El Cuartel de San Carlos. Ahora sí.

 
Por José Manuel Padilla Barrera  (Publicado en el Diario de Avisos el 6 de febrero de 2015).
 
 
   
          Hace ya seis años que publiqué, en este mismo periódico, mi último artículo sobre el cuartel de San Carlos, que titulé por razones obvias "Vale más morir con honra que vivir con vilipendio". Lo curioso es que muchos años antes, en 1986, había publicado otro con el mismo tema y con el mismo título. Y es que transcurridos esos 23 años entre uno y otro, a pesar de que hubo movimientos que parecían favorables, la situación de abandono del viejo cuartel seguía siendo la misma.
 
          Como se sabe, el cuartel de San Carlos pasó a la disposición del Ayuntamiento de Santa Cruz el 8 de diciembre de 1978. La entrega tuvo lugar en la plaza de España, donde se celebró una multitudinaria ceremonia. En ese momento en que el alcalde recibió la llave del histórico cuartel empezó para éste un malhadado devenir. En principio, estaba condenado a desaparecer porque según el proyecto de urbanización de la zona la avenida de Bravo Murillo iba a desembocar directamente en la de 3 de Mayo. Pero el Colegio de Arquitectos salió en su defensa, promoviendo una campaña bajo el lema "Salvar San Carlos". La campaña tuvo éxito. El Ayuntamiento recogió velas y Bravo Murillo va a confluir hoy con la avenida de José Manuel Guimerá.
 
          Una vez resuelta la urbanización, el Ayuntamiento cayó en la cuenta de que el viejo caserón era un problema. Nadie sabía qué hacer con él. Empezaron a pasar los años y el edificio se fue arruinando, cayéndose materialmente a pedazos, mostrando sus miserias a todos los que entraban en Santa Cruz por una de sus principales vías de acceso. Después de 22 años de incuria, el Ayuntamiento encontró a quien pasarle la papa caliente. Hizo un trueque perfecto: lo entregó al Gobierno de Canarias a cambio del edificio Fides, en las inmediaciones de la Casa Consistorial.
 
          Durante tres años más el cuartel siguió abandonado. Al fin, en abril de 2003, un gran cartelón cercano al cuartel anunciaba la buena nueva: Las obras de rehabilitación comenzarían en mayo y tendrían un plazo de ejecución de 18 meses. Así fue. Se iniciaron en la fecha prevista y fueron a muy buen ritmo, lo que hacía predecir un final feliz muy cercano. Pero en esas estábamos cuando llegó el tranvía. Como iba a pasar a unos cinco metros de la fachada del edificio, se decidió realizar los sondeos necesarios para conocer el tipo de terreno sobre el que se asentaba. El resultado fue que descansaba sobre un manto de callaos y arena de hasta 15 metros de profundidad. Se consideró entonces que esta era una base inestable, con lo que metros y metros cúbicos de hormigón se fueron a consolidar el subsuelo del inmueble y, con ellos, todo el dinero necesario para poder terminar las obras. Hubo, por tanto, que suspender los trabajos, que se retomaron en 2005, pero con un ritmo lento y cansino. Un año después se volvieron a paralizar hasta tanto no se lograra disponer de crédito suficiente para tener garantía de continuidad.
 
          Así prosiguió el abandono del viejo cuartel a medio rehabilitar, lo que me llevó, en enero de 2009, a escribir ese artículo, del que antes hablaba, en el que, lleno de pesimismo, decía que el futuro de una de las pocas reliquias que nos quedan de nuestro pasado se presentaba como el reinado de Witiza: triste y oscuro.
 
       Transcurrieron cinco largos años más y, salvo unos pequeños movimientos como la colocación de las lunas en los huecos de ventana, la situación se mantenía igual. Al fin, en 2014, al Gobierno de Canarias se le encendió la bombilla y cayó en la cuenta de que mantener el edificio de San Carlos sin uso, después del gasto efectuado, era antieconómico y, ahora sí, ahora se va a terminar la tan esperada rehabilitación. He tenido ocasión de visitar las obras invitado y guiado por su arquitecto director, Félix Morales, y he salido encantado. Fundamentalmente, porque he visto en él y en los técnicos de la contrata, Elimco, una gran ilusión en su trabajo y una disposición, no menos grande, de cuidar hasta el más mínimo detalle para que la terminación del edificio sea digna de la importancia que para la ciudad tiene el entrañable cuartel.
 
          Han pasado 37 años pero pronto podremos ver que San Carlos ha recobrado su dignidad. Creo que el acto de final de obra y entrega del edificio no debe quedarse en un frío acto administrativo. Es algo de mucha trascendencia para Santa Cruz que habría que celebrar como se merece.
 
 
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