La primera singladura (Relatos del ayer - 1)

 
Por Jesús Villanueva Jiménez  (Publicado en la revista NT de Binter en su número de Junio de 2016).
 
 
          Hacía dos horas que el sol se había ocultado tras la imponente cordillera de Anaga. En la noche de aquel 9 de septiembre de 1862 corría una agradable brisa, que disfrutaba el joven grancanario, acodado sobre la borda del moderno vapor Almogávar, viendo alejarse las luces de Santa Cruz. El barco, consignado por Barba, Cumella y Cía., había arribado a puerto la madrugada anterior, procedente de Las Palmas. Aquel verano, cumplidos los diecinueve años -aunque con el bigotillo y la mirada de quien se pone el mundo por montera parecía mayor-, había viajado a Tenerife para examinarse de bachiller en artes en la Institución de La Laguna, título que obtuvo con buena nota, con intención de estudiar luego derecho en Madrid. Dado que la ruta que seguía aquella línea era Las Palmas - Santa Cruz - Cádiz, sus padres, Sebastián y Dolores, decidieron que al término de los exámenes partiera directamente de Tenerife, camino de la capital de España.
 
          El joven bachiller acercó su reloj de bolsillo a la lumbre de un farol. Era pronto para irse a dormir, así que decidió buscar un rincón confortable en el salón del barco y sumergirse en la lectura de la novela de la que poco le quedaba para terminar. En la confortable estancia, el capitán del buque, don José Fiol, saludaba a distinguidos pasajeros, mientras el canario, con el libro entre las manos, se acomodaba en un sillón del más tranquilo de los rincones, donde una lámpara le ofrecía suficiente luz. La portada rezaba: Honoré de Balzac, La muchacha de los ojos de oro. “Trágica historia amorosa”, escuchó decir. Alzó la mirada y halló frente a sí al capitán Fiol. 
 
          —¿Le gusta a usted Balzac, especialmente? —le preguntó el comandante del buque, un hombre de mediana edad y expresión amable.
 
          —Sí, mucho. Balzac, Cervantes y Dickens son mis escritores preferidos.
 
         Luego de las pertinentes presentaciones, el bachiller y el marino, se enfrascaron en una interesante charla literaria.  “¿No ha pensado usted en dedicarse a escribir?”, inquirió Fiol, sorprendido de la enorme afición a la lectura del joven pasajero y de su gran conocimiento sobre autores y sus obras. “Algunos cuentos, poemas y artículos ya he publicado en la prensa de Las Palmas. Aunque ahora… me espera el derecho”, contestaba el muchacho, encogiéndose de hombros. 
 
          —Recordaré su nombre, joven amigo, Benito Pérez Galdós —se despedía el comandante del Almogávar, estrechándole la mano.
 
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Fuente: RUIZ DE LA SERNA, Enrique (1973) "Prehistoria y protohistoria de Benito Pérez Galdós, contribución a una biografía". Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular. 
 
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