San Sebastián y el mal de puntada (Retales de la Historia - 263)

 
Por Luis Cola Benítez (Publicado en La Opinión el día 8 de mayo de 2016)
 
 
           No sabemos la fecha exacta en que se fundó la ermita de San Sebastián en las afueras de la capital tinerfeña, pero en el archivo de la iglesia matriz de Nuestra Señora de la Concepción hay testimonio de una visita pastoral de mediados del siglo XVII, en el que se señala que, lo mismo que la de San Telmo, era al menos centenaria y que ambas se sostenían y se abrían al culto gracias a la devoción y desprendimiento de los vecinos de la zona.
 
          Y, ¿quiénes eran aquellos vecinos que veneraban al soldado romano asaeteado por ser cristiano? No perdamos de vista que, tal como nos señala el plano levantado en 1588 por Leonardo Torriani, primero de Santa Cruz, las construcciones del lugar y puerto apenas rebasaban hacia el poniente la parte alta de la plaza del Castillo -actual de la Candelaria- y lo que hoy es la calle de la Cruz Verde. Por lo tanto cabe preguntarse qué había más arriba, por donde desde hace cerca de cinco centurias se encuentra la ermita de San Sebastián.
 
          Por aquella zona al sur del barranco de Santos, cuyo cauce se salvaba cerca de su desembocadura por el primitivo puente del Cabo, transcurría el que fuera único camino hacia La Laguna y al interior de la isla hasta que se construyó el puente Zurita en 1754, y la ermita original presentaba la puerta de acceso hacia el poniente, es decir hacia arriba, como dando la bienvenida al que llegaba desde La Laguna al lugar y puerto de Santa Cruz de Añazo. Aquellas eran tierras yermas en las que los vientos alisios tenían franco el paso desde la cordillera de Anaga y campaban a sus anchas en su camino hacia las tierras del Sur que recibían el nombre genérico de La Costa. Las circunstancias señaladas, las características de aquellas tierras, nos revelan con total claridad la identidad de los que por allí paraban: los pastores que cuidaban de rebaños principalmente de ganado menor, y los molineros que basaban sus industrias aprovechando los vientos reinantes. Testimonio de "Los Molinos" que ha perdurado hasta hoy en el nombre de una de las principales calles de aquel barrio.
 
          Eran por tanto principalmente molineros y pastores los que sostenían el culto de la aislada  ermita y organizaban  anualmente las fiestas de  San  Sebastián  que atraían también a vecinos de otros barrios de la población. No sabemos la razón pero en 1736, es decir, 18 años antes de que se abriera el nuevo camino a La Laguna por el puente Zurita, se cambió la puerta de acceso abriéndola hacia el Naciente, se agrandó y se hizo el retablo y la sacristía. De ello da fe el regidor Anchieta y Alarcó cuando al bajar a Santa Cruz a visitar al comandante general Francisco de Emparán en enero de dicho año anota que están poniendo las tablas de aforro a la sacristía del Señor San Sebastián.
 
          La imagen del santo titular de la ermita parece que es la tercera por haber sufrido deterioro las dos anteriores. No obstante, este venerado Señor San Sebastián es el protagonista de la que posiblemente fue la primera rogativa pública, o al menos es la primera que encontramos documentada. Según reseña existente en el Archivo Histórico de La Laguna, el 11 de febrero de 1788 se leyó en Cabildo una carta del alcalde de Santa Cruz, Domingo Pérez Perdomo, fechada el 4 anterior, por la que pedía licencia para llevar a San Sebastián desde su ermita a la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción para hacerle novenario y regresarlo después a su ermita, añadiendo, "como se ha practicado en iguales acontecimientos", lo que parece indicarnos que no era la primera vez que se hacía. La autorización es también del día 11 y en la misma se llama   a San Sebastián Patrono titular de Puntada.
 
           Lope Antonio de la Guerra se hace eco del acontecimiento diciendo que "concediose lo que se pedía, y también que se pudieran hacer rogativas en los Conventos", añadiendo, "y la enfermedad no se adelantó mucho." 
 
         La situación se repitió en 1801 con motivo de la gran epidemia de peste en la Península, pero no se recurría a la intersección del señor San Sebastián solamente ante el peligro de enfermedades. En 1828 el Ayuntamiento encabezado por José Guezala pidió al beneficiado que trajera a la parroquia al venerado Santo para hacer rogativas por la falta de lluvias, y en 1851, ante el peligro de cólera, el alcalde Esteban Mandillo ordenó a los concejales que estaban de permiso que se reincorporasen a sus puestos y por el cólera en la ciudad de Canaria se trajo de nuevo a San Sebastián a la parroquia matriz, "la que debe procurarse -se dice- que esté bien ventilada."
 
          El 10 de marzo de 1892 el Diario de Tenerife informaba: "Ya está terminada la nueva torre que, por suscripción de los vecinos, se ha construido en la ermita de San Sebastián.".
 
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