Era industria, Jim, pero no tal como la conocemos nosotros*

 
Por Alastair F. Robertson  (Publicado en el número 549 de Tenerife News el 22 de abril de 2016). Traducción de Emilio Abad.
 
 
 
          No hace mucho tiempo que cayó en mis manos un libro titulado Tenerife y sus pueblos o Tenerife y los treinta y un municipios de la isla, para ser exacto. Es un exhaustivo trabajo publicado en 2004, una especie de nomenclátor en tres idiomas -español, inglés y alemán- y mientras lo hojeaba parsimoniosamente tomando una taza de té (¿o era una jarra de cerveza?) algunas de sus muchas fotos despertaron mi curiosidad y empecé a esbozar la idea de escribir un artículo. 
 
          Entre los grabados de interés y atracción en cada tema destacaban once ejemplos de hornos -tres para ladrillos, dos para pan, uno para alquitrán (¿alquitrán?), otro derruido, uno para una finalidad indeterminada y dos caleras que igualmente se calificaban como hornos.
 
          También se incluían dos ejemplos de molinos de viento y cuatro de molinos de agua supervivientes. Naturalmente debieron existir muchos más hornos, caleras, molinos de agua y de viento por todas las partes de la isla. Por lo que respecta a molinos de viento lo dicho era especialmente cierto cerca de Santa Cruz, donde un mapa dibujado en 1701 muestra que los terrenos al sudoeste de la población estaban salpicados de molinos de viento.
 
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Santa Cruz en 1780, con 7 molinos en la zona donde hoy se encuentra la Estación de Autobuses
 
          "La industria en Tenerife” era el título inicial para el artículo, pero ¿podemos clasificar todos los hornos como industriales? ¿Y podemos incluir las prensas para obtener el mosto de las uvas entre las industriales?  Después de todo son máquinas que no dejan de impresionarnos con tan sólo constatar las dimensiones de los maderos con que están construidas. Por otra parte, en toda la isla se pueden encontrar viejos suelos de madera labrada, en cuya confección no intervinieron las máquinas, tan sólo el esfuerzo y el sudor humanos, pero se necesitó algún proceso para pasar de un estado a otro. Hmm… los límites de la industria comenzaban a diluirse.
 
          Pensemos en la industria británica de los tiempos más antiguos, y ¿qué es lo que nos viene a la mente? Chimeneas vomitando humos, ruido de máquinas, sirenas de fábricas, el tremendo calor de los hornos, hollín, niebla, contaminación química, etc. Se utilizaban entonces los tres combustibles fósiles que proporcionaban energía para todo: primero el carbón, que se empleaba para producir el fuego y el vapor necesarios en la primera nación industrializada del mundo (naturalmente nosotros, Gran Bretaña), y del que también se obtuvo el gas ciudad, y más tarde llegaron el petróleo y el gas natural, que asimismo se utilizaron para alimentar las estaciones de producción de energía eléctrica.
 
          Pero aquí, en las Islas Canarias, no se encuentra ninguna de esas fuentes naturales, por lo que era imposible una revolución industrial. Sin embargo, existió algún tipo de industria -a una escala muy pequeña y solapándose con los avances domésticos y agrícolas. No sé si todo se podrá calificar como industria, pero procesos mecánicos e industriales tuvieron que involucrarse en la maquinaria de los molinos y la combustión en caleras y hornos. Como quiera que los denominemos, los elementos que aquí les proporcionaron la energía fueron el viento y el agua (de hecho fuentes de energía “verdes”) y el fuego, que en un principio se alimentó con la madera de los bosques, llevando a la deforestación de la isla.
 
          La mayor parte de esta “industria” estaba dedicada a la producción de alimentos. Los molinos de viento y agua servían para machacar el grano, especialmente grano tostado, para producir gofio, la harina local, y los hornos se empleaban para secar la fruta, cocer el pan y tostar los granos. Los otros hornos, los que nosotros llamamos “kilns”, eran para fabricar tejas y ladrillos de barro para tejados y suelos, quemar las piedras calizas para obtener cal para la construcción y cal en polvo para el blanqueado de paredes. Pero me intriga el único horno que aparece en la lista dedicado a fabricar alquitrán o brea. ¿Cómo era el proceso y de donde provenía el necesario betún? ¿O simplemente se utilizaban para fundir betún importado que se empleaba en las cercanías en su estado casi líquido? 
 
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Un horno de cal en el Puerto de la Cruz
 
          Existían también estaciones elevadoras de agua que utilizaban maquinaria metálica importada (los molinos de viento y agua empleaban madera y piedra), destacando “El elevador de agua” de Gordejuela, en El Realejo Bajo, en la costa Norte, donde, por medio de un motor de vapor, se bombeaba agua desde una fuente a muy bajo nivel hasta la altura de 270 metros, a fin de regar las plantaciones de plátanos y tomates allí existentes y pertenecientes a la familia Hamilton. El citado motor de vapor fue el primero de la isla y constituyó una verdadera innovación cuando se instaló en 1903. Hubo también una estación de bombeo más pequeña en la Punta del Hidalgo, asimismo en la costa Norte. Las ruinas de ambos edificios se pueden contemplar aún, resultando espectaculares los restos del de Gordejuela.
 
          Llegados a este punto se hace evidente mi carencia de conocimientos de temas locales. Creo que todos los hornos y caleras, con su quema de árboles, contribuyeron en gran manera a la deforestación de la isla, lo que junto a una creciente población y sus necesidades de agua debieron llevar al secado de la tierra. En otras palabras, se tuvo que producir una impactante disminución en el suministro de dos importantes fuentes de energía, y por tanto de potencia mecánica. Pero los modernos métodos de producción industrial acudieron al rescate y trajeron consigo un cambio en la escala de las operaciones. En el siglo XIX el carbón llegaba por barco, especialmente de Gales. Aquel carbón y luego el petróleo, también importado, posibilitaron la producción de energía eléctrica, lo que llevó a dejar de emplear los antiguos métodos, como sucedió en Inglaterra y en todas partes. Luego la aparición del motor de explosión interna (o infernal)** significó a su vez el abandono de los motores de vapor. Ahora todo se podía producir en mayores cantidades, más fácilmente y con mayor rapidez, de modo que Tenerife y el resto de las Islas Canarias abandonaron los viejos sistemas y entraron en la modernidad. Los hornos y los molinos de viento desaparecieron y los molinos de agua se fueron derrumbando, aunque unos pocos hayan sobrevivido y se conserven como atracciones históricas. Écheles una ojeada en sus excursiones.
 
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Agradecimiento
 
El mapa de 1780 se encuentra recogido en Santa Cruz de Tenerife a través de la Cartografía (1588-1899), obra de don Juan Tous Meliá, publicada en 1994.
 
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NOTAS
 
          *Los más antiguos seguidores de Star Trek sabrán a lo que me refiero al recordar cuando Spock dijo a Kirk, “Es vida Jim, pero no tal como nosotros la conocemos”. (Nota del autor)
 
         ** En el original en inglés el autor hace un pequeño juego de palabras con la similitud entre “internal” (al referirse al motor) e “infernal”. (Nota del traductor)
 
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