El calamar de Bouyer. Un cefalópodo gigante en aguas de Tenerife en 1861

 
Por Miguel Ángel Noriega Agüero  (Publicado en asotavento.com el 13 de agosto de 2015).
 
 
"En 1861, al nordeste de Tenerife, poco más o menos a la latitud en la que ahora nos hallamos, la tripulación del Alecton vio un monstruoso calamar. El comandante Bouyer se acercó al animal y lo atacó a golpes de arpón y a tiros de fusil, sin gran eficacia, pues balas y arpones atravesaban sus carnes blandas como si fuera una gelatina sin consistencia. Tras varias infructuosas tentativas, la tripulación logró pasar un nudo corredizo alrededor del cuerpo del molusco. El nudo resbaló hasta las aletas caudales y se paró allí. Se trató entonces de izar al monstruo a bordo, pero su peso era tan considerable que se separó de la cola bajo la tracción de la cuerda y, privado de este ornamento, desapareció bajo el agua."
 
 
           Estas líneas corresponden a uno de los pasajes relatados por el insigne escritor francés Julio Verne en su novela “20.000 leguas de viaje submarino” (segunda parte, capítulo XVIII). De esta manera, esta inmortal obra literaria hace referencia de un hecho histórico sucedido en aguas canarias durante el otoño de 1861: el avistamiento y encuentro con un calamar gigante a cargo de la tripulación del buque francés Alecton, capitaneado por Frédéric Bouyer. Se trata pues de un episodio de navegación documentado por la prensa de la época, así como por diferentes escritos científicos del momento, lo cual inspiró a Verne a escribir, en 1869, uno de sus libros más leídos y célebres.
 
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          No será este el único vínculo de Verne con Canarias. Al final de su vida, el escritor galo noveló el periplo de un buque-crucero turístico por la macaronesia de finales del XIX. De nuevo una obra profética más en el plantel literato del ilustre nantés: La Agencia Thompson & Cía.. En esta misma web ya comenté este nexo de unión entre Verne y Canarias a través de esta obra en la entrada: Verne, Thompson & Cía.
 
          Pero pasemos a analizar con detalle este episodio histórico, de marcado carácter científico y náutico, sucedido hace algo más de siglo y medio a unos doscientos kilómetros al noreste de Tenerife: el encuentro con un gran cefalópodo, el más grande de los avistados hasta esa fecha.
 
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Imagen del Alecton que aparece en la obra La Guyane française
 
 
          El 21 de noviembre de 1861 el buque de guerra a vapor francés Alecton parte del puerto de Toulon rumbo a Cayenne (Guayana Francesa), bajo el mando del capitán de fragata Frédéric Bouyer. Unos días más tarde recala en Cádiz, tras cruzar el Estrecho de Gibraltar el 25 de noviembre. Precisamente llegan en fechas festivas a la Tacita de Plata, debido a la visita del General Prim a la ciudad. Tras varios días de navegación por el Atlántico, a las dos de la tarde del 30 de noviembre, a unas 40 leguas al NE de Tenerife, la tripulación del navío avista un enorme objeto flotando semihundido en las aguas del océano. El capitán Bouyer acude a cubierta a ver de qué se trata y contempla atónito el cuerpo de un animal de gran tamaño, que al cabo de unos instantes se muestra más visible. Se encontraban ante un gigantesco calamar, pulpo en palabras del navegante francés. Un extraordinario cefalópodo nunca visto anteriormente con esas dimensiones. Era de color rojizo y medía de unos 15 a 18 pies de largo, sin contar los ocho tentáculos en su parte inferior, era de forma fusiforme y tenía una boca de aproximadamente medio metro y unos ojos del tamaño de un plato.
 
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Dibujo aparecido en la obra de Bouyer La Guyane française
 
 
          Unos minutos más tarde se paran las máquinas y cargan los fusiles. La tripulación del buque se dispone a arponear y capturar al animal. Comenzaba así una insólita batalla en mitad del océano. Se disparaba a discreción, pero ni los balazos le hacían el menor daño al bicho ni los arpones, que a pesar de penetrar en las carnes de la bestia, lograban amedrentar al calamar. Bouyer, al mismo tiempo, temía por la seguridad de la nave y, por ende, de sus marineros. El extraordinario peso del cefalópodo, así como las descargas eléctricas que soltaba, acompañado de unos incontrolables movimientos, hacían peligrar la embarcación. Finalmente, tras tres horas de ofensiva, uno de los arpones logra dañar gravemente al animal, que comienza a vomitar sangre y espuma. Se logró tras ello pasar una cuerda a su alrededor, indispensable operación para poder izarlo y subirlo a la embarcación. A pesar de los esfuerzos llevados a cabo por la tripulación del Alecton, la soga acaba por partir en dos al coloso calamar, cayendo al agua y desapareciendo hacia el fondo del mar buena parte de su cuerpo.
 
