La familia real española de Inglaterra

 

Por Alastair F. Robertson  (Publicado en Tenerife News en su número 497, de 28 de marzo a 10 de abril de 2014). Traducción de Emilio Abad.

 

           Éste es uno de esos históricos escenarios que se presentan al preguntarse "¿qué hubiera sucedido si…?"  ¿Si Inglaterra, como consecuencia de enlaces matrimoniales con la familia real española, se hubiera convertido en un satélite de España? En el siglo XVI está situación estuvo a punto de ser una realidad.
 
          Alrededor de 1500, Enrique VII, aquel voluble y astuto rey, que, dicho sea de paso, tenía mucha más razón que su malévolo tío, el rey Ricardo III, para asesinar a los príncipes en la Torre, había puesto los ojos en un poder aún mayor que el mero trono de Inglaterra. Quería una alianza con España.
 
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Enrique VII
 
          En enero de 1486, a fin de reforzar sus pretensiones al trono, Enrique contrajo matrimonio con Elizabeth, la hija mayor del rey Eduardo IV, y exactamente 8 meses después nacía su primer hijo, que podría haber sido otro rey Arturo. Enrique VII y el rey Fernando de Aragón eran almas gemelas; se comprendían muy bien mutuamente, de modo que fácilmente llegaron a un acuerdo para que se produjese un enlace provechoso. Arturo y Catalina de Aragón, la cuarta hija de Fernando, se comprometieron y la joven pareja, ambos tenían quince años, se casó en noviembre de 1501.
 
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Arturo
 
 
 
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Catalina
 
          Por desgracia, Arturo falleció menos de cinco meses después, convirtiéndose sólo en un cero a la izquierda en las páginas de la Historia en vez de ser un rey de Inglaterra con pretensiones al trono español. El rey Enrique necesitaba fervientemente conservar la alianza con España, así como la gran dote que Catalina había traído con ella, por lo que tan sólo dos meses después de la muerte de su esposo, Catalina se comprometía con el hermano más joven de Arturo, el príncipe Enrique, que contaba tan sólo once años de edad.  
 
          Elizabeth, la mujer del rey Enrique, murió en 1503,  dejando a Enrique VII viudo a la edad de cuarenta y seis años y buscando una nueva esposa por Europa. Una candidata era la princesa Juana, hermana mayor de Catalina, heredera del trono de Aragón y proclamada reina de Castilla, quien había enviudado recientemente.
 
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Juana
 
          En 1506, Juana, de veintisiete años de edad, pasó unos meses en la corte inglesa de Enrique y se abrieron negociaciones con vistas a un matrimonio. El único inconveniente con respecto a Juana es que no estaba mentalmente sana (en España era conocida como “Juana la loca”). Su estancia en Inglaterra coincidió con uno de sus períodos de lucidez. Sin acuerdo se cerraron las negociaciones, pero qué importante hubiese sido para Enrique VII, si su plan hubiese tenido éxito, convertirse en el consorte de la reina del país más poderoso de Europa.

           Enrique murió en abril de 1509, y su hijo subió al trono con el nombre de Enrique VIII. Dos meses después, en junio, respetando lo acordado, se casaba con Catalina de Aragón, su novia española.

 
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Enrique VIII
 
           Enrique y Catalina tuvieron varios hijos, pero tan sólo uno superó la niñez, la princesa María. Comparando con su vida posterior, Enrique fue señaladamente fiel a Catalina durante los veinticuatro años que duró su matrimonio, hasta que se declaró que su enlace había sido “contrario a la ley de Dios”,  (pues Enrique se había casado con la viuda de su hermano) como decretó en 1533 Thomas Cranmer, quien había sido nombrado Arzobispo de Canterbury por Enrique. Se permitió entonces a éste casarse con Ana Bolena, lo que de hecho ya había tenido lugar en secreto.

             Catalina fue recluida hasta su muerte en 1536, el rey Enrique falleció en 1547, su enfermizo hijo, el rey Eduardo VI, moría en 1553 y la medio española princesa María se convertía en la primera mujer que llegaba a ser reina de Inglaterra por derecho propio.

