La Palma. Conquista, Milicias, Ejército e instalaciones.

 Pronunciada por Emilio Abad Ripoll el 14 de noviembre de 2013 en la Sala de Conferencias del Real Club Náutico de Santa Cruz de La Palma, dentro del ciclo “El legado flamenco y el devenir histórico del Ejército en La Palma” organizado por el Cabildo de La Palma y el Centro de Historia y Cultura Militar de Canarias.

 

 

CONQUISTA DE LA PALMA

Antecedentes

           Habían pasado ya algunos años desde que Gran Canaria se había incorporado a Castilla en 1483. El afán expansionista que en la Península estaba llevando a los cristianos a las puertas de Granada, también se hacía notar por estas tierras, y aún quedaban dos islas en las que no ondeaba el pendón castellano. Son varios los que pugnaban por que los Monarcas les designasen para el mando de las tropas encargadas de su conquista, como Maldonado, el Gobernador de Gran Canaria, o los señores de Lanzarote y La Gomera, o los hijos de Pedro de Vera, o don Alonso Fernández de Lugo, que habían mandado a los Reyes memoriales haciendo valer sus méritos y derechos para dirigir la empresa.

          Pero el más audaz iba a ser este último, Fernández de Lugo, quien se presentó en la Corte ante los Reyes y expuso sus credenciales: había participado en la conquista de Gran Canaria desde los primeros momentos, y de forma tan destacada que, tras la toma de Agaete, Pedro de Vera le había nombrado alcaide de la torre que allí se levantó; y desde la que su constancia en la defensa de la zona y su continuo hostigamiento hacia los naturales habían concluido con la captura del Guanarteme de Gáldar, Thenesor Semidán, quien convertido al cristianismo y bautizado como Fernando de Guanarteme servía con absoluta fidelidad a Lugo y, por ende, a los Reyes.

          Don Alonso se ganó la confianza real y en junio de 1492 se firmaron las correspondientes Capitulaciones por las que los Reyes lo nombraban Capitán y Gobernador de las islas de Tenerife y La Palma, a la vez que repartidor de tierras y agua en ambas. Además le daban el mismo cargo en los territorios de la costa africana comprendidos entre los Cabos Aguer y Bojador.

         (Aquí hago un inciso: piensen en la fecha: junio de 1492, cuando apenas hace 5 meses que se ha reconquistado Granada, Colón está organizando su viaje en busca de una nueva ruta a las Indias… y Fernández de Lugo se está comprometiendo a otra nueva empresa… La verdad es que tuvo que ser una época increíblemente prodigiosa…).

          Lugo se comprometió a reclutar fuerzas y conseguir subvenciones para conquistar La Palma en menos de 10 meses, en cuyo caso los RR.CC. le apoyarían con 700.000 maravedíes

Los preparativos

          Alonso Fernández de Lugo abrió en Sevilla cuatro “banderines de enganche” y otro en La Gomera, que era del Señorío de Herrera y no territorio de realengo, por lo que esa acción era ilegal, aunque reclutó también gente allí.

          Fletó en Cádiz dos barcos y arribó a Gran Canaria con 600 hombres. Allí completó sus huestes con 300 más: unos, antiguos conquistadores de esa isla y otros, naturales grancanarios - de entre los que destacaba el citado Fernando de Guanarteme-, y gomeros. Y con aquellos 900 hombres (de los que 100 eran “de a caballo”) y los pertrechos correspondientes, embarcados en 6 naves de distintos tipos, el 27 de septiembre de 1492 zarpaba poniendo rumbo a la costa oeste de La Palma.

La situación en La Palma

Imagen 1 CustomImagen 1 A Custom

          El gobierno de la isla de La Palma estaba dividido en 12 partes, cada una mandada por un (en algún caso por dos) reyezuelo o príncipe o señor, como prefiramos llamarlo.  A grandes rasgos en pantalla tienen la distribución de esos 12 “reinos” (entre comillas).

