Un posible vestigio patrimonial inadvertido: El ancla del HMS Theseus
Por Daniel García Pulido (Publicado en El Día / La Prensa el 7 de octubre de 2006 y en inglés en el número de The Nelson Dispatch correspondeiente a la primavera de 2016).
Introducción
Cada vez que se trae a nuestra memoria la defensa de Santa Cruz de Tenerife frente al asalto de la escuadra británica comandada por el almirante Horacio Nelson en 1797, la conciencia, auspiciada por el cambio físico de la propia ciudad y por el inexorable paso de los más de doscientos años que nos separan de la efemérides, nos induce a pensar que es un hecho lejano, perdido en las brumas del pasado, cayendo en una tangible disociación entre ese ayer y nuestro acontecer diario.
No obstante, la huella de ese episodio permanece latente en varios puntos señeros de la geografía urbana y simbólica de esta ciudad. Aparte de la tercera cabeza de león del propio escudo municipal, de su vitola de invicta y de la consecución en aquel entonces de la condición de "villa exenta" -paso previo a su designación posterior como ciudad y capital del Archipiélago- quedan en pie algunos de los castillos que hicieron frente a aquella invasión, así como un poderoso impacto grabado para la eternidad en los sillares del muelle, unas banderas ajadas tras unos cristales, algunas armas utilizadas en el fragor de la batalla, lideradas por la estela del legendario cañón Tigre... y un majestuoso ancla, que descansa en la actualidad en el espacio ajardinado situado frente al edificio de la Comandancia Militar de Marina, en la confluencia de la Avenida de Anaga y de la Rambla del General Franco, reliquia precisamente esta que queremos convertir en objeto de nuestro interés en estas líneas en aras de su posible reconocimiento como auténtico icono de un valor patrimonial e histórico indudables. Nuestro objetivo, por tanto, estriba en ofrecer pruebas que sirvan para reconocer que este ancla pudo pertenecer en su momento al HMS Theseus, buque insignia de la escuadra británica que, comandada por Horacio Nelson, asaltó esta ciudad entre los días 22 y 25 de julio de 1797.
Referencias sobre el ancla
No pocos autores han hecho referencia a lo largo de los años y del correr de los siglos al tesoro en áncoras y restos de embarcaciones que descansan en el fondo de la bahía de Santa Cruz de Tenerife, hasta el punto de que uno de ellos, el naturalista y estudioso francés Sabino Berthelot, llegó a apuntar que incluso podía convertirse en una fuente de ingresos la recolección de todo aquel conjunto de reliquias acuáticas. Bajo este panorama es obvio que resulte a todas luces difícil atestiguar el origen y adscripción de un determinado ancla salvado de este abismo atlántico, aunque las condiciones particulares de este al que dedicamos el estudio, con el hallazgo de datos exactos sobre su realidad histórica y acerca de detalles sobre su más que posible filiación, nos inducen a pensar que quizá tengamos suerte en esta ocasión puntual.
En primera instancia, al observarse la morfología y materiales utilizados en la fabricación de este áncora se definen claramente no solo su pertenencia inequívoca a la clase denominada como "ancla del Almirantazgo", sino su adscripción a las piezas propias de un navío de guerra británico con una cronología "que oscilaría entre finales del siglo XVIII y principios del Ochocientos" (Nota 1). Sus medidas lineales coinciden, así como su esquema de brazos y cruz, con los anclas de los conocidos como "wooden walls" de la época nelsoniana, tal y como puede observarse en los gráficos e imágenes que acompañan a estas líneas (2). En los jardines y zona de estacionamiento del National Maritime Museum de Greenwich (Londres) descansan una larga decena de viejos anclas de diferentes épocas y tipos de embarcaciones, a modo de ejemplo de la evolución de los diseños de anclas de la Royal Navy, pudiendo observarse como una de ellas es exactamente idéntica en su esquema, corte y dimensiones a nuestro áncora ubicado frente a la Comandancia Militar de Marina, precisamente la que se identifica claramente como perteneciente a un buque de guerra británico del paréntesis temporal mencionado.
