Recuerdo literario y poético de la Gesta

 
Por Miguel Melián García  (Publicado en El Día el 19 de julio de 2015).
 
 
 
          Al acercarse el día 25 de julio, festividad del apóstol Santiago, patrón de España y compatrono de nuestra Ciudad, quisiera invitar al que quiera leer estas palabras a recordar lo que ocurrió hace casi 218 años en el entonces Lugar y Puerto de Santa Cruz de Tenerife.
 
Resumen de la Gesta
 
          Avanzaba el año 1797. Después de la derrota que había sufrido la marina española frente a la escuadra inglesa ante el cabo de San Vicente el 14 de febrero de ese año, y de la pérdida de la isla caribeña de Trinidad, que había pasado a manos inglesas, el ilustre historiador don Juan de Contreras y López de Ayala, Marqués de Lozoya, nos dice en su monumental Historia de España que “un grupo de excelentes marinos a las órdenes de don José de Mazarredo rechazó con vigor y pericia el ataque que la escuadra vencedora de San Vicente, muy reforzada, al mando del contraalmirante Nelson, realizó contra Cádiz los días 3 y 5 de junio de 1797”.
 
          Y añade:
         
                “Aún fue más grande el fracaso del gran marino inglés en su inmediato intento de apoderarse de la isla de Tenerife. La formidable escuadra británica se situó ante el puerto de Santa Cruz de Tenerife el 23 de julio y comenzó el ataque en la noche del 24. Nelson desembarcó en el muelle con un millar de hombres, pero fue acogido con tan vivo fuego desde los fuertes de la costa y desde los terrados de las casas que, herido gravemente, hubo de iniciar el difícil reembarco, que pudo convertirse en una gran catástrofe. El contraalmirante inglés se vio obligado a entablar conversaciones, que eran, en realidad, una capitulación.
 
               El gobernador don Antonio Gutiérrez, que había dirigido con pericia la defensa, tuvo también el acierto de aceptar la propuesta por la cual el inglés se comprometía a no atacar jamás el archipiélago. En los tratos se manifestó esa exquisita cortesía que en el siglo XVIII recordaba aún la caballerosidad medieval. El jefe español proveyó de víveres y medicinas a su ilustre enemigo, que perdió el brazo derecho, y por su parte Nelson se comprometió a llevar él mismo a la Península el parte de su adversario que consignaba la derrota inglesa”.
 
          Y termina don Juan de Contreras con esta rotunda frase: 
 
               "La defensa de Tenerife es la página más gloriosa de la historia canaria desde su incorporación a España”(1).  
 
        Fue, sin duda, una auténtica gesta: una Gesta, con mayúscula. (El diccionario de la Real Academia define la palabra “gesta” como “un hecho o conjunto de hechos memorables”).
 
          Y un resumen de lo que ocurrió en los momentos iniciales de la contienda es éste, realizado por uno de nuestros Contertulios de Mérito, Alastair F. Robertson:
 
               "Aunque algunos ciudadanos aterrorizados escaparon con sus bienes hacia La Laguna y otros lugares que parecían seguros, la mayoría de los civiles, incluyendo el Cabildo de la Isla, cerraron filas y se pusieron incondicionalmente a disposición del general Gutiérrez. A los campesinos, que llegaban vestidos con harapos y sin zapatos a alistarse, había que suministrarles algún tipo de calzado; se encomendó a los panaderos que hiciesen tanto pan como fuese posible; tanta tela como se pudo se recogió para hacer vendas; los sacerdotes se asignaron a las distintas unidades para proporcionar apoyo espiritual a los soldados; las mujeres actuaron transportando víveres y agua; y los médicos y sangradores se reunieron en la Plaza de la Pila (actual Plaza de la Candelaria) preparados para desplazarles con rapidez allí donde hiciesen falta sus servicios. Aún así, el grado de confianza no era muy alto. Aquellos sencillos isleños, junto a sus pocos soldados, se iban a enfrentar contra el reputado poderío del Imperio Británico”(2).  
 
          ¿No es éste un conjunto de hechos memorables que justifican que llamemos Gesta, y Gesta Heroica, a este rechazo de invasión que se logró gracias a la unión del ejército y del pueblo?
 
04A - Castillo De S  cristóbal Alameda y calle de La Marina Custom
 
El viejo Santa Cruz
 
 
Poemas a la Gesta.
 
            Esta gesta ha sido cantada por muchos poetas. Hoy queremos recoger aquí unas cuantas de estas composiciones.
 