         En los momentos en que Lugo estaba preparando la expedición había luchas en la costa oeste entre territorios vecinos, lo que sin duda iba a  impedir la creación de un frente común contra los invasores, pero existían otros dos factores mucho más importantes que harían que la ocupación fuese más fácil de lo esperado.

         El primero era que, durante mucho tiempo, los habitantes de la zona oeste de la isla habían vivido en continuo sobresalto ante las frecuentes incursiones de los herreños para robar ganado o personas. Aunque desde hacía unos años se había llegado a una especie de acuerdo y establecido ciertas relaciones comerciales, sin duda los reyezuelos de La Palma confiarían en que la presencia de las tropas conquistadoras, en su calidad de aliadas, supondría una garantía de paz muy importante.

         Y la otra causa, puede que la principal, era la influencia que sin duda ejercían los misioneros franciscanos, quienes, desde hacía décadas,  llevaban predisponiendo a los naturales a aceptar de buen grado a los cristianos que pudieran llegar a sus costas, y a convertirse a la nueva religión. Destacaron entre los indígenas conversos una tal Francisca de Yazmira y, años después, precisamente en el tiempo de la conquista, Juan de La Palma, que, como veremos, iba a mediar en el conflicto con el caudillo palmense Tanausú.

Otoño-invierno de 1492

          El 29 de septiembre de aquel año memorable, cuando sólo faltaban 2 semanas exactas para el descubrimiento de América pisaban las gentes de Lugo las playas del bando de Aridane. Era el día de San Miguel, y de ahí el que se pusiera a la isla bajo su patronazgo.

         Tras asegurar la cabeza de playa y dejar en ella unos 30 hombres, comenzó Fernández de Lugo la penetración. Pronto se entrevistó con el reyezuelo de aquellas tierras, llamado Mayantigo (que en su lengua significaba “pedazo de cielo”), y tras la zalemas de rigor -y algún que otro regalo para ganar voluntades- le hizo las siguientes proposiciones:

                    - Oferta de paz, unión, trato y amistad entre españoles y naturales.

                    - Mayantigo debía prestar sumisión a los RR.CC., pero seguiría con el gobierno del territorio de Aridane.

                    - Mayantigo y todos sus vasallos deberían abrazar la religión cristiana.

                    - Los naturales tendrían las mismas libertades y lo mismos deberes que los españoles.

          Mayantigo aceptó de buen grado todos los puntos, y una vez que esas capitulaciones se fueron conociendo por los bandos vecinos se adhirieron a ellas los señores de Tihuya, Tamanca y Ahenguareme cuyas tierras fueron ocupando sin problemas los hombres de Lugo.

          Pero pronto iba a surgir el primer problema con los de Tigalate. Aquel territorio estaba regido por dos señores, Jariguo y Garehuda, quienes ordenaron oponerse a la penetración de los españoles, en parte por el agrio e indómito carácter del primero y también por el odio del segundo a cualquier extranjero, como consecuencia de que los herreños le habían matado una hermana. Se produjo un enfrentamiento y los naturales fueron vencidos, refugiándose algunos hacia el interior de la isla y aceptando la mayoría la ocupación.

         Pese a este incidente, la favorable reacción de los ya sometidos ante el trato que recibían, dado el buen comportamiento de los invasores con respecto a la población autóctona y, seguro que también, la eficiencia demostrada por las tropas de Lugo en la acción contra los de Tigalate, inclinaron a casi todos los demás señores a aceptar las condiciones de los castellanos. Y así, antes de que Fernández de Lugo dispusiese el repliegue a Tazacorte por la proximidad del invierno, se adhirieron a lo suscrito las partes de Tedote, Tenagua, Adehayamen, Tagaragre, Hicaguan y Tagalgen. Sólo quedó en rebeldía Tanausú, señor de Azeró (o Ezeró), cuyo territorio comprendía la parte más fuerte e inexpugnable de la isla: la Caldera de Taburiente.

Primavera de 1493. El final de la conquista

          Dispuesto Lugo a zanjar el problema con la mayor rapidez posible, evitando además que algunos de los demás señores cambiasen de opinión y pudiesen apoyar a los rebeldes de Tanausú, decidió atacarle en su propio territorio.

          Sólo había un lugar accesible para poder entrar en la caldera, llamado Adamacansis, y otro muy difícil, el paso de Axerjo (que en la lengua del país significaba “gran torrente de agua”). Lo intentó Lugo por el primero, pero las partidas que allí había dispuesto Tanausú hicieron imposible la progresión, y los cristianos, ante la posibilidad de una derrota importante si se empeñaban en la acción, hubieron de retroceder.

         No le quedó más remedio a Lugo que volver a intentarlo, pero ahora por el lugar difícil, por Axerjo. Allí, apoyados incluso por palmeros de los bandos de paz, empezaron a infiltrarse, pero pronto Tanausú se percató de la maniobra y, dominador de las alturas, obligó a retroceder de nuevo a los atacantes.

          Pensando Tanausú que los castellanos lo intentarían por tercera vez, y dispuesto a una resistencia a ultranza, quiso apartar de la posible zona de combate a ancianos, mujeres y niños, que fueron enviados a las partes altas de la isla, con la desgraciada consecuencia de que un súbito empeoramiento del tiempo ocasionó la muerte por congelación de la mayoría de los desplazados.

           Pero el Adelantado, aún a las puertas de la Caldera, había decidido cambiar de táctica y emplear con Tanausú el camino de la negociación que tan buen resultado le había dado el otoño anterior con casi todos los otros reyezuelos. Unos dicen que no era esa su intención, sino que sólo consistió en una treta para traicionar al caudillo indígena, mientras que para otros, la actuación de Lugo, que veremos ahora rápidamente, no fue sino una adaptación a las cambiantes circunstancias que se fueron produciendo.

            Envió el Capitán español al citado Juan de La Palma (quien, por cierto, era pariente cercano de Tanausú) a exponerle al líder rebelde los mismos puntos que habían aceptado los otros 11 bandos de la isla. La respuesta de Tanausú fue que se reuniría a hablar con Lugo cuando sus hombres se hubiesen retirado de su territorio y proponía como lugar de la entrevista la zona de la Fuente del Pino, en la parte de Aridane.

         Empezó el repliegue castellano hacia Aridane, pero -y aquí está el meollo del asunto- pensando Lugo que quizás Tanausú no aceptaría el acuerdo y la entrevista desembocase en un enfrentamiento, decidió que un fuerte destacamento permaneciese emboscado en las cercanías de Adamacansis y, en ese caso, le cortase la retirada hacia sus dominios.

          El 3 de mayo, y dado que los naturales no aparecían en el lugar convenido, Lugo ordenó avanzar de nuevo hacia la Caldera, pero un par de horas después de iniciado el movimiento de sus fuerzas, encontró que bajaban Tanausú y los suyos, también en orden de guerra, pues igualmente desconfiaban del movimiento de los españoles.

          Los que defienden a Lugo consideran que quizás en aquellos momentos, pensando en una inminente agresión de los naturales y sabedor de que en el interior de su territorio Tanausú era invencible, consideró que el terreno en que se encontraban era mucho más favorable para él… y decidió atacar. Los que tachan de traidor al Adelantado opinan que, como he dicho antes, todo estaba preparado y no fue más que una premeditada añagaza para sacar a Tanausú y sus huestes de su reducto, faltando así a la palabra empeñada.

          Lo cierto es que se entabló un duro combate que se mantuvo igualado por algún tiempo, hasta que apareció por la retaguardia de Tanausú el destacamento castellano que había quedado en Adamacansis, decidiendo así la victoria a favor de Lugo.

