El alcalde Librero y la bandera de Nelson (Retales de la Historia - 144)

 
Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 19 de enero de 2014).
 
 
           Los datos que nos han llegado inducen a pensar que José Librero Sánchez fue persona de carácter ecuánime y de mente bien formada, que se esforzó en servir a la comunidad en las responsabilidades públicas que le fueron asignadas, incluso rebasando los límites de una simple obligación formal.
 
          En 1826 aceptó el cargo de alcalde suplente del agua, en el que fue confirmado como titular cuando a los dos años renunció Antonio Pérez Yanes, que lo había sido hasta entonces. El agua estaba entonces tan ligada a la riqueza forestal que el cargo de alcalde del ramo incluía el de guarda mayor de montes, por lo que cuando un vecino pidió licencia para sacar leña de los árboles arrasados en el terrible temporal de noviembre del 1826 y el alcalde interino José Guezala le pidió su parecer, Librero se opuso, alegando: “Creo menos perjudicial para el Monte de Aguirre la abundancia de leña seca que una sola hacha por sus inmediaciones, pues al abrigo de la seca sale la verde como ha sucedido siempre que se les ha permitido tomarla.”
 
          Con la nueva Ley de Libertad de Imprenta fue nombrado “juez de hecho” y, al tomar posesión de la alcaldía Juan de Mattos Azofra en 1839, resultó elegido alcalde segundo, presidiendo interinamente en numerosas ocasiones las sesiones municipales. En una de ellas logró autorización para aplicar parte del producto del arbitrio sobre las aguas de abasto para adquirir los faroles de la plaza de la Constitución y cubrir su mantenimiento. También intervino en la concesión de licencia a Julián Robayna para abovedar a su costa el barranquillo del Aceite a cambio de los solares resultantes, lo que facilitó dar salida hacia el camino de La Laguna -hoy Rambla Pulido- a las calles San Lucas, San Clemente, Jesús Nazareno y Callao de Lima. En el mismo año dirigió la lucha contra una plaga de cigarra, ofreciendo 5 reales por cada costal de insectos que se presentara, aconsejando que se tratara de exterminarlos a su llegada a las playas para evitar su introducción en los cultivos.
 
          En 1842, presidiendo la corporación como alcalde de segunda elección, atendió la urgente petición de virus de la vacuna de los alcaldes de Las Palmas, La Orotava y Gáldar, ocupándose de su rápida remisión. Este año, en que Matías del Castillo Iriarte ocupó la alcaldía por cuarta vez, se aprobó un nuevo reglamento de aguas de regadío y abasto público, asignando al alcalde del ramo, Miguel de Cámara el cinco por ciento de la recaudación en contra de la opinión de José Librero que estimaba que el cargo debía cumplirse sin estipendio. También por entonces pidió que se elevara representación al Gobierno, por “el vejamen que la Excma. Diputación hace al Cuerpo asignándole en el reparto mucho más de lo que le corresponde como provincia de tercera clase”.
 
          Vuelve a ser teniente de alcalde en 1844 con Bartolomé Cifra y León y el año siguiente con Lorenzo Tolosa y Marín, ocupándose del traslado del “chorro de arriba” a la plaza del Patriotismo, y de la prolongación de la bóveda del barranquillo de los Frailes gracias a las aportaciones vecinales, especialmente las de él mismo, cuyo importe nunca reclamó. Ocupó  igual cargo en 1848 con el nuevo alcalde José Luis de Miranda, hasta que este mismo año tomó posesión como alcalde constitucional en propiedad nombrado por S. M. Fue dos años después cuando el comandante de Marina pidió una de las banderas inglesas tomadas a Nelson para el Museo Naval que estaba formándose en Madrid y, sometido a votación, se aprobó por mayoría con los votos en contra del alcalde Librero y los concejales Forstall y Juan Coppe. Y se armó el lío.
 
          Mientras se recibía comunicación del Ministerio agradeciendo en nombre de S. M. la remisión de la bandera, las protestas del pueblo de Santa Cruz no se hicieron esperar y fueron en aumento, llevando al gobernador civil Antonio Halleg a suspender al alcalde Librero y multar a los concejales con 1.000 reales. Librero se retiró después de entregar el bastón de mando al primer teniente de alcalde Esteban Mandillo, y se acordó elevar recurso y consultar si la multa comprendía a los concejales que no concurrieron o votaron en contra, pidiendo que se repusiera al presidente y se levantara la multa. Posteriormente el gobernador aclaró que aunque José Librero estaba suspenso como alcalde debía concurrir a las sesiones como concejal, a lo que el interesado se negó hasta que no llegase resolución de S.M. sobre el parte de suspensión. El revuelo fue de tal dimensión que en octubre se conoció una R. O. del 16 de septiembre por la que se devolvía la bandera al pueblo de Santa Cruz.
 
          El primero de marzo de 1851 se anunció la llegada de la bandera en el místico Buen Mozo y se nombró comisión municipal para su recepción y entrega en la iglesia de la Concepción, para la que poco tiempo antes se había encargado un “armario vitrina de caoba”  para la conservación de los preciados trofeos. A los pocos días el beneficiado José González comunicaba al Ayuntamiento haber recibido en la parroquia la bandera inglesa. Y volvió la calma.
 
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - -