirmación me indignó, y entonces pensé hacer algo para contrarrestar los efectos de tan perniciosa campaña". Como curiosidad cabe decir que Navamuel fue el primer militar español en llegar al campamento Monteagudo de Santa Clara, desde 1898 (5).
Ya de nuevo en España y recién comenzada la Segunda República, obtiene el título de piloto aviador de 1ª categoría. A finales del 32 y comienzos del año siguiente realiza varios viajes de avistamiento y localización de prisioneros españoles retenidos varios años antes en el Sáhara francés. Realizaba estos trabajos habiéndose acogido a la llamada "Ley Azaña", gracias a la cual pasaba a la reserva conservando, eso sí, la paga militar.
Y finalmente llegaría el mes de mayo de 1934, momento en el cual el entonces Teniente Fdez. Navamuel llega a Tenerife. Tras presentarse en la Comandancia Militar de la plaza, en los pocos días que permanece en la isla tiene tiempo de visitar el aeródromo de Los Rodeos y conocer la organización y estructura del Aero Club Tenerife. En ese momento era Jefe de Vuelos del Aeropuerto de Madrid y su propósito pasaba por averiguar de primera mano todo lo relacionado con la aviación en Tenerife (6). Regresó a la península el 18 de ese mes y hasta comienzos del año siguiente no volvería de nuevo al archipiélago.
Así, en enero del 35 realiza otro fugaz viaje a Tenerife, gracias a un permiso. Y al mes siguiente otro más, esta vez dispuesto a quedarse en la isla durante más tiempo y echar a andar en ella sus trabajos aeronáuticos ligados al aeródromo de Los Rodeos. El 20 de febrero llega, procedente de Cádiz, al Puerto de la Luz a bordo del buque Villa de Madrid (7). En la nave trae consigo una avioneta. Una vez en tierra telegrafía al Aero Club tinerfeño informando de su intención de aterrizar unos días más tarde en Los Rodeos. Tras varias jornadas de arreglos de unas averías en las alas y puesta a punto de la aeronave, parte de Gando tras el amanecer del lunes 25 de febrero y a las diez y media de esa mañana sobrevuela Santa Cruz de Tenerife. Después de unos minutos surcando los cielos de la isla, primero por el sur y después por la vertiente norte, aterriza finalmente en el aeródromo lagunero a las once menos diez. Navamuel y su acompañante de aeronave, el periodista de La Prensa Domingo Navarro y Navarro, fueron recibidos por el presidente del Aero Club así como por varios miembros y representantes de diversas entidades isleñas (8).
Apenas unos días después de su llegada de Tenerife, Navamuel comienza a ofrecer su aeronave y su experiencia de piloto a todo aquel que quisiera disfrutar de unos vuelos sobrevolando varias zonas de la isla. A lo largo del mes de marzo del 35 incluso varias veces sale anunciado en prensa esa posibilidad. Los socios del Aero Club tenían preferencia, pero la posibilidad de poder volar con él estaba abierta a todos, fueran estos hombres o mujeres, adultos o jóvenes (a veces la acompañaban sus hijos Eloy y Pepe, de 6 y 4 años de edad). Por ejemplo, el periódico La Gaceta de Tenerife del día 10 de marzo lo anunciaba así: “Desde las nueve de la mañana de hoy estará en el campo de Los Rodeos a disposición de las personas que quieran hacer vuelos por la isla Eloy Fernández Navamuel. Hoy tiene previsto volar sobre El Teide, La Orotava, La Laguna y Santa Cruz”. En total durante ese mes de marzo realiza 189 vuelos, surcando los cielos tinerfeños todos los días, salvo cuatro (7, 10, 19 y 23) (9). Incluso en una ocasión uno de esos días llegó a organizar un festival, patrocinado por el Aero Club, a beneficio del Asilo Victoria (10).
