Los orígenes escoceses de la familia Hamilton
Por Alastair F. Robertson (Publicado en Tenerife News en su número 492, de 17 a 30 de enero de 2014). Traducción de Emilio Abad.
Una de las familias más conocidas en Tenerife, tanto inglesas como españolas, es la de los Hamilton, una de las muchas familias británicas que encontraron una nueva vida en Canarias durante el siglo XIX. Tras unos poco prometedores comienzos en la administración de una compañía naviera, se convirtieron en productores y exportadores de plátanos, tomates y patatas; su compañía fue representante de la Casa aseguradora Lloyd de Londres y de la Agencia de Noticias Reuter y, con casi total seguridad, Hamilton and Company fue la primera compañía de buques carboneros que operó en las Islas Canarias.
Todo empezó cuando Lewis Gellie Hamilton, un hombre muy joven pues contaba sólo con 17 años de edad, llegó en 1816 al Puerto de la Orotava o Puerto de la Cruz, como se le conoce hoy en día, para trabajar al servicio de Gilbert Stuart Bruce en la exportación de vinos y cochinilla (un tinte natural). Lewis tenía tal habilidad para los negocios que con su antigua patrón formó una compaña distinta, la Bruce Hamilton Company, que en 1839 era nombrada representante de Lloyds, y como para entonces el puerto de Santa Cruz superaba al Puerto de la Cruz como el más importante de la isla, la Bruce Hamilton Co. construyó una estación de señales en lo alto de la cordillera de Anaga para informar, mediante un sistema de banderas, sobre los movimientos de barcos en la zona tanto a Santa Cruz como a Lloyds. La estación, que no era más que una simple cabaña, se reconstruyó más tarde como el Semáforo de Igueste.
Bastante tarde, ya a la edad de 41 años, el 21 de octubre de 1839 Lewis Hamilton contrajo matrimonio con Sevelina Edwards, con la que tuvo siete hijos de los que cinco llegaron a la mayoría de edad. De Lewis y sus hijos proviene la gran influencia que la dinastía de los Hamilton ha tenido en la vida y la economía de Tenerife. El resto es historia, y tanto es así que se ha escrito un libro sobre ellos: La Casa Hamilton, 1837-1987, por Agustín Guimerá Ravina, publicado en 1989. Desgraciadamente para los que no hablamos esa lengua, hasta el momento sólo se puede conseguir en español.
Pero a mí siempre me intrigó una cuestión en los antecedentes de Lewis. ¿De qué clase de familia procedía? Localicé que los Hamilton eran unos comerciantes bien acomodados en el siglo XVIII en Greenock, Escocia, por aquel tiempo un próspero puerto internacional. Es probable, aunque necesitemos de ulteriores investigaciones para asegurarnos, que el inicial acomodo de la familia provenía del abuelo de Lewis, Archibald Hamilton, que comerciaba desde Greenock con las colonias británicas de Norteamérica, antes de que estallase la Revolución Americana, o la Guerra de Independencia Americana, como es más conocida. Archibald y su esposa Agnes tuvieron cinco hijos y una hija. Su tercer hijo, John, parece que heredó de su padre la habilidad para los negocios. Probablemente se unió a la compañía de su progenitor, pero también comerció por su cuenta, como hizo al comprar una participación en Gourock Rope Works (Fábrica de Aparejos Gourock) en 1876, cuando los aparejos eran los nervios vitales de la navegación a vela.
John se casó dos veces. Tuvo cuatro hijos de su primer matrimonio con Jean Campbell, y seis en su segundo con Isabelle Gellie. Estos enlaces me despistaron al principio, cuando investigaba sobre John y su influyente hermano mayor Hugh. No sabía que habían habido dos matrimonios y estaba sorprendido de que no aparecieran hermanos mayores de Lewis y que sin embargo me encontrara con dos John Hamilton creando familias. Me dí cuenta entonces de que la primera esposa de John había fallecido, que él se había vuelto a casar y que Hugh era un hermanastro de Lewis, mucho mayor que él, unos quince años, y nacido en el primer matrimonio de John.