Aceptada esta primera premisa no debemos olvidar que la arribada a la bahía de Santa Cruz de Tenerife de navíos de guerra de este porte era relativamente inusual, con pocos ejemplos al año como máximo, siempre en breves escalas para labores de aguada, aprovisionamiento, reparación de pequeños desperfectos o para gestiones diplomáticas diversas. En las fuentes históricas isleñas se consigna con poca frecuencia la llegada de embarcaciones bélicas británicas a la rada santacrucera y aún con menos asiduidad dentro del margen temporal al que debe adscribirse este ancla -el periodo de guerra casi continuo entre España y Gran Bretaña entre 1793 y 1805-. Asimismo ha de advertirse que la pérdida de un ancla por parte de un navío es un acontecimiento poco frecuente y de especial relevancia al ser esta una de las piezas clave de su navegación y estabilidad, circunstancias todas estas que encarecen aún más la posibilidad de su posible filiación.
Primeras referencias
El momento y circunstancias de su hallazgo, al permanecer aún en caracteres difusos, no nos ofrecen mucha información de relevancia para nuestro cometido, si bien parece que, a tenor de las referencias periodísticas, "fue encontrada en aguas de la dársena cuando se efectuaron las obras de dragado para la construcción del muelle de ribera" (3). Las labores de draga llevadas a efecto por un buque de la Armada Española en los últimos meses del año 1967 extrajeron del fondo de la bahía santacrucera este ancla, siendo la opinión generalizada, desde el preciso instante de su descubrimiento, que se trataba de un ejemplar valioso, digno de ser tenido en cuenta. En el rotativo La Tarde, con fecha 10 de enero de 1968, ya aparecía incluso una breve reseña titulada como "Un ancla nelsoniana", en lo que se configura como el primer testimonio de la vinculación de dicho áncora con el episodio de julio de 1797 (4). Esta noticia tuvo cumplido eco en la Revista de Historia Canaria, editada por la Universidad de La Laguna, en su sección de noticias.
En el diario referido se argumentaba además, al hilo de este descubrimiento, que al ser encontrada fue puesta a disposición del Museo Naval de Madrid, institución que dispuso que se quedara en esta capital "por haber pertenecido de manera muy probable a uno de los navíos de la escuadra del almirante Nelson, derrotada en Santa Cruz de Tenerife" (5). Movida por la relevancia del hallazgo, la Autoridad Portuaria tomó la iniciativa de recomponer su cepo de madera y ubicar esta pieza en los jardines fronteros a la Comandancia Militar de Marina -donde hoy continúa- especialmente por considerarla "una entrañable reliquia histórica, además de un destacado motivo ornamental". Apenas un mes después de esta noticia, en ese mismo periódico y con fecha 14 de febrero de 1968, aparece una de las denominadas entonces "cartas abiertas" sobre el mismo particular, dirigida al presidente de la Junta de Obras del Puerto, don Cándido Luis García Sanjuan, y en ella vuelve a ser identificada como el "ancla de la flota nelsoniana en nuestra rada".
Prueba documental
Dentro del proceso de la probable adscripción de esta áncora a la Gesta del 25 de julio de 1797 faltaba la prueba documental, necesaria a todas luces para refrendar las similitudes estructurales y cronológicas ya observadas, y esa prueba descansa en el diario de navegación del HMS Theseus, que ya incluimos hace diez años en el artículo "El eco de unas sabias palabras" -editado en este mismo rotativo el 14 de abril de 1996-. Aquel escrito seguía la senda trazada por el añorado investigador de nuestro pasado Juan Antonio Padrón Albornoz, firme defensor de la autenticidad nelsoniana de este ancla y quien de viva voz me manifestó su deseo de ver refrendada esta certeza en futuras investigaciones. El diario mencionado dice: "Martes, 25 [de julio]. Vientos: ENE. Viento fuerte y tiempo despejado (...). A las cinco y media fondeamos al este de Santa Cruz a 42 brazas de profundidad con el ancla de proa -bower anchor- (6) (...). A las cuatro varios botes regresaron a bordo de sus respectivos barcos (...). Perdimos nuestra lancha al oeste de la punta del muelle [y] nuestro cúter se destrozó contra las rocas. Cortamos el cable y nos hicimos a la vela. El enemigo nos abrió fuego desde un batería de tres cañones" (7).
