La nana del vagabundo
Por Jesús Villanueva Jiménez (Publicado en el diario digital El periódico de Canarias el 8 de abril de 2014)
En este tiempo que nos ha tocado padecer. Para ellos.
Pocos saben qué fue de su niñez, // si acaso la tuvo, sin saberlo. // Hoy es parte de la esquina, // del ladrillo y de la piedra.
Es una mano sucia // abierta a la voluntad de algunos, // pendiente del repicar de las campanas // que le anuncie que se poblará la iglesia // y se cubrirá su ánimo // de un puñado de monedas.
El domingo extiende un paño ennegrecido // sobre las frías baldosas bendecidas, // a la puerta de la vieja iglesia, // y lo mira de reojo, // lo observa de soslayo // como quién contempla el vacío, // menos inquietante // si se disimula de metal.
Se fue la mañana // y voló la tarde, // como tantas otras. // No hay más que cruzar la calle, // atravesar el asfalto sucio, // tanto como su mano llena // de una nana que nunca tuvo.
Hoy su nana es un trago de vino // con la soledad, su compañera.
La calle se ha vaciado; // ya duerme la ciudad. // // Sobre un jergón de cartones, // con la mirada turbia, // observa su mano llena // de negros nubarrones, // que aferra la última moneda.
Se acurruca junto al muro alto // de la histórica y vieja iglesia, // y entre trago y trago, // pegando la boca seca // al envase de cartón barato, // el vino le canta una nana.
Los ojos se le han cerrado, // la frente junto a la piedra. // Él no es más que un vagabundo // parte de la esquina vieja.
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