          Un grupo de los invasores ingleses, unos 340 hombres, lograron subir por la calle de la Noria y llegar a la plaza del convento de Santo Domingo, donde hoy está el Teatro Guimerá y la antigua Recova. Antonio Zerolo Herrera, poeta romántico de la Escuela Regionalista Canaria, escribió un poema en redondillas, en el que quiso plasmar el momento en que los ingleses iniciaban su ataque para apoderarse del convento y refugiarse dentro de sus muros. Es, a nuestro modesto entender, el mejor poema escrito a la derrota de Nelson. Helo aquí:
 
"Símbolo"
 
               "Atended que va de cuento:  //  refiere la tradición  //  que cuando el ronco cañón  //  zumbaba, y el firmamento  //  y la tierra estremecía,  //  en la sangrienta jornada  //  en que dejó demostrada  //  Santa Cruz su bizarría,  //  en la tapia del convento  //  que el inglés quiso asaltar,  //  un canario sin cesar  //  daba sus trinos al viento.
 
               Estaba a la luz del sol  //  orgulloso el pajarillo  //  de ostentar el amarillo  //  del estandarte español;  //  y cuanto más acudía  //  la muchedumbre en tropel,  //  más se desataba él  //  en torrentes de armonía.
 
               Mientras tanto, oyendo el ruido,  //  con amorosos anhelos,  //  la madre, por los polluelos  //  velaba dentro del nido.
 
               Fue aquel un día de gloria:  //  en lucha con Inglaterra, //  los que cayeron en tierra  //  revivieron en la historia.
 
              Tenía que suceder…  //  una bala de fusil  //  hizo al pájaro gentil  //  para siempre enmudecer. ¡Tinto en sangre, cara al sol,  //  aquel rey de los cantores  //  mostraba los dos colores  //  del estandarte español! 
 
             —¿Y el nido?— No sé, en verdad,  //  lo que fue del pobre nido.  //  Sólo se cuán atrevido  //  luchó por la libertad  //  el pájaro de mi cuento.  //  ¡Tal vez los hijos quedaron  //  y la victoria cantaron  //  en las tapias del convento!"
 
        Al fin lograron los invasores entrar en el convento, pero lo que creyeron que era un refugio para ellos se convirtió en una ratonera: tuvieron que rendirse.  La actual plaza de Santo Domingo estaba entonces dentro del convento y luego pasó a ser una fuente pública hasta bien entrado el siglo XX. Estuvo muchos años rodeada de una verja.
 
          Un periodista de la primera mitad del pasado siglo XX, Joaquín García Suárez, escribió este poema dedicado a la fuente, en el que recuerda que calmó la sed de los bravos defensores de la isla:
 
"Fuente de Santo Domingo"
 
                    "¡Oh, esta vieja fuente,  //  tan ruidosa otrora,  //  y hoy seca, callada,  //  quejosa y doliente,  //  como quien añora  //  aquella lejana grandeza pasada!...
 
                   La fuente -aguadoras y envases en fila-  //  antesala era del viejo mercado. //  Se empleaba un libre lenguaje de pila,  //  feo y destemplado…  //  La pila era escándalo, ruido.  //  A veces solía convertirse en algo molesto al oído.  //  (Allí la Academia de nada valía).
 
                    A pesar de todo,   //  justo es que digamos nuestro parecer:  //  fuera de la pila, todo no era lodo:  //  ‘la pila tenía su modo de ser’…
 
              . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
 
                 Tu recia silueta ya se hallaba erguida  //  cuando los piratas hollaron tu tierra.  //  Ya entonces calmaste la sed producida  //  por el insensato calor de la guerra…
 
               Ante ti cruzaron diez generaciones;  //  en tus aledaños bulló el patriotismo,  //  y ondearon, flamantes, los viejos pendones,  //  olvidada lección de civismo…
 
                   Hasta los mendigos cantarán tu gesta.  //  Mojaste sus labios y su duro pan,  //  y luego serviste de morada y siesta  //  a los que hambre han…
 
                  Tus secas pupilas,  //  que lloraron con desbordamiento,  //  hoy añoran barriles en filas,  //  que tú les llenabas al mundo sediento…
 
                  Mi canto te evoca cuando entonces fuiste  //  -¡oh, sarcasmo!- feliz en tu encierro.  //  Hoy ya no eres nada,  desde que perdiste  //  tu verja de hierro…
 
              . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
 
                  Te evoco cuando eras de día fontana,  //  y de noche refugio de amores  //  para nuestra breve juventud lejana.
  