El mes de abril comienza con un accidente. En uno de sus varios vuelos diarios se ve obligado a tomar tierra por falta de combustible. Su aterrizaje inesperado le provoca ligeras magulladuras y varios desperfectos en la hélice de la nave (11). La avioneta en cuestión tenía un motor Cirrus de 110 caballos, con capacidad para 4 pasajeros (incluyendo al piloto) y ofrecía una permanencia máxima en vuelo (con el depósito completamente lleno) de tres horas. Eloy la guardaba en un primer momento en el hangar que Conrado Rodríguez López tenía en el aeródromo, pero el Cabildo intervino más tarde y sufragó el gasto de un nuevo depósito bajo la dirección de Ricardo González (con rampa de cemento y capacidad para dos aparatos).
Tal fue el éxito de sus vuelos y la huella que Navamuel había marcado en la vida de la isla, a pesar de llevar en ella poco más de un mes, que a comienzos de ese mes de abril le es realizada una entrevista en el diario La Prensa, a cargo del periodista José Rial. En ella se deshace en elogios hacia el aeródromo lagunero declarando que es “simplemente magnífico”. Avala, razonadamente, las ventajas del campo de Los Rodeos de la siguiente manera: “Es de tierra y de una tierra bien afelpada de esta hierba corta y fuerte, que se puede segar y convertirla en alfombra. Está admirablemente delimitado por barreras naturales perfectamente visibles de día y puede quedar señalado por una instalación de luces rojas, en cadena, con un reflector fuerte contra el viento, que se establezca el punto de aterrizaje y un faro ordinario de aviación para las grandes rutas.” Considera, eso sí, que es necesario disponer de “vallas de alambre (en su perímetro) y de un edificio para que sea sede del Club-Avión de Tenerife”. No se muerde la lengua y respecto del asunto que más alas ofrece a los detractores de este aeródromo opina que “la barra de la bruma que se forma en Los Rodeos, está, generalmente, a sesenta metros de altura sobre el campo, y por debajo de esa barra se puede volar cómodamente para aterrizar hasta un avión de diez motores”. Y es que Navamuel se enfrenta desde el primer momento que puso el pie en la isla a la “resistencia pasiva” y el afán de descrédito que se lanza desde la Dirección General de la Aeronáutica (12) hacia Los Rodeos. Llega a defender al aeródromo tinerfeño, al que lo define como “el hito hacia América”. En la conversación con el periodista, éste pone sobre la mesa la posibilidad de poder utilizar como aeródromo el Llano de Maja, enclave situado entre Izaña y El Portillo. El piloto opina que tiene un defecto, la altitud (está a más de 2.200 metros sobre el nivel del mar), en donde el aire es “más delgado” lo que hace que el aparato necesite mayor espacio para despegar y tomar tierra. Sí lo ve útil para fines turísticos y estratégicos, teniendo en cuenta, eso sí, la enorme distancia por carretera que lo separaría de Santa Cruz. Navamuel considera más práctico y estratégicamente más importante disponer de estaciones de hidroaviones en Santa Cruz y Los Cristianos.
Al siguiente mes, mayo de 1935, realiza un vuelo a La Palma, acompañado del periodista Antonio de las Casas Casaseca. Sobrevoló la capital de la isla, tomando varias fotografías y llegando a lanzar una saca de correo sobre La Explanada (13). Y mientras tanto, continúa con sus vuelos y exhibiciones en Los Rodeos. Llegaban a organizarse excursiones de escolares para disfrutar de las piruetas, despegues y aterrizajes que el piloto cántabro realizaba casi a diario (14). Y es que Eloy Fernández participaba intensamente en la vida social de la isla. Tal es así que llegaba a realizar los saques de honor de partidos de fútbol lanzando la pelota desde su avioneta, lo cual era todo un atractivo para los asistentes a esos encuentros (15). La prensa insular se desvive en elogios al heroico piloto. “Un día y otro día cruza el aparato sobre la ciudad. Diez, veinte veces, a cualquier hora, se eleva y aterriza en Los Rodeos. Y ni una sola vez la niebla le ha impedido volar. Es preciso que esto se sepa donde debe saberse. Y es necesario, imprescindible, que lo sepamos agradecer y demostrar a Navamuel, que tanto, queriendo o sin querer, está haciendo por nosotros, nuestra simpatía y nuestra gratitud”. Son palabras del periodista Juan de la Isla que llega a publicar en el diario Hoy del 17 de mayo. Pero hubo más halagos. Los que dejaban claro lo hondo que había calado el buen hacer de Navamuel en defensa de Los Rodeos y la aeronáutica en la isla.
