Puente de plata (Puerto y puerta - 136)
Por Rafael Zurita Molina (Publicado en el Diario de Avisos el 19 de enero de 2014).
Malestar y pena, indistintamente, me han causado sendas informaciones publicadas durante la semana que hoy culmina. Una se refiere al previsto acto institucional a celebrar en La Laguna el próximo sábado, día 25, con motivo de solemnizar el fin de la obra de la Catedral; y otras, de diferente índole, que tratan de avivar el nunca superado pleito insular.
Lo que sin duda es una buena noticia para la Diócesis Nivariense, la reapertura al culto de la Catedral, como bien indica el obispo Bernardo Álvarez, nos apena que se aproveche para politizar lo que pretende ser una fiesta. Así es cuando Javier Abreu, secretario general de los socialistas laguneros y primer teniente de alcalde de la ciudad, proclama que no van a estar presentes en el acto institucional porque no están dispuestos “a dar la mano” al ministro de Educación, Ignacio Wert. Al respecto, si no desean ir, que no vayan; La Laguna es grande.
En cuanto al cansino, por cascado, pleito insular, no es casual que se active por personas que, al parecer, actúan fijando su atención en Tenerife, como son Juan José Cardona, alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, y José Miguel Bravo de Laguna, presidente del Cabildo Insular de Gran Canaria.
Causan asombro las declaraciones del alcalde de la capital de la provincia de Las Palmas, que rompe relaciones con Santa Cruz de Tenerife, por las razones que sean. Hizo bien el alcalde de la capital tinerfeña, José Manuel Bermúdez, en no darle mayor importancia. Además, quien las hacía era el mismo señor que, cuando se reivindicaba la presencia de Tenerife en la Red Transeuropea de Transportes, dijo que “la pugna entre las dos islas es algo que no lograremos quitarnos de encima en mucho tiempo; hasta que Gran Canaria definitivamente no despegue y se separe económicamente de Tenerife”. ¡Puente de plata!
En otra dimensión, nos referimos a una carta que el presidente del Cabildo de Gran Canaria remitió al presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero. Entresacando, le advierte de que los desequilibrios entre islas pueden llevar a los grancanarios al desapego hacia la autonomía y a un “insularismo insolidario”. Al parecer, los desequilibrios sólo afectan, dicho con énfasis, a la isla de Gran Canaria; las demás no importan.
Entre otras advertencias, el egotismo se acrecienta cuando dice que su “deber es llamar tu atención -se dirige al presidente- de que todo esto, de no corregirse, llevará a esta isla a un desapego y desafección inequívocos de la autonomía y a plantearse una autonomía insular plena”. Sin duda, una impropia conminación que lo define. En abril de 1978, con la primera Junta de Canarias, se reavivó el viejo pleito. ¿Se acuerda?
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