        Aquel hecho de armas acababa de incorporar la isla de La Palma a la Corona de Castilla. Que se produjese un 3 de mayo, día que la Iglesia Católica dedica a la veneración de la Santa Cruz, hizo que Fernández de Lugo bautizase con el nombre del Sagrado Madero a la capital de la isla. Curiosamente, justo 1 año después, plantaría Lugo otra cruz en las playas de Añazo, en Tenerife, lo que también daría el mismo nombre a la capital de la isla del Teide.

        Todos conocen el triste final del bravo Tanausú, quien al ser enviado con otros naturales más a ser presentado en la Corte a los Reyes Católicos, se negó a comer durante el viaje y murió por inanición.

 

LA PALMA ESPAÑOLA

Los primeros momentos

          Lugo eligió para fundar la que iba a ser la capital de la Isla un abrigado lugar en el bando de Tedote, en la bahía que era, y es, el mejor fondeadero de La Palma y que se extiende entre la punta de San Carlos al Sur y la de Sancha al Norte. Dicen las crónicas que hincó una gran cruz en un sitio llamado por los naturales Tinibucar, en cuya zona, además de sus reales, pronto empezaron a levantarse humildes chozas de piedras y barro, con techumbres de palmas y ramas.

          Y al Norte del barranco de las Nieves, en una gran cueva que se llamaba de Carias, y que había sido donde moró el último reyezuelo de Tedote,  el Adelantado convocaba y reunía por vez primera el Cabildo de la Isla, compuesto por hombres por  él mismo designados, siguiendo lo estipulado en las Capitulaciones que firmó con los Reyes Católicos.

Ermita Encarnación Custom

Ermita de la Encarnación (Página web del Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma) 

          Allí mismo se iba a establecer la Aduana y en sus cercanías se construirá una Ermita -de la Encarnación- que pronto será la primera parroquia de la incipiente Santa Cruz de La Palma.

Virgen Encarnación Custom

Nuestra Señora de la Encarnación (www.liceus.com)

           A ella llegaría antes de 1525, y traída desde Amberes por el conquistador Marcos Roberto, una preciosa imagen de la Virgen de la Encarnación.

          Ya vimos como los Reyes habían confiado a Alonso Fernández de Lugo el repartimiento de tierras y de aguas de la isla, pero el Adelantado, deseoso de acometer la conquista de Tenerife, delegó esa responsabilidad en un primo suyo llamado Juan Fernández de Lugo Señorino.

        Son los primeros pasos de la labor colonizadora, de la tarea pacífica de que habla Rumeu de Armas en su monumental Canarias y el Atlántico. Pero por estos lares había una larga y penosa tradición que no se iba a ver interrumpida con la llegada de los españoles: la de sufrir con mucha frecuencia ataques piráticos que a veces, como en el segundo tercio del siglo XVI, revistieron especial peligro. Y es que Canarias, además de ser ahora frontera de Castilla, empezaba a ser codiciada pues en sus puertos fondeaban flotas de mercantes que llevaban y traían riquezas por aquel cordón umbilical que unía la España de Europa con la que estaba naciendo en América, por la ruta marina que se llamó la “carrera de Indias”.

 

 MILICIAS  CANARIAS

Su nacimiento

           Y cuando, como era tradicional en aquellos tiempos, lo lógico hubiera sido que el Ejército de la conquista se hubiese disuelto, la permanente -y creciente- amenaza no iba a permitir que los isleños, naturales y recién llegados, se dedicaran a cultivar la tierra, pescar, comerciar o cualquier otra labor pacífica de la actividad humana.

           Aquellas humildes fortificaciones que se levantaron como cabezas de playa en los momentos iniciales de la conquista para defenderse de los ataques de los naturales, es decir, del interior, debían dar ahora media vuelta y robustecerse para enfrentarse a la amenaza que venía del mar. Y se necesitaban hombres para guarnecerlas y para defender las playas, lo que iba produciendo la natural integración de los conquistadores y de los conquistados en defensa de los intereses comunes: sus vidas y sus haciendas, reforzando así los lazos de sangre que enseguida, con los matrimonios entre castellanos y naturales habían comenzado a construir una historia y un  pueblo nuevos.