El 14 de junio regresa a la península. Zarpó rumbo a Cádiz en el Villa de Madrid de la compañía Transmediterránea, con idea de llegar a la capital. Allí estuvo varios días gestionando la creación de la “Escuela de Pilotos Aviadores de Tenerife”. En julio vuelve de nuevo (el día 17) trayendo consigo una nueva avioneta, con la cual comenzaría más tarde sus clases de pilotaje. Esta formación estaba incluida dentro de las actividades que desarrollaba el “Aero Club Popular Tenerife”, entidad fundada por él y de la que era presidente Heliodoro Rodríguez López (16).
Llanos de Roja
Pero ese verano del año 35 seguía deparando novedades. El 12 de agosto a las diez y veinticinco de la mañana Navamuel despega de Los Rodeos acompañado de su mecánico. Ponen rumbo al sur de la isla y veinte minutos después toman tierra en el aeródromo de Llanos de Roja, entre La Tejita y El Médano. Se inauguraba así el segundo campo de aviación de Tenerife a iniciativa de Martín Rodríguez Díaz-Llanos, y que serviría para evitar desvíos a Gando en el caso de que la niebla en Los Rodeos no permita los aterrizajes. Recibieron a la avioneta el Alcalde de Granadilla, Manuel Batista Rojas, y otras autoridades, junto a numerosos habitantes de la zona. Por la tarde, Navamuel realizó un vuelo sobre el municipio, acompañado del alcalde. A continuación regresó al aeródromo lagunero, tras un vuelo de 28 minutos. Cabe decir que esta pista fue muy poco utilizada durante las dos décadas posteriores, hasta que en 1962, renombrada como “Aeródromo Tomás Zerolo” volvería a ser puesta en uso. Con la inauguración a finales de los setenta (17) del cercano Aeropuerto Reina Sofía, esta pista fue definitivamente clausurada (18).
Siguen pasando las semanas y nuestro protagonista no cesa sus labores en ningún momento. Encabeza las actividades formativas del Aero Club Popular gracias a dos aparatos “Havilland” de doble mando con los que cuenta (19). De entre los jóvenes pilotos que disfrutan de esa formación estaban Ángel Rodríguez López, Dionisio Díaz Pérez, José Cabrera Zapata y dos chicas, una de ellas Olga Navarro Cambronero, de 22 años y hermana de Alicia, Miss Europa 1935 y quien acompañaría a Navamuel el 24 de septiembre de ese año en uno de sus vuelos en Los Rodeos.
