José Murphy, munícipe (2) (Retales de la Historia - 269)
Por Luis Cola Benítez (Publicado en La Opinión el 19 de junio de 2016)
Siguiendo con la trayectoria municipal de José Murphy iniciada en el Retal anterior, en 1813 le encontramos desempeñando interinamente una actividad inédita en él, cuando al cederle el Ayuntamiento a la recién creada Diputación Provincial el uso de la sala consistorial para que pudiera celebrar sus sesiones, aparece en el acuerdo su firma como diputado y en funciones de secretario interino de la corporación.
En diciembre de 1818 el alcalde José Espinosa Cambreleng apenas ejerció un mes al resultar invalidado por la Real Audiencia, y Murphy juró el cargo de síndico personero ante este efímero alcalde. Nada más hacerlo expuso la necesidad de nombrar celadores para vigilar por barrios los incumplimientos de los vecinos que hacían obras sin licencia. La alcaldía pasó el año 1819 por varios titulares y a Cambreleng sucedió Francisco Escolar, que dimitió en febrero alegando motivos de salud, continuando Murphy como síndico personero. En mayo intervino la Audiencia y nombró presidente y regente de la Real Jurisdicción al regidor decano Enrique Casalon, lo que casi coincidió con un informe de Murphy dando cuenta de una Real Resolución que disponía el traslado a Santa Cruz del Real Consulado, solicitado desde hacía más de treinta años, lo que venía a ser “una reiteración de lo decretado por el Soberano en el año mil setecientos noventa y quatro, pero que ni se executó, ni aún se publicó”. El Ayuntamiento ofreció sus salas y dependencias, y se llevó a efecto el traslado a pesar de los obstáculos puestos por La Laguna “para impedir el Real Decreto de veinte y seis de Marzo último, por el que en observancia del de treinta de Abril de mil setecientos noventa y cuatro, se dignó mandar el Rey N. S. trasladar a este Puerto el Consulado de Provincia”, sobre lo que Murphy propuso elevar representación a S. M. También formó parte de comisiones encargadas de mejorar el Paseo de los Coches en la zona de Almeida, de estudiar la posibilidad de restablecer el Hospicio de San Carlos, hacer nuevas atarjeas de las aguas públicas, terminar el cementerio y mejorar los montes.
Murphy debió ser un personaje con carisma o, dicho de otra forma, que caía bien a sus vecinos. Así parece desprenderse de lo sucedido en 1820, cuando salieron elegidos diputados a Cortes el doctoral de la Iglesia de Canaria Graciliano Afonso y José Murphy, del que se dice que era “del Comercio de este pueblo”, y su pueblo, Santa Cruz, celebró por todo lo alto su elección montando nada menos que “dos salones” en la plaza de la Constitución, “uno para bailes y otro para el refresco”. En enero, con el alcalde Matías del Castillo, José Murphy siguió como procurador síndico y, cuando el regidor José Mª de Villa propuso pedir el exconvento de San Francisco para instalar las dependencias municipales, Murphy se adhirió a la petición.
En febrero ya estaba redactada la exposición a las Cortes pretendiendo la capitalidad de Santa Cruz, y José Murphy fue comisionado para presentarla en Madrid, con el más brillante resultado en sus gestiones. El 22 de octubre comunicaba al Ayuntamiento de Santa Cruz: “Tengo la satisfacción de comunicar a V. S. Iltma. que las Cortes Extraordinarias, en sesión de 19 del corriente, se han servido designar a esa Muy Noble, Leal e Invicta Villa, por Capital de las Islas Canarias”. Tres meses más tarde, el 27 de enero, se promulgó la Ley, que respecto a Canarias exponía: “Canarias.- Población: 215.108 almas.- Diputados: tres.- Capital: Santa Cruz de Tenerife”.
Coronada su gestión por el éxito Murphy se reincorporó a labores municipales y en abril se le encomendó, en unión de Matías del Castillo, conferenciar con el Jefe Político y presidente de la Diputación Provincial sobre la recomposición del muelle, que amenazaba ruina. Pero las dificultades no cesaban. El 12 de mayo, en el bergantín correo La Encantadora, llegó la noticia del R.D. 26/3 ordenando una nueva división de partidos, por la que Santa Cruz quedaba dependiendo de La Laguna. Se reunió el Ayuntamiento en cabildo extraordinario y se acordó recurrir, para lo que se designó Murphy como diputado cerca del Congreso, se abrió suscripción pública para los gastos, que alcanzó los 26.000 reales, y se acordó la celebración de dos sesiones diarias. Murphy aceptó la comisión, pero pidió trasladarse a la Península en barco neutral, no español, por temor a ser apresado, se le otorgaron poderes y se dijo que preparaba viaje en un bergantín americano que aceptaba hacer escala en Lisboa.
El Ayuntamiento pidió la supresión de la R. O. sobre la división de partidos, que se acordó obedecer pero no cumplir por presentar los vicios de obrepción y subrepción y no se hacía responsable de la tranquilidad pública, lo que trasladó al Jefe Superior Político por los posibles perjuicios a esta Villa. Murphy marchó de nuevo a Madrid, pero no como se había adelantado en bergantín americano, sino en uno sueco, el Gabriel Kielland, con destino a Setúbal (Portugal). La cuenta de los gastos del viaje es bien curiosa y merece que le dediquemos algún espacio en próximo Retal.
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