                  Hoy llevo clavados tus mismos dolores:  //  ¡hoy, dos fuentes secas ya somos, hermana!"
 
 
          Nuestra ciudad de Santa Cruz tuvo que convertirse desde el principio en una plaza fuerte. Ha tenido que defenderse y defender a la isla y al archipiélago de posibles invasiones.
 
         Un resumen de lo que ha sido la historia de esta ciudad lo hizo, muy resumidamente y en una exquisita prosa, el periodista Víctor Zurita Soler -que también fue poeta- , en un artículo que publicó en el periódico vespertino santacrucero La Tarde, que cofundó y dirigió hasta su fallecimiento.
 
          He aquí las palabras de Víctor Zurita:
 
             "Todo -ese todo que se llama historia y españolización- empezó por la playa de Añaza. Tenía que ser así, porque a las tierras de ley se entra por la puerta grande, y no otra cosa que el luminoso portalón de Tenerife es nuestro Santa Cruz.
 
               Por entonces, el mar era una continua amenaza: se dibujaban en el horizonte, con desgraciada frecuencia, las naves enemigas. Los pueblos isleños se asentaron tierra adentro; y en la Vega de Aguere, entre mares de rubias espigas, La Laguna, ordenancista y clerical, se despliega sobre su clásico patrón urbanístico, al tiempo que su Cabildo rige y gobierna con buen tino.
 
              Santa Cruz se quedó sólo con el mar y su riesgo, recibiendo a las naves amigas, gran posada atlántica para las carabelas de la ruta americana, ganando temple y heroísmo entre tufaradas de pólvora y flores de sangre. Su incierto perímetro se ajusta a las necesidades bélicas, todo se sacrifica a su condición de plaza artillada: trazado, porte, belleza… Se siente martillo y cabeza, y los enemigos también lo saben. De aquí que los más serios intentos de conquistar Canarias no se fueron por las ramas, sino que apuntaron directamente a la cabeza: Santa Cruz de Tenerife.
 
            Ciudad militar y lindera con el mar, Santa Cruz fue cuna de una nueva clase dinámica y emprendedora, formada por capitanes de la Carrera de Indias, comerciantes y armadores. Ciudad residencia de los Capitanes Generales, se gana, por su espíritu liberal, la simpatía del Ejército, el motor progresista de los siglos XVIII y XIX, y, en rápida ascensión, gana tres cabezas de león para su escudo, trofeos de otras tantas resonantes victorias, y el título de Ciudad, y el más alto de Capital de Canarias”(3).  
 
          Es difícil resumir en tan pocas palabras, y en palabras tan bellas, la historia de esta ciudad.
 
        Y concluimos este homenaje a la Muy Leal, Noble, Invicta y Muy Benéfica Ciudad, Puerto y Plaza de Santa Cruz de Santiago de Tenerife con un bello soneto de Manuel Verdugo, que vivió durante unos años juveniles en esta ciudad, en la calle de La Noria:
 
"A Santa Cruz de Tenerife"
 
               "La cordillera abrupta, árida, monstrüosa,  //  cuya adustez refuerza la cruda luz solar,  //  parece, desde el puerto, guardiana recelosa  //  que a las naves intrusas quisiera rechazar.
 
              Ella oculta una tierra fértil, florida, hermosa…  //  Ella deja a sus plantas tranquila reposar  //  a un pueblo claro, alegre, de tonos blanco y rosa…  //  Paradoja magnífica sobre el azul del mar!
 
                 A ti va mi homenaje, Santa Cruz bien amado;  //  tú tienes gesto amable para el recién llegado;  //  tú tienes gesta heroica: la que eclipsó a tu sol…
 
                 Ciudad noble, te aguarda un futuro risueño.  // eres el arca santa del patriotismo isleño.  //  Yo a tu sombra me siento doblemente español." 
 
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NOTAS:
1.MARQUÉS DE LOZOYA, Historia de España, t. 5, Salvat Editores, Barcelona, 1969, pp. 354-355.
2.ROBERTSON, Alastair F., “25 de Julio de 1797” (artículo publicado en inglés en el Tenerife News de agosto de 2014. Vid. el artículo traducido al español por Emilio Abad, que puede leerse en la web de la Tertulia Amigos del 25 de Julio, en la sección “Tertulia y prensa escrita, Artículos propios relacionados con la Gesta”.
3.ZURITA SOLER, Víctor, “Meditación del Tres de Mayo”, en La Tarde del 3 de mayo de 1967
 
 
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