           Iban a nacer, porque la necesidad lo impuso, espontáneamente, unas organizaciones paramilitares que todavía no eran estrictamenteUnidades militares,  pero sí las antecesoras de las Milicias Canarias. Eran autónomas, pues los Cabildos tuvieron que improvisarlas por islas, de forma independiente en función de la amenaza que se cernía sobre cada una de ellas. Las constituían grupos poco coherentes y poco disciplinados, mandados por un cuerpo eventual de oficiales elegidos por los Cabildos entre las clases hidalgas o acomodadas, y lógicamente, en muchos casos con poca aptitud para el ejercicio de las armas.

           Las Milicias, creadas a imagen de los Regimientos Provinciales peninsulares, aparecerían en Gran Canaria con Rodrigo Manrique de Acuña y Pedro Cerón en 1551, y según Rumeu de Armas se estructuraron y organizaron “no ya para una acción determinada… sino como algo permanente y estable encargado de la defensa del país frente a sus invasores”. Dos años después se crearán en Tenerife, y en 1554 -un año después de lo de Pie o Pata de Palo- en La Palma.

          Las Milicias estaban compuestas por todos los hombres útiles de entre 16 y 60 años. Su armamento no era precisamente de lo mejor que se disponía en aquellos momentos, pues las prioridades de las guerras en Europa primaban.

          Las organizó aquí el Gobernador de Tenerife Juan López de Cepeda, que vino a esta isla dos veces aquel 1554 y nombró Capitán General, es decir Jefe de las Unidades militares, de La Palma a Juan de Monteverde.

          Aquel mismo año Cepeda informaba al Rey que “estaba organizando la gente en cuadrillas, como es necesario”, y en otra carta al Consejo de Guerra decía ya “tener la gente organizada en compañías y escuadras”. Monteverde, en 1556 (dos años escasos después de la creación), comunicaba a la Corte que contaba “con 400 arcabuceros y 1.600 hombres de pelea mal armados.” Y otros tres años más tarde se organizaba el primer “alarde” o revista pública.

         La organización de las Milicias debía ser muy similar en todas las islas, no en vano se había ido copiando el sistema diseñado por Acuña y Cerón en Gran Canaria. En teoría, las compañías estaban formadas por 200 hombres, pero es lógico pensar que ante las diferentes entidades demográficas de las islas, o incluso de zonas dentro de cada una de ellas, ese número sería meramente orientativo.

          En Tenerife y Gran Canaria las Compañías se iban a agrupar en Tercios, mandados por un Maestre de Campo, y compuestos por un número variable de Compañías por la razón expuesta antes. Pero al principio en La Palma no iba a ser así y las Compañías estarían “sueltas”, como se decía por aquel entonces.

           No hay muchos datos para conocer la organización aquí, pero sí sabemos que, con excepción del ataque de Pie de Palo (cuando aún no estaban constituidas las Milicias), las restantes intentonas que se produjeron a lo largo de la segunda mitad de aquel siglo XVI, y en los sucesivos, fueron rechazadas contundentemente. Rumeu de Armas ensalza la labor de las Milicias en todo el Archipiélago diciendo que ninguna otra Unidad de los Tercios de Milicias Provinciales de la Península las igualaba en eficiencia.

           Cuando Drake atacó Santa Cruz y la isla en 1585, gracias a Torriani conocemos el total de efectivos de las Unidades de Milicias palmeras y su despliegue en aquellos momentos: 12 compañías y 2.045 milicianos distribuidos entre 600 arcabuceros y 1.445 piqueros.

            No he citado, y es importante hacerlo, que también desde un principio se instauró un servicio de vigilancia costera desde atalayas que se ubicaban en puntos destacados del litoral. Su misión era la de alertar de la aparición de navíos que pudieran suponer una amenaza y se llevaba a cabo por milicianos de las Compañías en cuyo ámbito de responsabilidad se situara la citada atalaya. Hay constancia de que en la isla existieron al menos 10 de ellas.