Un puñado de meses había bastado para que la sociedad tinerfeña ofreciera a este piloto, que superaba ya el millar de vuelos en la isla, el mejor de sus homenajes. El sábado 5 de octubre, a las ocho y media de la tarde, comenzaba una cena (20) en su honor en la sede del Aero Popular (21), a la que acudieron algo más de un centenar de invitados. Presidió la mesa el homenajeado y su esposa, flanqueados por el presidente del Aero Popular, Adolfo Renshaw, y el vocal, Martín Rodríguez Díaz-Llanos. Tras el refrigerio tomó la palabra Luis Álvarez Núñez, quien fue el designado por la Comisión Organizadora del acto para llevar a cabo las labores de presentación del evento y exposición de motivos del homenajeado. Resaltó la biografía de Navamuel, sus heroicos actos en África y los servicios prestados a la aviación española y especialmente en Tenerife. De entre las líneas de su discurso se pueden destacar: “La convivencia entre nosotros, como todos sabemos, es recientísima. Pero esa brevedad, y como algo milagroso le ha permitido granjearse la estimación de todo Tenerife y conquistarse innumerables simpatías. (...) El hecho de que un hombre extraño al país, forastero, supiera compenetrarse tan rápida y acertadamente con los sentimientos de Tenerife, confundiéndolos con su propia alma, puede considerarse como un caso nada común, como una coincidencia excepcional.” (22) Además, tomaron la palabra, entre otros: Fernando Barajas; José Clavijo Torres y José Butragueño, quien pronunció unos versos que el poeta Manuel Verdugo había dedicado al piloto y que decían: “¿Un banquete a Navamuel en Santa Cruz se le ofrece? ¡De sobra se lo merece! No puedo asistir a él; lo siento de corazón. ¡Volando va esta tarjeta, cual minúscula avioneta en que envío mi adhesión!” (23).
Proyecto de aeropuerto en Santa Cruz de Tenerife
Como cierre del acto tomó la palabra Navamuel agradeciendo los honores hacia su persona y mostrando su opinión acerca de la conveniencia de hacer un aeródromo en Santa Cruz. Reiteró lo publicado en el periódico La Prensa dos días antes de esa cena, en donde el piloto detalló pormenorizadamente las razones de construir un aeródromo en el sur de la capital. Barajaba dos opciones. Una, la más sólida a su entender, entre el Cuartel de San Carlos y La Hondura, encajado por la línea de costa y la vía de enlace proyectada, que hoy sería la conocida Avda. Tres de Mayo. La otra, ligeramente a mayor altitud, quedaría enmarcada entre la actual Avda. Benito Pérez Armas y el Barrio de Buenos Aires, comprendiendo en su interior un tramo del Barranco del Hierro y la hoy existente barriada de Somosierra. Pretendía Navamuel que la isla tuviera el aeródromo principal lo más cercano posible a la capital, como así lo tenían otros grandes ciudades europeas (Berlín, Dresden, Ámsterdam, etc). Apenas unos días más tarde de este artículo y la cena en cuestión, el entonces presidente del Cabildo Insular, Maximino Acea Perdomo, dejaba claro en prensa que esa administración ya había encargado proyecto para construcción de un aeródromo en El Socorro (Güímar) al conocido arquitecto Marrero Regalado. Al final, como hoy sabemos, ninguno de los proyectos se llevó a cabo.
Pero los honores hacia nuestro protagonista no cesaban. El Ayuntamiento de San Cristóbal de La Laguna acordó en Pleno del 9 de octubre dejar constancia de la satisfacción de la corporación municipal hacia los trabajos que Navamuel está llevando a cabo en pro del aeródromo de Los Rodeos. La propuesta fue llevada a la sesión por el concejal Ildefonso Rodríguez, siendo aprobada por unanimidad (24).
El mes de noviembre lo pasó en Madrid a donde viajó para obtener los permisos para poner en marcha un servicio de taxis aéreos entre las Islas Canarias y la Península. Desgraciadamente, el entonces Director General de Aeronáutica, Manuel Goded, le denegó esa licencia, el 31 de diciembre de 1935.