John fue una persona distinguida, al punto de que llegó a ser uno de los nueve socios fundadores de la Renfrewshire Banking Co. en 1802, el año de su creación. La primera oficina de la entidad estuvo situada en Hamilton Street, en Greenock, aunque John conservó su propio despacho en los inicios de East Quay Lane. El banco abrió una sucursal en Glasgow en 1803, cuyo representante, a partir de 1805, fue Hugh, el hermano mayor de John. En 1809, al expirar el primer contrato con el banco, John y otro socio se retiraron. Desgraciadamente, John fallecería ese mismo año a la pronta edad de cincuenta y cuatro y Hugh se convirtió en el cabeza de familia.
Hugh mantuvo el nombre del negocio familiar, John Hamilton and Co., comerciantes de Greenock, mientras su hermano más joven, William, que igualmente tenía talento para los negocio, trabajaba como vinatero o comerciante de vinos también en la misma localidad. Los hermanos poseyeron asimismo otra compañía de Liverpool, comerciando bajo el nombre de William. Un exponente del status de Hugh fue su incorporación en 1813 al Consejo de Dirección de la Cámara de Comercio de Greenock.
Sin embargo no todo fue perfecto, porque en 1814 Hugh sufrió lo que él denominó como “ciertos infortunios”. Parece ser que fue un poco “liante” en los negocios y que había obtenido créditos con los avales de John Hamilton and Co. y David Hyde and Co., otra compañía en la que también participaba, pero manteniéndose deliberadamente fuera del trato, y pidiendo, casi suplicando, a otros que no apareciese su nombre. En 1814 todo el asunto salió a la luz cuando una entidad entró en bancarrota; el tema llegó a los tribunales, lo que tuvo un efecto dominó en varias compañías. Hugh fue descubierto y juzgado, resultando culpable por “conducta incorrecta” y se confiscaron tanto sus bienes personales como los de John Hamilton and Co. Sin embargo, debió arreglar su estado financiero muy rápidamente porque, dos años más tarde, en 1816, Hugh presentó una solicitud ante un tribunal de Edimburgo para que se le condonasen todas las deudas contraidas por él, tanto como miembro de David Hyde and Co., como de manera individual. No obstante, el litigio con varias compañías se prolongó en la Casa de los Lores hasta 1824.
En 1817, Hugh, utilizando sus contactos comerciales, dio los pasos necesarios para que su más joven hermanastro, Lewis, que contaba 15 años, emigrara a Tenerife para abrirse camino por sí solo, mientras el propio Hugo continuó trabajando en Greenock como comerciante y vinatero hasta su muerte en 1850.
Al crecer, los tres hijos de Lewis y Selina ocuparon sus lugares en el negocio familiar, y con ese fin, el mayor, John James se trasladó a Londres para trabajar junto a su primo Archibald Sinclair Hamilton, hijo de su difunto tío Hugh. Aunque eran primos hermanos, Archibald tenía la edad suficiente para ser el padre de John James. Hacia 1852 había en Londres varios Hamilton que eran comerciantes en general y comerciantes de vino. Bruce, Hamilton and Co. tenía allí una oficina y Archibald Hamilton, Comerciante, que también estaba registrada como Sinclair Hamilton and Co. Comerciantes, otra en Bishopgate. Por cierto, esta compañía suministró fusiles Enfield a los Confederados durante la Guerra Civil americana.
Lewis falleció en 1872, y cuando terminaba el siglo XIX la familia Hamilton se encontraba en la cúspide de su influencia. Santa Cruz era una estación carbonera para los buques de vapor que hacían las rutas de África y América del Sur. Para suministrar a los barcos existían tres compañías que importaban carbón de Gran Bretaña, de las que Hamilton y Cía. era, con diferencia, la más importante; entre 1903 y 1911 proporcionó más de la mitad del carbón que se utilizó en el puerto. A la vez que trabajaba en sus negocios de importación y exportación, la familia colaboró en el establecimiento de entidades bancarias en la isla y también se involucró en actividades benéficas, como la creación del Hospital de Niños y del Cementerio británico en Santa Cruz; asimismo sus miembros destacaron en la sociedad tinerfeña cofundando el Club Deportivo Tenerife, el Hotel Taoro en el Puerto de la Cruz y el Real Club Náutico en Santa Cruz.
La familia Hamilton diversificó sus actividades y aún es importante hoy en día, pero su victoriana presencia puede todavía detectarse en la enorme estación de bombeo de la Rambla de Castro, en la costa norte, en el Semáforo de Igueste, en los nombres de las calles, en el Hotel Taoro y en el Real Club Náutico.
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