           Y otro servicio que realizaban los milicianos era el de “vela nocturna” o guardia por las noches en los castillos de San Miguel y del Cabo, a cargo de 16 soldados que cobraban una determinada cantidad sufragada por los vecinos de todos los pueblos, con excepción de las viudas.

          En 1589 Felipe II nombraba el primer Capitán General del Archipiélago. Se trataba de don Luis de la Cueva y Benavides, que, entre otros trabajos va a comenzar una labor de normalización de las Milicias. Ello le va a llevar a frecuentes enfrentamientos con los Cabildos, acostumbrados durante casi un siglo a controlar la defensa de la isla respectiva y desde hacía décadas a designar quienes debían ejercer los cargos de Maestre de Campo y Capitanes.

          Y también en este siglo XVI habían nacido los pilares de la defensa. En este tema voy a ser muy escueto, pues en los últimos ciclos de conferencias se han tratado con detalle las fortificaciones con que contó la isla. Por ello, haremos una simple enumeración, con la ayuda de alguna que otra proyección para no aburrirles en demasía. Y ésta era la situación a lo largo del XVI.

          Empezamos por la más antigua de las fortificaciones palmeras, la Torre o Castillo de San Miguel o del Puerto, que existía ya en 1515 pues hay constancia del nombramiento de su castellano. Fue sufriendo modificaciones y reconstrucciones a lo largo de una historia de 4 siglos y tuvo una destacada actuación en la victoria sobre Drake.

 

San Miguel 1 Custom

 

Torre de San Miguel o del Puerto antes de 1554. ("Apuntes para la historia de las fortificaciones de Canarias" . J.M. Pinto de la Rosa)

 

San Miguel 2 Custom

Torre de San Miguel o del Puerto después de la reforma de 1555  ("Apuntes para la historia..." de J.M. de la Rosa)

         

           Asimismo en el XVI, y después de la rapiña de Pie de Palo, nacería hacia 1560 el castillo de Santa Catalina o Principal.

Santa Catalina 1 Custom

Castillo de Santa Catalina en el siglo XVI, poco después de su construcción  ("Apuntes para la historia..." de J.M. Pinto de la Rosa)

 

Santa catalina 2 Custom

 

Castillo de Santa Catalina hacia 1590  ("Apuntes para la historia..." de J.M. Pinto de la Rosa)

 

          Más al Norte, al otro lado del Barranco, se iba a levantar, años después, hacia 1568, y para defender la zona por la que había desembarcado Pie de Palo, el Castillo de Santa Cruz del Barrio o del Cabo, con la Muralla del Norte, que desde él se dirigía  hacia las elevaciones próximas.

Cabo 1 Custom

Castillo de Santa Cruz del Barrio o del Cabo, con la Muralla Norte  ("Apuntes para la historia..." de J.M. Pinto de la Rosa)

         

          Y en la parte Sur, en la playa de Bajamar, nacerá también hacia 1568 el Castillo de San Carlos, del que luego vermos un plano.

          Finalmente, cuando casi acababa el siglo, cerca de 1590 se construyeron próximos a Tazacorte los pequeños Castillos de San Miguel o de Puerto Naos y de Juan Grage, que unos 25 años después rechazaron el intento de una escuadra turca.

Tazacorte 1 Custom

Las fortificaciones de Tazacorte según plano levantado por A. Riviere y sus Ingenieros Militares en 1742

 

Las Milicias en los siglos XVII y XVIII

          En el aspecto organizativo nos quedamos hace unos minutos en la llegada a Canarias de su primer Capitán General, que, entre otros encargos, seguro que traería el de “normalizar” las Milicias. Pero no se puede decir que fuese mucho lo que en este aspecto consiguió de la Cueva, aunque las cosas cambiarán y la normalización y el control de las Unidades de Milicias por el Capitán General se acentuarán a partir de la llegada a las islas en 1625 de otro nuevo Jefe Militar del Archipiélago, un veterano de gran prestigio llamado don Francisco González de Andía.

