¡Qué gran adelanto el telégrafo! (y 2) (Retales de la Historia - 223)

 
Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 2 de agosto de 2015).
 
 
          Al llegar diciembre de 1883 todo estaba preparado para la celebración del importante acontecimiento que se anunciaba, la inauguración del cable telegráfico que nos uniría con la Península y el resto del Mundo, cuyo programa de festejos ya se había aprobado por la corporación municipal. Como curiosidad puede añadirse que coincidiendo con ello se recibió la visita del general Valeriano Weyler, que marchaba a nuevo destino, quien se puso a disposición del Ayuntamiento para ayudar y colaborar en todo momento en cuanto hiciera falta, acordándose ofrecerle un almuerzo de despedida.
 
          Como dice Cioranescu, no se sabe si el revuelo promovido por la novedad y los importantes festejos que se organizaron, respondían al adelanto técnico que el telégrafo representaba o al hecho de que se había logrado anular la maniobra de Las Palmas, por mano de León y Castillo, para que el buque cablero amarrara la terminal del cable en la playa de Santa Catalina y no en Tenerife. Cuentan que León y Castillo pretendió desviar el destino del barco en contra de las instrucciones de la superioridad, pero dicen que el gobernador civil, el brigadier José Joaquín Pérez de Rozas, amenazó con abrir fuego sobre el barco si cambiaba su ruta. Esta “hazaña” explica la presencia de Pérez de Rozas en el callejero de Santa Cruz, sin que se le reconozca ningún otro mérito.
 
          Lo cierto es que el esperado establecimiento de tal innovación técnica, o la conmemoración de tan enclenque victoria política, o ambas cosas, sirvieron de pretexto para la celebración de grandes festejos que duraron tres días, en los que se involucraron todos los estamentos de la sociedad, no sólo de la capital sino de toda la isla. A lo largo de toda la calle del Castillo, desde la plaza de la Constitución hasta la de Weyler, se habían instalado nada menos que diez arcos de triunfo improvisados y elaborados por entidades y sociedades. Santa Cruz se volcó con los participantes y colaboradores de toda la isla, algunos de los cuales, como el director de la banda de Los Realejos, entendieron que procedía dirigirse al ayuntamiento de la capital agradeciendo el trato recibido durante su estancia para colaborar en los festejos.
 
        Pero no todo eran aciertos y tres años después el pintor Gumersindo Robayna seguía reclamando 125 pesetas que se le debían por los trabajos de decoración y pinturas del templete que se había instalado en la plaza de la Constitución, desde el cual el alcalde accidental Marín del Corral, el día 5 de diciembre de 1883, había protagonizado el importantísimo acto de dar lectura al primer telegrama recibido desde Cádiz, es decir, desde Europa. Este primer telegrama estaba firmado por el diputado portuense Feliciano Pérez Zamora, al que para reconocerle su trabajo para lograr el amarre del cable en Santa Cruz se acordó otorgarle el nombramiento de hijo adoptivo. A partir de Tenerife se enlazó pronto con las islas de Canaria y La Palma con el tendido de cables secundarios.
 
          El kiosco o templete al que se ha hecho referencia debía parecerle al público una obra digna de perdurar en la población, pues el año siguiente el concejal Francisco Delgado propuso sustituir el kiosco de la música de la Alameda del Príncipe Alfonso por el que se había retirado de la plaza de la Constitución y que guardaba almacenado el  ayuntamiento, que según decía “es de mejor apariencia”, aceptando hacerse cargo de los gastos que se ocasionaran en el cambio.
 
        Pronto, el que había sido ansiado elemento de modernidad técnica, comenzó a dar problemas por las continuas roturas que corrientes y arrecifes ocasionaban en el cable. A lo largo de la década de los ochenta casi la mitad del tiempo estuvo interrumpido el servicio que, además, no destacaba precisamente por ser barato: mientras que el precio de un telegrama de España a Baleares era de una peseta, era de cuatro de Canarias a España. Esto originó que el centro telegráfico de Santa Cruz no resultara rentable y acabara siendo sustituido por una simple dependencia del de Sevilla.
 
        En 1895 volvió a averiarse el cable con la consiguiente interrupción del servicio y, una vez más, el ayuntamiento tuvo que recurrir a solicitar la intervención de Imeldo Serís, marqués de Villasegura, para lograr una pronta reparación. La avería se repitió en 1902 y se hicieron gestiones con los representantes canarios en Cortes para que trataran de activar su reparación. Era evidente que un solo cable submarino no era garantía de un enlace eficiente y, al proyectarse un nuevo cable en 1904, se pidió que se incluyera el enlace con La Gomera y El Hierro. Pero pronto se empezaría a hablar de la telegrafía sin hilos y en 1907 ya se comenzó a estudiar una red radiotelegráfica entre Cádiz y Canarias.
 
          En realidad la instalación del cable y los esfuerzos por lograr su amarre en una u otra isla, fueron también parte de la lucha por la capitalidad.
 
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