El nuevo año le seguiría trayendo malas noticias. A finales de enero un fuerte temporal destrozó el hangar en donde guardaba las avionetas. La fuerza del viento llegó a arrancar paredes y techo del depósito (algunas planchas llegaron al pie de la Montaña del Púlpito). Las dos avionetas del Aero Popular sufrieron algunos desperfectos, pero la de Navamuel quedó completamente destrozada. Al inicio de la llegada del temporal a la zona, el propio piloto, que vivía en una casa cerca del aeródromo, llegó a acudir al hangar, pero el fortísimo viento hizo añicos el cobertizo, obligándole a permanecer varias horas allí, sin poder regresar a su casa (25). Ante este hecho se pretende desarrollar un acto benéfico para recaudar dinero destinado a la reparación de su aeronave. La idea era escenificar una obra teatral (“Otra vez el diablo”) en el Guimerá, a cargo de la entidad “Escuela de Arte”. El evento finalmente no se llega a realizar. Incluso Navamuel llega a solicitar al Cabildo una subvención de 7.000 pesetas para reparar las avionetas destrozadas por el temporal. El piloto, como veremos, dejaría la isla esa primavera, sin ver arreglada su avioneta.
Los meses de marzo y abril del 36 tuvo dos extraordinarias visitas de colegas deseosos de conocer la isla y sus trabajos desarrollados en ella. En primer lugar llegó a Tenerife el aviador cubano Antonio Menéndez Peláez. Navamuel estuvo con él realizando excursiones por la isla y en Los Rodeos. Más tarde, recalaría el piloto alemán Federico Grohe. Traía consigo, a bordo del crucero Nuremberg, un hidroavión. Igualmente llega a conocer a Eloy Fernández y éste le muestra al campo de Los Rodeos.
Semanas más tarde, la noche del miércoles 27 de mayo, Navamuel y su familia parten hacia la península. Dejaban atrás una isla que los había acogido con cariño todos estos meses y que nunca más volverían a pisar. Quizás en la mente del piloto estaba, estoy seguro, regresar a las islas de nuevo pero, como todos sabemos, en el verano del 36 estalla la cruenta y terrible Guerra Civil.
Navamuel se ve sorprendido por la sublevación militar estando en Llanes visitando a su hermano José. Desde ese mismo momento se pone de parte del gobierno republicano, regresando a Torrelavega para dirigir el Comité de Defensa. Allí consigue aplacar el ataque que civiles armados pretendían realizar al Cuartel de la Guardia Civil, en donde el Capitán estaba acuartelado con el resto de miembros y sus familias. Poco pudo hacer días más tarde en Reinosa a donde acude a resolver una revuelta similar (después de que un Teniente de la Guardia Civil matara a tiros al alcalde de la localidad) que se salda con dieciocho guardias fallecidos.
La guerra continuaba y Navamuel acude al frente de batalla. Gracias a un bimotor C/N 54 derriba varias aeronaves enemigas combatiendo en Asturias, Cantabria, Palencia y Madrid. Tal es el mérito ganado por él en esos primeros meses de contienda que es ascendido a Capitán y más tarde, en noviembre, a Comandante Jefe, estando al frente de la 54 División del Norte. Pero el 24 de agosto de 1937 las tropas franquistas toman Torrelavega, como paso previo a la llegada a Santander. Ese día despega con su aeronave, acompañado de su hermano José, de la playa de Oyambre (26), esa que vio aterrizar años antes al “Pájaro Amarillo” (27). Tras dos horas de vuelo y ya sin combustible logran aterrizar en el aeródromo de Biscarrosse. El propósito, cruzar a Cataluña desde Francia y seguir luchando en el frente. Le es impedido el paso a España, acusado de deserción, a pesar de que había demostrado que su idea era la contraria. Ante esto se instala con su mujer e hijos cerca de Burdeos, en donde llegaría a trabajar de chófer y pescadero, hasta que tras el fin de la guerra, en 1939, pone rumbo junto a su familia a República Dominicana. Allí colaborará con la revista de aviación “Cosmopolita” y obtiene el título de Ingeniería Civil. En 1947 pasa a Venezuela, siendo Jefe de Construcción del Estado de Aragua y ejecutando obras ligadas a carreteras, viviendas e incluso una iglesia, la de Tanaguarena, por la que llega a obtener el Premio Nacional de Arquitectura (28).
