Prólogo al libro "Santa Cruz anecdótico" de Marcos Pérez

 
Por Pedro Bonoso González Pérez (Julio de 2001)
 
 
          Cuando “Marcos Pérez” adquirió con Leoncio Rodríguez, director de la colección Biblioteca Canaria, el compromiso de elaborar un trabajo histórico-anecdótico-chicharrero, tenía como objetivo refrescar la memoria de sus contemporáneos. El que hoy adquiere la empresa editora con esta publicación es la de rescatar del olvido acontecimientos que, debido al paso del tiempo, al crecimiento de la ciudad, y a los nuevos modos de vida, son necesarios evocar para así recuperar esa memoria histórica necesaria para los pueblos a la hora de proyectar su futuro.
 
          El autor de Santa Cruz anecdótico, don Blas González, fue un sastre santacrucero con taller abierto en la calle de San Francisco y cuya fama, además de por su arte profesional, le venía dada por su ingenio y simpatía. Inició sus colaboraciones escritas en el periódico El Progreso y las consolidó en La Prensa, donde firmaba sus trabajos bajo el seudónimo de "Marcos Pérez". Con esa identidad aparente escribió crónicas, estampas y comentarios acerca de hechos, lugares y personajes santacruceros conocidos por él en su larga trayectoria de relación y estrecho contacto con las gentes.
 
          La obra aparece, a nuestro juicio, estructurada en tres partes. Una primera, bajo el título genérico de "Celebridades callejeras" dedicada a personajes que fueron fuente inagotable de anécdotas. Las tiendas de “seña Pino”, de “Rosa la Preciosa”, del “Señor Santiago” generaban, tanto por el perfil de sus dueños como por el de los que por allí pasaban, relatos humorísticos lo suficientemente numerosos para que fuesen tema de conversación. Personajes como el parrandero y guitarrista Luis "el Ciego", o el acordeonista Chapuz, que, cada uno por su lado, recorrían la ciudad haciendo música. Manuel "Visera", cambullonero a tiempo parcial, porque ganaba más en una hora de esta actividad que en una semana vendiendo pájaros de África, que era su oficio habitual. Así otros como "Blasillo", famoso en el muelle por ser el encargado de sacar del mar a los ahogados; los esposos "Chocolate" y el "Picudo" y la "Picuda", vecinos de la playa principal y domiciliados en las lanchas inservibles, cuya vida llena de discusiones era el divertimento de los que por allí pasaban; el forzudo Ramón "Potaje", o los guardias municipales, "Pistolita" y el señor Durán, tolerante y afable, uno, áspero y con mal carácter el otro. Más diluidos e indescriptibles, pero necesarios para ci anecdotario, aparecen "Lamparón", "Agua Sucia", "Tatiña", "Mariquita la boba", "Cho Verruga" o "Contreras".
 
          El ramillete de personajes se cierra con Manuel "Pajarito", famoso por su vestimenta; Isidoro Gopar, conserje de la Escuela de Náutica, que junto a Roque Morera, destacaron por sus notables composiciones poéticas; "Fatuto", personaje inolvidable tanto por su rudimentaria cultura como por su afición a la política; José "Oveja", cuyo apodo derivaba de su olor; el "Ficha", otro "licenciado" de la época; doña Prudencia, una asadora de castañas que las vendía a medio tostar; y, finalmente,, con espacio propio, nos muestra el autor a don Juan Barriuso, propietario de una famosa bodega y responsable de que los vinos tinerfeños fueran conocidos en el extranjero. Su originalidad venía dada por la costumbre de corregir a todo hablante que al expresarse incurriera en falta gramatical.
 
          En la segunda parte de la obra, "Marcos Pérez" nos presenta toda una serie de lugares de Santa Cruz que congregaban a gran parte de la población. Así la antigua Alameda y la calle de San José eran zona de confluencia y escaparate para quienes portaran valores externos. Por excelencia, eran la pasarela natural de la población santacrucera. Allí, y en zonas aledañas, estaban los comercios, hoteles, bares y los centros de reunión más importantes de la ciudad que, obviamente, generaban sucesos dignos de ser recogidos en este anecdotario.
 
          Formaban parte de este apartado, por derecho propio, La Gabarra, grupo de presión nacido como consecuencia de los chispazos que generaba la rivalidad entre Tenerife y Gran Canaria. Sus integrantes enfrentados unas veces, unidos otras y amigos siempre, fundaron incluso un periódico, El Abejón, para contestar las campañas antitinerfeñas que procedían de Gran Canaria. Todos sus "tripulantes" tienen una página personal en la historia de Santa Cruz.
 
          El último apartado de Santa Cruz anecdótico se refiere a los centros de reunión y diversión propiamente dichos. Son el Salón Frégoli y el Casino Principal como lugares cerrados y la plaza de la Constitución como enclave abierto a la población. Divertido y atrevido uno, clasista y selecto el otro, popular y bullicioso el tercero. Constituyeron los lugares en los que el pueblo de Santa Cruz generó, sin pretenderlo, toda una serie de hechos sin intención relevante que no modifican en nada la historia general y mayúscula de la ciudad, pero sí contribuyeron a enriquecerla y a hacerla mucho más viva e interesante.
 
          A pesar de la estructura aparente, las tres partes no son independientes. De sus protagonistas, en múltiple conjunción, obtenemos una crónica de la vida chicharrera; a través de las semblanzas de sus personajes significativos, unas veces, e irrelevantes, otras se asoman y entrecruzan para hacer la historia. En su conocimiento, comprensión y difusión de todos ellos reside el interés de este trabajo.
 
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