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Momento de la captura e izado del calamar al buque Alecton
 
 
          Únicamente un pequeño fragmento de la cola permanece en la cuerda y lo logran subir a cubierta. Pesaba unos 14 kilogramos y era de consistencia blanda y mullida. Se traba pues de un minúsculo trozo del calamar, al que Bouyer le calculó de entre dos y tres toneladas de peso. Y fue este pedazo del gigantesco cefalópodo el que el Alecton portó al puerto de Santa Cruz de Tenerife, rada en la que fondearon al día siguiente de la malograda captura del titán de los mares. Así, el 1 de diciembre arribaron a la capital insular, en donde mostraron la presa (o, mejor dicho, una reducida parte de ella). En la ciudad se encontraba el cónsul francés en Canarias, que ni más ni menos era en ese momento el célebre y recordado naturalista marsellés Sabino Berthelot. Este al oír de boca de Bouyer el interesante suceso acontecido horas antes y al ver el pedazo arrancado al calamar durante su captura, redacta unas líneas relatando lo sucedido, documento que días más tarde envía a Paris, llegando así la noticia a la metrópoli.
 
         Así, en la sesión del 30 de diciembre de ese mismo año (apenas un mes después del suceso) de la Academia de Ciencias de la capital francesa, el médico y biólogo Pierre Flourens da lectura de un documento redactado por el propio Bouyer y dirigido al Ministro de Marina informando de la sucedido en aguas canarias hacía unas semanas. Igualmente se expone ante los académicos el relato de Berthelot, a cargo del naturalista Alfred Moquin-Tandon, coautor junto a este y a Philip Barker Webb de la obra Historia Natural de las Islas Canarias. (Nota 1)
 
          En la obra Les Trois règnes de la nature: lectures d’histoire naturelle se publicaron en su edición del 16 de enero de 1864 ambos documentos, el de Bouyer y el de Berthelot. Actualmente tenemos acceso libre y gratuito a esta publicación (digitalizada) gracias al catálogo de la Bibliothèque Nationale de France. (Notas 2 y 3)
 
          La prensa tinerfeña de la época recoge lo acontecido en aquel raro suceso. Por ejemplo el diario Eco del Comercio en su edición del 14 de diciembre de 1861 nos muestra el relato de Berthelot, traducido por el notable químico e investigador salmantino José Luis Casaseca y Silván, que esos momentos, ya retirado, se encontraba asentado en Santa Cruz de Tenerife. (Nota 4)
 
         El propio Frédéric Bouyer narra las peripecias del viaje a la Guayana Francesa en una obra que ve la luz seis años más tarde: La Guyane française; notes et souvenirs d’un voyage exécuté en 1862-1863. Este magnífico libro se encuentra digitalizado y disponible abierta y gratuitamente en este enlace: https://archive.org/stream/laguyanefranai00bouy#page/n10/mode/1up
 
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         Otras referencias a este enorme calamar aparecen en:
 
               • La lumière (30 de enero de 1862): página 7
               • Journal de conchyliologie (1 de abril de 1862): página 135 y siguientes
               • Almanach du Magasin pittoresque (1863): página 40
               • L’Année scientifique et industrielle (1863): página 288
               • Le monde de la mer (1865): página 314 y siguientes
               • Les Veillées chrétiennes (1866): página 108 y siguiente
 
        Todas o una buena parte de estas alusiones documentales al calamar gigante visto por el capitán y demás tripulación del Alecton a finales de 1861 inspiraron a Verne a redactar sus 20.000 leguas de viaje submarino. El genial novelista francés solo necesitaba una idea, una referencia, una noticia o una intuición para echar a andar su imaginación. Gracias a él muchos de nosotros hemos podido volar en globo, dar la vuelta al mundo, viajar al centro de la tierra o sumergirnos en las profundidades marinas. Sin duda, su obra universal sigue siendo atractiva para el lector curioso, más aún cuando gracias a ella podemos conocer hechos históricos, aparentemente insignificantes pero cargados de una extraordinaria carga de aventuras, pericia y riesgo, como este protagonizado por Bouyer y sus marinos.
 
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 "Calmar de Bouyer" por Alfred Frédol (seudónimo de Alfred Moquin-Tandon)
 
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NOTAS
 
1 - Ver referencias a estas presentaciones en L'ami des sciences (1862): página 43
2 -Ver documento de Bouyer, dirigido al Ministro de Marina: página 22  /  página 23
3 - Ver informe de Berthelot: página 23  /  página 24
4 - Ver Eco del comercio del 14 de diciembre de 1861: página 1 / página 2
 
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