 
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María
 
          No guardaba buen recuerdo de su padre, pues había privado a la Iglesia Católica de sus derechos, se había divorciado de su madre y la había encerrado, había declarado que ella misma, María era ilegítima y la había mantenido alejada de la corte real. No es difícil aventurar que querría que Inglaterra volviese a los antiguos derroteros. Pero, naturalmente, para asegurar la sucesión necesitaba un esposo y ¿quién mejor que el católico príncipe Felipe de España?
 
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 Felipe

 
          El rey Carlos V de España, vio en ello una oportunidad política de oro, pues Inglaterra sería un aliado importante para acorralar a su enemiga Francia y para ayudarle a controlar las tierras de Holanda que poseía España. Su hijo Felipe accedió a los deseos de su padre. María se enamoró de Felipe de una manera casi infantil, y en julio de 1554, cuando ella contaba treinta y ocho años y Felipe veintisiete se casaron. Felipe estaba deseoso de agradar a María y a la sociedad inglesa en general, cuando él y su corte llegaron a Londres, donde se decía que había más españoles que ingleses en las calles. Pero cuando pasó la novedad, a menudo se produjeron encuentros hostiles en aquellas calles. Felipe hizo lo que pudo por agradar al pueblo inglés, y cuando los excesos de María por castigar a los protestantes fueron en aumento -ganándose por ello el apelativo de “María la sangrienta”-, intentó contenerlos, pero no tuvo éxito en ninguno de los dos deseos. Otro punto importante en contra de Felipe era que si María fallecía, Felipe tomaría el trono de Inglaterra para él y para España. No obstante, durante meses se produjo una gran excitación al anunciar la reina públicamente que estaba embarazada, pero en julio de 1555, y para gran tristeza de María, resultó ser un “embarazo ilusorio”

            En agosto de 1555, y parece ser que con algo de alegría, Felipe dejó Inglaterra para unirse a su padre en Flandes, dejando detrás a la reina María con el corazón destrozado. Pronto, en 1556, el rey Carlos abdicaría en su hijo, que reinaría como Felipe II, lo que convertía nominalmente a María en reina de España, a la vez que reina de Inglaterra. Fue un pobre consuelo para María, que confiaba en que la ausencia de Felipe sería sólo una cuestión de semanas, pero no fue hasta marzo de 1557 cuando regresó. Fue una corta estancia de tres meses y medio que sólo sirvió para involucrar a Inglaterra en su guerra contra Francia. De nuevo María creyó estar embarazada, pero otra vez no era más que un delirio de su anhelo y su desesperada imaginación. La desilusión rompió sus ganas de vida y aceleró su declive físico. Contra sus deseos, la católica reina María de Inglaterra reconoció a su hermana protestante, la princesa Isabel, como su sucesora; y así, tras la muerte de áquella en noviembre de 1558 y con Isabel en el trono, comenzó una era de hostilidades y recelos entre Inglaterra y España.        

           Pero, ¿qué habría sucedido si los embarazos hubiesen sido reales y los niños hubiesen vivido lo suficiente para dirigir Inglaterra? Su sangre hubiese sido tres cuartas partes española, católicos, con estrechos lazos con el mayor imperio mundial y herederos del trono de España. Aquí es donde la fantasía se echa a volar. Por lo que respecta a Inglaterra como nación, lo más probable es que Felipe, María y sus hijos se hubiesen trasladado a España, Inglaterra únicamente habría sido una subsidiaria de España, un poco más importante que las posesiones españolas en Holanda, Francis Drake no hubiese sido el azote de las flotas del tesoro españolas, no habría existido la Armada Invencible, posiblemente tampoco la Guerra Civil del siguiente siglo, ni la rebelión católica jacobita con el príncipe Carlos en la centuria posterior, y más cerca de aquí, los piratas británicos no hubiesen atacado las Islas Canarias, el imperio combinado de Inglaterra y España hubiese sido enorme y el curso de la historia habría sido totalmente distinto.

 

 

 

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