El Fuerte de Almeida y el Museo Militar (Retales de la Historia - 188)

 
Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 30 de noviembre de 2014).
 
 
 
          En tiempos pasados, al Norte del núcleo urbano y al final de la calle de La Rosa, un promontorio de forma triangular caía abruptamente por el Naciente sobre la que antiguamente se llamaba playa de Roncadores, a cuya vera corría el camino de San Andrés. Su lado más corto miraba hacia la población y por la parte de tierra lo hacía sobre el barranco de Ancheta, al que poco antes de llegar al mar se unía –y aún se une bajo las Ramblas- el de La Leña, dando lugar a un solo cauce en su desembocadura. Aquel lugar más o menos aplacerado, tuvo por primer nombre el de Playa del Varadero, pues allí se hacían y reparaban navíos en el siglo XVI. Piloto y propietario de uno de aquellos barcos fue Juan de Almeida, y es muy posible que este personaje, como ocurrió en la Caleta de Blas Díaz y el barranco de Santos, diera su actual nombre al lugar.
 
          En el lado que miraba al mar existía, al menos desde el siglo XVII, una huerta llamada de los Melones, que daba nombre al camino que desde ella subía en cuesta por el margen derecho del barranco de Ancheta, y a una batería artillera situada hacia el final de la cuesta, la batería de los Melones. Este es el primer antecedente del fuerte de Almeida, cuya construcción comenzó en 1859 bajo la dirección del general de Ingenieros Salvador Clavijo y Plo, con dos objetivos fundamentales. El primero de ellos, ante el hecho de que ya los buques de guerra disponían de una potente artillería que podía con un solo impacto destruir toda una batería a barbeta o apenas defendida tras parapetos almenados, se hacía imprescindible proteger las defensas costeras que debían hacerles frente con sólidas fortificaciones. El segundo, por primera vez se trataba de proteger la plaza tanto de los ataques desde el mar como de los de tierra, por si el enemigo lograba desembarcar por otros puntos de aproximación, tal como había ocurrido en el primer intento de Nelson por el Bufadero. De haberse llevado a cabo completo el proyecto de Clavijo, Santa Cruz hubiera dispuesto de la más importante fortificación de Canarias, pero las restricciones económicas produjeron considerables retrasos e hicieron imposible su total realización. En la actualidad, de todo el complejo defensivo queda el edificio central, las casamatas soterradas del frente marítimo y poco más. Como recuerdo de su actividad de antaño pervive la denominación de la contigua calle del Saludo, en memoria de las salvas que desde allí se hacían, desde la muralla que miraba al mar, a los barcos que llegaban a puerto. Hoy Almeida es importante pieza del que fuera Puerto y Plaza Fuerte y testimonio del último de los reductos defensivos construido.
 
          Con la construcción de varios pabellones para albergar la tropa y los servicios, el lugar sirvió durante años de acuartelamiento al Regimiento Mixto de Artillería n.º 93 hasta que, trasladado el Regimiento, hoy es la sede del Centro de Historia y Cultura Militar y del Museo Histórico Militar de Canarias. El Centro aglutina y coordina toda la actividad cultural de las Fuerzas Armadas en Canarias y tiene convenios de colaboración con las Universidades de La Laguna y de Las Palmas de Gran Canaria, siendo de destacar su labor en el campo de publicaciones y de organización de ciclos de conferencias, que abarcan no sólo los temas militares sino también históricos y culturales. De él depende el Museo Histórico Militar, uno de los mejores del país, fundado por el coronel Juan Arencibia de Torres en 1988 en la etapa de su mando del Regimiento. En las salas del antiguo fuerte se muestran al público innumerables testimonios, materiales, gráficos y documentales de la historia de Canarias, entre los que destaca la monumental maqueta de Santa Cruz de Tenerife que representa la población que intentó tomar Nelson en 1797, con efectos audiovisuales, que por sí sola es merecedora de visita, aparte de poder admirar el famoso cañón “El Tigre” -hoy en exposición temporal en el centro de interpretación de la Plaza de España, esperando su pronta devolución- y las banderas británicas capturadas al enemigo. Estas salas resultan ya insuficientes para exponer todo el material disponible, por lo que se busca la fórmula de habilitar también las casamatas soterradas –que poseen una original tipología constructiva- para una necesaria ampliación. De todas formas, téngase en cuenta que tanto el edificio central como las casamatas, una vez debidamente restauradas, constituyen en sí mismos elementos que forman parte de la riqueza museística del recinto. Por otra parte, toda el área del antiguo acuartelamiento es parte integrante del museo, pues en el exterior se expone el material pesado que no tiene cabida en las salas.
 
          Los pabellones que en su tiempo albergaron las tropas y los servicios del Regimiento de Artillería, debidamente acondicionados acogen hoy una magnífica y nutrida Biblioteca de temas históricos y militares y el completísimo Archivo Histórico Militar, con unos dos millones de documentos, al servicio de los investigadores e interesados en temas histórico, que disponen de salas de estudio y consulta.
 
- - - - - - - - - - - - - - - - - -