Su deseo de regreso a España, a su querida Torrelavega, siempre permaneció en su mente, pero se le denegó en varias ocasiones la entrada en el país. Finalmente, en 1963 vuelve a Madrid, aquejado de un cáncer de pulmón. Un año más tarde, el 11 de marzo de 1964, fallece en la capital de España, a la edad de 65 años (29). Sus restos reposan hoy en día en el cementerio torrelaveguense de Geloria.
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NOTAS
1. Gutiérrez Flores, J. y Gudín de la Lama, E.: “Cuatro derroteros militares de la guerra civil en Cantabria”. Monte Buciero, nº11. 2005
2. El matrimonio tuvo tres hijos: José Luis, Eloy y Fernando.
3. “Heraldo de Madrid”, 1 de enero de 1929.
4. El hermano de la niña, quien pasaría a llamarse Luisa tras convertirse al cristianismo, fue recogido por el Teniente Casado.
5. "La Nación", 10 de enero de 1931
6. “La Prensa”, 15 de mayo de 1934
7. “La Prensa”, 20 de febrero de 1935
8. “La Gaceta de Tenerife”, 26 de febrero de 1935
9. “La Prensa”, 4 de abril de 1935
10. “La Prensa”, 3 de marzo de 1935
11. “La Gaceta de Tenerife”, 3 de abril de 1935
12. Entidad que meses antes emitió informe negativo para un servicio planteado por una empresa privada con idea de realizar viajes interinsulares utilizando Los Rodeos
13. “Diario de Avisos”, 27 de octubre de 2002
14. El 30 de mayo de 1935, por ejemplo, fueron al aeródromo un centenar de alumnas de las escuelas municipales de La Cuesta, junto a sus profesoras. Era el sexto grupo escolar que acudía hasta esa fecha al campo de Los Rodeos.
15. El domingo 9 de junio realizó uno de estos saques, antes del partido de fútbol entre los equipos Manchester y Furia Roja que se celebró tras la colocación de la primera piedra del Pabellón de la Plaza de San Francisco (La Laguna). Pero hubo más casos, como, por ejemplo, en los momentos previos al encuentro entre el Furia Roja y el CD Español, celebrado en el Campo Hespérides de La Laguna (partido a beneficio de los huérfanos del malogrado jugador Ángel Expósito).
16. Navamuel formaría parte de su directiva como vocal de aeronáutica, hasta el momento de su partida definitiva a la península.
17. Fue inaugurado el 6 de noviembre de 1978.
18. Los terrenos que ocupó hasta ese momento el aeródromo hoy están incluidos dentro de la Reserva Natural Especial de Montaña Roja y aún puede verse en pie la antigua torre de control.
19. Aeronaves con motores Hispano-Suiza de 8 cilindros en V, potencia de 180 caballos y una velocidad máxima de 130 km/h.
20. Servida por el Restaurant “La Peña”.
21. Situada en la plaza de la República nº1 (actual plaza de la Candelaria).
22. Fondo Eloy Fernández Navamuel, Universidad de Cantabria.
23. Fondo Eloy Fernández Navamuel, Universidad de Cantabria.
24. Fondo Eloy Fernández Navamuel, Universidad de Cantabria.
25. “La Prensa”, 24 de enero de 1935
26. Gutiérrez Flores, J. y Gudín de la Lama, E.: “Cuatro derroteros militares de la guerra civil en Cantabria”. Monte Buciero, nº11. 2005
27. Aeronave que protagonizó el primer vuelo transoceánico entre EEUU y España, en 1929, en donde iba a bordo el primer polizón conocido de la historia de la aviación.
28. Gutiérrez Llano, J. y Reyero, C.: “Eloy Fernández Navamuel, leyenda de la aviación” (“El Diario Montañés”, 28 de agosto de 2016)
29. Gutiérrez Flores, J. y Gudín de la Lama, E.: “Cuatro derroteros militares de la guerra civil en Cantabria”. Monte Buciero, nº11. 2005
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