A tenor de estos apuntes, confirmados en líneas generales por las fuentes documentales españolas, que certifican cómo el Theseus tuvo que abandonar su fondeadero ante el incesante fuego de las baterías cercanas, se confirma que este navío tuvo que "picar" el ancla y perderlo en las profundidades del mar para derivar hacia San Andrés, donde sería objeto de nuevos disparos por la torre allí ubicada (8).
Conclusión
A tenor de lo expresado, este ancla, de confirmarse aún con mejores pruebas que se trata de un recuerdo de aquellas gloriosas jornadas, se configuraría en un regalo que el caprichoso destino ha querido rescatar desde el fondo de la bahía santacrucera para figurar dentro de los recorridos patrimoniales y turísticos de la ciudad (9). Ojalá bajo el ángulo abierto por estas nuevas referencias esta reliquia histórica cobre aún mayor valor, un valor que tan solo sirva para conseguir un mejor acondicionamiento de su ubicación, de su iluminación y de cualquier otro tipo de gestiones conducentes a su realce y mejor identificación al público.
Los manuales náuticos proclaman que entre los diversos componentes del casco y del aparejo de una embarcación es siempre el ancla el elemento cuya imagen alcanza mayor popularidad, llegando a convertirse "en síntesis de la idea global del quehacer náutico, de la navegación y de las maniobras en sí". Dejemos, por tanto, que este áncora se convierta en una de esas piezas de referencia que dé fondo en nuestra conciencia histórica colectiva y asiente de manera definitiva la importancia de aquel episodio fundamental de nuestro pasado.
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NOTAS
1 - Los anclas de los navíos de guerra, hasta principios del siglo XIX, solo tenían cepos de madera con brazos largos y rectos. En 1801 Richard Pering mejoró la calidad de los áncoras, acortando y dando mayor curvatura a sus brazos. En 1804 el capitán Hawke usó el primer cepo de hierro pero no se oficializó su utilización hasta 1807, siendo en 1846 cuando la Royal Navy prohibió definitivamente los travesaños de madera -ya entonces llamados "old style"-. History and development of the marine anchor. BALDT Inc. Chester.
2 - A tenor del reglamento imperante en aquellos años, un buque de guerra de tres puentes debía disponer de cinco anclas de aproximadamente 3,5 toneladas y 5,8 metros de longitud de caña (dos "bower anchor" -o anclas de proa-, de los que luego trataremos, con aproximadamente 4,5 toneladas, y varios "sheet anchors", con aproximadamente 4,3 toneladas), junto a otros tres anclotes suplementarios (conocidos como los "stream anchors", de 1,10 toneladas, y sendos "kedge anchors", de casi 0,5 toneladas).
3 - La Tarde. Santa Cruz de Tenerife, 10 de enero de 1968.
4 - Agradecemos desde estas líneas la gentileza de esta referencia a don Luis Martínez Conejero y don Luis Cola Benítez.
5 - En el artículo citado se indica que quizá este ancla perteneciese al cúter Fox, "buque hundido en el lugar aproximado donde apareció el ancla", pero las dimensiones del áncora descartan a dicha embarcación de pequeño porte como propietaria del mismo
6 - El ancla de proa, o "bower anchor", asegurada a estribor de la embarcación, era la principal de las áncoras a bordo al ser la más pesada y la más fuerte, estando especialmente diseñada para fondear en aguas profundas. Su compañera, denominada "small bower anchor", de menores dimensiones, se colocaba a babor.
7 - Admiralty Papers. Public Record Office. Kew, Londres.
8 - Ontoria Oquillas, P. / Cola Benítez, L. / García Pulido, D. [1997]: Fuentes documentales del 25 de julio de 1797. Santa Cruz de Tenerife. El ancla objeto de nuestro estudio fue incluida en el catálogo de la Exposición que sobre la Gesta del 25 de Julio de 1797 se celebró en 1997 en el Cuartel de Almeyda, Santa Cruz de Tenerife, en el marco del bicentenario de dicha efemérides.
9 - Un ejemplo válido de recuperación de un ancla histórica es el caso del denominado "The Napoleonic Anchor", ubicado en la localidad irlandesa de Donegal, donde se conserva el áncora del navío francés The Romaine, que en 1798 tuvo que "cortar el cable" para huir del fondeadero de dicho lugar, a donde había acudido para apoyar a los insurgentes irlandeses.
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