Tras el haber del peso (1) (Retales de la Historia - 234)

 
Por Luis Cola Benítez (Publicado en La Opinión el 18 de octubre de 2015).
 
 
          El Cabildo de la Isla, con sede en La Laguna, por la cuenta que le tenía trasladó las oficinas de la Aduana al puerto de Santa Cruz en 1585. Su ubicación sería próxima al principal desembarcadero, la Caleta de Blas Díaz, pero tuvieron que transcurrir casi dos siglos para que después de un frustrado intento por parte del intendente Cevallos, el capitán general Bonito Pignatelli construyera oficinas y almacenes para este servicio, de primordial importancia para la Real Hacienda. Entre otras tasas, allí se cobraba el pesaje de mercancías en las básculas aferidas oficialmente, arancel conocido como "haber del peso", cuya renta había sido cedida al Cabildo por el primer Adelantado en 1506.
 
          Era alcalde real Matías Bernardo Rodríguez Carta cuando el crecimiento del comercio y el aumento de población crearon una opinión favorable a que se instituyera ayuntamiento, con el visto bueno del comandante general López Fernández de Heredia. En junta de vecinos celebrada el 9 de mayo de 1773 se pidió que se desmembrasen “el haber del peso y el estanco del jabón” a su favor y que se facultara al alcalde del lugar y puerto para que en sus ausencias nombrase sustituto y que no ocupara el mando un regidor del Cabildo, como era lo habitual. Naturalmente nada se logró entonces.
 
          Cuando Santa Cruz alcanzó el privilegio de villa exenta en recompensa del rechazo del intento de invasión británico de 1797, la nueva corporación carecía totalmente de recursos para hacer frente a sus más elementales obligaciones, y si pudo mantenerse y salir adelante fue por el altruismo y patriotismo de los primeros hombres que ocuparon los puestos de responsabilidad, pues ningún recurso permitía compensar a alcalde y regidores por su dedicación. Pero algo había que hacer para atender el inevitable papeleo que conlleva toda administración por modesta que sea. Se pensó nombrar un secretario, para cuyo salario se solicitó al Ayuntamiento de La Laguna, como administrador de los propios de la Isla, que cediera la renta del “haber del peso”, arancel que se cobraba en las dependencias de la Aduana en la calle de La Caleta.
 
          En 1812 se insistía una y otra vez en esta petición sin que se lograra contestación de La Laguna, que seguía reteniendo el producto del arancel. En diciembre se le recordó su cometido como administrador de los propios de la isla, comunicación que, aprovechando una sesión que excepcionalmente presidía el jefe político Ángel Josef de Soverón, se repitió en enero del siguiente año ante el prolongado silencio de la corporación lagunera y la urgente necesidad de Santa Cruz de contar con un secretario o persona que atendiera y organizara la administración municipal. La presencia del jefe político dio resultado, pero no en el sentido deseado. La Laguna contesto, por fin, e1 13 de marzo pero lo hizo negándose a ceder el “haber del peso”. Tienen que pasar más de seis meses para que por orden directa del jefe político el recaudador del haber del peso en la Aduana, Serafín Salcedo, comience a entregar al depositario del ayuntamiento de Santa Cruz, Buenaventura Ríos, la recaudación correspondiente al año anterior de 1812 por importe de 6.326 rs. 5 mrs.
 
          1814 comenzó con mal pie por la quiebra del comerciante Antonio Berüff, que dejó una considerable deuda al haber del peso. Por otra parte, un grupo de veinte comerciantes del puerto que se consideraban perjudicados por la lentitud de las obras de la plaza de la Constitución, ofrecieron pagar el doble del arancel por el tiempo preciso para cubrir los gastos de la obra, traslado de la Pila, enlosado del pavimento y demás, y el ayuntamiento que presidía Josef Cambreleng agradeció el gesto, pero prefirió abrir suscripción pública que encabezaron los regidores. Hay que señalar que la recaudación del haber del peso del año anterior había disminuido hasta menos de 3.000 reales.
 
          Era época de grandes necesidades y los años siguientes lo fueron aún más, hasta el extremo de que se pidió al comandante general que restringiera la llegada de gentes de las otras islas por la suma escasez de alimentos, a pesar de ser Tenerife la de mayores recursos. No obstante, lo poco que se recaudaba del haber del peso ayudó en alguna ocasión a eliminar descubiertos, como en los años 1817 y siguientes en que se llegó a deber más de un año de alquiler de la casa consistorial en la plaza de la Constitución. Pero lo normal era que la recaudación no alcanzara a cubrir las necesidades y, cuando en 1821 llegaron reales órdenes y decretos mandando ingresar la cuota correspondiente para el arreglo de caminos, el ayuntamiento contestó que no tenía más propios que “el Haber del Peso, que es un derecho miserable que no alcanza ni para los gastos municipales”, por lo que no le era posible hacer el ingreso.
 
          En diciembre de 1823 la recaudación sirvió para pagar varios meses de atrasos a los empleados municipales, lo que el alcalde tenía adelantado para la manutención de presos pobres, el arreglo de la cárcel y otras urgentes necesidades.
 
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