El Maestro Sabina (I)
Por Ana María Díaz Pérez (Publicado en El Día el 7 de junio de 1981).
El maestro Sabina, director de la Orquesta de Cámraa y subdirector del Conservatorio
En los momentos en los que nos sentimos más sensibles a la cultura vernácula y recordamos a ilustres personajes del Archipiélago de todos los ámbitos del saber, ha llegado la hora de seguir paso a paso, en la medida de lo posible, los acontecimientos cotidianos y artísticos que componen la biografía de quien fue director de la Orquesta de Cámara de Canarias y subdirector del Conservatorio de Música y Declamación de Santa Cruz de Tenerife: D. Santiago Sabina Corona.
Un hombre ejemplar, cuyo recuerdo nos está muy próximo en el tiempo, dado que aunque vio por primera vez la luz finalizando la centuria del XIX, concretamente el 25 de abril de 1893, toda su actividad profesional ocupa el siglo XX hasta su fallecimiento en la década de los sesenta.
Sus padres, don Santiago Sabina y doña Rosa Corona, naturales de Candelaria, instalan su residencia en Santa Cruz de Tenerife, en la calle de San Martín nº 14. El pequeño recibió las aguas bautismales en la parroquia de San Francisco de Asís, de manos del sacerdote don Antonio Verde y León, y ejerció las funciones de madrina doña Rosario Galván, según consta en el archivo de dicha iglesia.
El barrio del Toscal sería el lugar en el que se desarrollaría su infancia y su vocación musical, realizando en la capital santacrucera los estudios pertinentes que luego continuaría en Madrid.
A los diecisiete años el muchacho se presenta como director, al ponerse al frente de la orquesta del teatro de La Princesa en Valencia. De 1910 a 1913 se abre un periodo de ininterrumpido trabajo en casi toda la Península, y en los dos años siguientes, 1914 y 1915, su música traspasa las fronteras europeas y americanas, actuando en Francia, junto al célebre artista Frégoli, en Brasil, Argentina, Chile, Cuba y América Central.
Pero va a ser en Italia donde el Sr. Sabina manifestó su pasión por la música, al afirmar que adquirió la cultura que necesitaba en este sentido por medio de su constancia y esfuerzo.
París requiere su presencia en 1917 para dirigir en el teatro Sarah Bernhard la ópera Pepita, original del maestro Contesse, cuyo asunto hacía referencia a España; al mismo tiempo nuestro paisano se da a conocer al público francés, constituyendo un gran acierto sus interpretaciones Polichinela e Impresiones de Oriente.
De nuevo en la cuna de la cultura, Italia, el poeta Goffredo Fanti, muestra al director un poema de trama romántica para que le ponga música, obra que hizo surgir su primera ópera, en dos actos, y que llevó por título L´Errante, terminando más tarde otra ópera, cuyo texto pertenecía al mencionado poema y se denominaba Místico Fonte. Infatigable viajero, actúa en Padua interpretando una de sus composiciones, la Danza Exótica.
El mundo artístico ofrecía al músico múltiples ofertas, y así Esperanza Iris ve cumplido uno de sus propósitos al ver a su compañía bajo las órdenes de su experta batuta; don Santiago después de dar su conformidad, se traslada desde Canarias, donde se encontraba en esos momentos, a la capital de España, actuando en esta ciudad y en diferentes teatros de la Península, amén de iniciar una tournée por el Nuevo Continente que le condujo a Uruguay, Argentina y Brasil. A pesar de sus constantes viajes, siempre tenía presente a su familia y a su terruño, pues al decidir Esperanza Iris permanecer en México, él tomó la determinación de descansar unos días en Tenerife junto a sus padres y hermanas, sufriendo una ligera dolencia que le hizo guardar cama.
Hay que señalar un evento que le ocurrió al Sr. Sabina en el transcurso de la Primera Guerra Mundial, el cual no se borraría de su mente: se encontraba en el frente italiano con motivo de llevar a cabo una acción de humanidad, ya que se contaba con tres teatros a los que había sido invitado junto a otros artistas para realizar algunas actuaciones delante de los soldados. El Alto Mando advirtió que no existía peligro austríaco, pero acaeció que a las cinco de la madrugada del día siguiente al comunicado, una bomba hizo explosión con lo que se ordenó que la ciudad fuese rápidamente desalojada. El maestro inició una carrera a las seis de la mañana y, después de haber atravesado los ríos Sila, Livenza y Tagliamento, tomó un tren que lo trasladó hasta Bolonia, aquí leyó en los periódicos que los puentes de los ríos que había cruzado, hacía escasas horas, habían sido derribados.
Dos aspectos marcaron las directrices a seguir en su arte: el de director y compositor, incluyendo los músicos de renombre en su repertorio los preciados originales del maestro Sabina. Ejemplo de ello fue la puesta en escena, en Padua, por el director de orquesta italiano Toscanini, de una de sus creaciones, la ya mencionada Danza Exótica.
A comienzo de los años veinte, el santacrucero es requerido por varios organismos para dirigir la orquesta, acompañando la interpretación de Matilde Martín y Jorge Sansón de la Cavallería Rusticana, siendo el Ejército Africano el que se benefició económicamente, puesto que le fue entregada la recaudación de este acto.
En 1923, Madrid ve estrenar su ópera Nelva -en el teatro Apolo-, en la que colaboraron Matilde Martín y Jorge Sansón. Los barceloneses también serían deleitados con la misma composición pero interpretada, en esta ocasión, por la tiple Bugatto y el tenor Emilio Vendrell. Por esta época, el compositor inicia, junto a la ya citada Sra. Iris, sus últimos recorridos teatrales por América.
Corría el año 1924 cuando contrae nupcias en la capital de España con una joven madrileña; fruto de este matrimonio nacerían tres hijos, una niña y dos varones. Transcurrido un par de años, dos estrenos vendrían a formar parte de su amplia gama musical: en primer término, La Serrana, zarzuela costumbrista, en el teatro El Dorado de Barcelona, y en el Novedades de Madrid, en este escenario la compañía de Eugenio Casal hizo posible la representación, y, en segundo lugar, La Fuente de los Álamos, zarzuela en tres actos, en Santa Cruz de Tenerife.
Pasada una década lo encontramos en el teatro Colón de Buenos Aires en el que se representan Maruxa y Las Golondrinas, al frente de una compañía española de ópera de la que formaban parte el tenor Arregui y Matilde Vázquez, actuaciones que sirvieron de despedida de Sudamérica, porque en 1935 retorna a Madrid, y, de aquí, a Tenerife, para fijar su residencia definitiva en nuestra capital, renunciando a sugestivas proposiciones que, de haberlas aceptado, hubiesen privado a nuestras islas de su insustituible presencia y de todo lo que ello conllevaba.
En el Guimerá (17 de marzo de 1948) con los Coros del Conservatorio y la Masa Coral tinerfeña
Continuará...
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