El Marqués de Branciforte y Carlos Soler Carreño y de Castilla (y 2)

 
Por Alastair F. Robertson  (Publicado en inglés en Tenerife News en su número 535, 2 -15 de octubre de 2015). Traducción de Emilio Abad.
 
 
Escena 2: Conocemos a Carlos Soler
 
          El enriquecimiento del marqués de Branciforte por medios ilícitos no pasó desapercibido. A pesar de su poderosa situación, fue objeto de críticas por parte de algunos de los más atrevidos habitantes de las islas, en particular de Carlos Soler de Carreño y Castilla, un distinguido personaje tinerfeño.
 
          Las actividades e intrigas de Branciforte llegaron a ser intolerables para este honrado ciudadano, que empezó a hacer públicos sus sentimientos, aunque percatándose de que con ello podía incurrir en la ira del marqués, por si propia seguridad se trasladó a Gran Canaria. De allí fue donde, el 22 de agosto de 1789, envió cinco cartas: una al conde de Campomanes, consejero económico de la Corona; otra al conde de Floridablanca, secretario de Estado; una tercera al Ministro de Fortificaciones, otra al de la Guerra e incluso la última al rey Carlos IV. En ellas exponía los abusos y excesos perpetrados por Branciforte en el desarrollo de sus cometidos cuando decía actuar en nombre del rey.
 
          En un intento de cubrirse aún más las espaldas, días después, el 27 de agosto, Antonio José Pérez, en nombre de Carlos Soler, entregaba otra carta a la Real Audiencia solicitando un mandato de protección a éste último si por parte del marqués de Branciforte se ordenaba tomar alguna acción contra su persona o sus propiedades.   
 
          Pero todo fue en vano, porqué Soler fue atraído con engaños a un barco que cubría la ruta Gran Canaria – Tenerife y, una vez a bordo, fue apresado por agentes de Branciforte, quien a su llegada a Santa Cruz lo ingresó en prisión. Tras un período de silencio, que tan solo podemos atribuir al desconcierto de Soler, en diciembre empezó a escribir un torrente de cartas, comenzando por la dirigida a la Real Audiencia, en la que denunciaba la persecución que sufría y la conducta del marqués de Branciforte, y reiteraba los argumentos expresados con anterioridad.
 
          Poco después, alegando “razones personales” el marqués de Branciforte abandonaba las Canarias, aunque mantuvo el título de Comandante General de las Islas hasta el año siguiente, 1790. Sus “razones personales” quizás tenían algo que ver con su protector, el favorito de la reina, Manuel Godoy, con cuya hermana, María Antonia, contrajo matrimonio el 15 de agosto de aquel 1790.
 
          Pero antes de esto, en enero de 1790, Carlos Soler había escrito al Comandante General  Branciforte solicitando su inmediata puesta en libertad. En febrero Soler recurrió de nuevo al rey, esta vez informando también acerca del comportamiento de los componentes del ayuntamiento de Santa Cruz, quienes, animados por el marqués, habían abusado de su posición, a la vez que denunciaba su propio encarcelamiento en el castillo de San Cristóbal.
 
          A lo largo de los siguientes meses, Soler continuó escribiendo sin descanso a personajes como el rey Carlos, el conde de Floridablanca, Antonio Porlier, el ministro Campo Alange y otros de la Corte, aunque con el tiempo el tono de sus cartas fue cambiando de las exigencias a las súplicas por su desesperanzada prisión, sin que hubiese sido juzgado y ni siquiera conociese los cargos que se le imputaban. En esas misivas describía las condiciones de la cárcel, que habían acabado por dañar su salud, al punto que decía que temía por su vida.
 
          Relataba a los destinatarios de las cartas las tribulaciones que sufría en su confinamiento y su incapacidad para defenderse al desconocer los delitos de que era acusado. Persistentemente repetía sus apelaciones al marqués de Branciforte, protestando contra su detención y reclamando su libertad, pero todo se estrellaba ante los sordos oídos y el pétreo corazón del marqués. Soler también preguntaba por qué causa, misteriosamente, su nombre no figuraba en la lista de pasajeros del malhadado barco en que viajó desde Gran Canaria a Santa Cruz.
 
          Para el mayor alivio de Soler, por fin Branciforte entregaba su cargo y era relevado en el puesto. Por ello, el 30 de septiembre de 1790, Soler escribía al nuevo Comandante General de Canarias, José de Avellaneda, contándole su situación.
 
          Aún así, no pasó nada nuevo, Quizás Avellaneda estaba estudiando cuidadosamente la situación antes de tomar alguna decisión, o quizás estaba intimidado porque la acción había sido ordenada por su poderoso y protegido predecesor. En cualquier caso parece que no actuó por falta de decisión o por carecer de deseos de hacerlo.
 
          Por aquel tiempo a Soler se le había trasladado desde su celda de San Cristóbal a la prisión de Paso Alto, desde donde, en octubre, escribió de nuevo a Branciforte, describiendo en esta ocasión el daño sufrido por su salud y el deterioro físico que le habían ocasionado las condiciones de su confinamiento. Repitió otra vez  en octubre y noviembre su solicitud, pero sencillamente parecía que Branciforte se había lavado las manos en lo que se refería al tema y no mostraba el menor interés por el destino de Carlos Soler.
 
         Es frustrante que no aparezca más correspondencia sobre el asunto, aunque sabemos que Carlos Soler debió finalmente ser puesto en libertad, porque hubo intentos para reparar los daños y recuperar su buen nombre. En abril de 1791, la nobleza de la villa de Garachico presentó una solicitud en su favor, seguida en julio por un testimonio de la clase alta de la misma villa en el que se le reconocían los servicios prestados a la población, Y también de Garachico aparece en agosto otro testimonio acreditativo referente a sus antepasados. Después cae el silencio y sólo nos queda desear que Carlos Soler fuese totalmente reconocido como un respetable ciudadano de Tenerife que tuvo el coraje y la honradez de enfrentarse al corrupto Marqués de Branciforte.
 
          Branciforte siguió en las altas esferas. En 1794, cuando Godoy, su buen amigo y cuñado, era Primer Ministro, se convirtió en Virrey de Nueva España, lo que ahora es Méjico, puesto en el que permaneció hasta 1798. En aquellos momentos el marqués había perfeccionado sus habilidades en la manipulación financiera y se convirtió en un hombre inmensamente rico, más por auto engrandecimiento que por filantropía provechosa. Se le conoce como uno de los virreyes más corruptos en la historia de la colonia mejicana. El historiador Cioranescu resumió la relación del marqués con las Canarias cuando dijo que aunque el marqués de Branciforte contribuyó mucho a la prosperidad del Archipiélago, a la vez amasó una buena fortuna. 
 
Escena 3: El veredicto es suyo
 
          Mientras fue Comandante General de las Islas Canarias, el marqués de Branciforte hizo mucho y bueno por las artes, la sociedad y quizás la economía de Canarias, pero ¿los medios que empleó justifican los logros? ¿Fue Carlos Soler tan sólo un “daño colateral”? Si Branciforte hubiese sido un hombre honrado ¿podría haber hecho más de bueno?
 
- - - - - - - - - - - - - - - -