          Este hombre empezó por eliminar cargos superfluos y reducir el número de Unidades. Por ejemplo, aquí en La Palma, por fin las 12 Compañías se habían agrupado por fin formando un Tercio, que luego se desdoblaría. Pues bien, Andía dejó solamente 1 Tercio. Y se ocupó también del control de asistencias a los adiestramientos y de mejorar el estado del armamento.

         Pero Andía se fue, los años del siglo XVII fueron transcurriendo y de nuevo empezó la proliferación de Unidades. Sin embargo todos ustedes conocen que al pasar la hoja de calendario entre aquel siglo y el siguiente, el XVIII, se iba a producir en España, desde el punto de vista estatal, una variación trascendental: el cambio de la dinastía que regía los destinos de la Nación. A partir de ahora, con los primeros Borbones, la política española iba a seguir las pautas de la francesa y los Ejércitos no serían un caso aparte en esa homologación a Francia.

          Como consecuencia, los Tercios iban a ser sustituidos por Regimientos, los Maestres de Campo se llamaran Coroneles y aparecerán las figuras del Teniente “de” Coronel y Teniente “de” Capitán. En Canarias la modificación se produjo en 1707 y las Milicias palmeras se agruparon en 1 Regimiento.

         A lo largo de los años de aquel XVIII iban a seguir la reorganizaciones y los cambios de denominaciones, como sustituir el nombre de Capitán General por el de Comandante General, pero para lo que nos ocupa hoy revestiría una especial importancia la promulgación de las Nuevas Ordenanzas de Carlos III en 1766 y, sobre todo, la llegada a Canarias, tres años después, del hombre encargado de aplicarlas, el Coronel don Nicolás Mazía Dávalos, con la misión exclusiva encomendada por el Monarca de instruir y disciplinar a las Milicias.

        Además Mazía va a crear las “guarniciones fijas” (lo que podríamos denominar Unidades del “Ejército regular”), con una doble finalidad: la de constituirse en el principal soporte humano de la defensa (lo que descargaba a los milicianos de acudir a todas las alarmas que se pudieran producir) y la de instruir a las Milicias. Se constituyeron 3 Compañías, pero al ubicarse dos de ellas en Tenerife y una en Gran Canaria, esta creación no tuvo una gran influencia en La Palma, que debía seguir basando su defensa exclusivamente en sus Milicias insulares. Y lo mismo sucederá cuando las 3 Compañías se conviertan en 6 y luego en el Batallón de Infantería de Canarias, de guarnición en Santa Cruz de Tenerife.

     Pero si bien lo anterior fue importantísimo para Canarias, hoy nos toca hablar de las Milicias, que fueron reorganizadas por Mazía fijando las Unidades de Infantería y Artillería (desaparecían ya las de Caballería) que tienen en pantalla. Como ven 11 Regimientos y dos Secciones de Compañías sueltas, así como 12 Compañías de Artillería, de los que 1 Regimiento de Infantería y 2 Unidades de Artillería eran la guarnición de La Palma.

        Por lo que respecta al Regimiento de Infantería, compuesto por 1 Compañía de Granaderos, otra de Cazadores y 8 de Fusileros, distribuía por cuestiones administrativas los cazadores y los granaderos entre las 8 compañías de fusileros, cuyas cabeceras eran las localidades de Santa Cruz, Breña Alta, Breña Baja, Mazo, Fuencaliente, Los Llanos, Sauces y Puntallana. La plantilla de una Compañía alcanzaba los 147 hombres, y el total regimental el de 1.176 milicianos de Infantería, a los que había que sumar otros 160 de Artillería. Hay que destacar que en 1792 componentes de la Compañía de Granaderos, junto a similares de las otras islas y el Batallón de Infantería de Canarias fueron enviados a la Guerra del Rosellón.

         Y como hicimos antes, pasemos una rápida mirada por las fortificaciones en esos siglos XVII y XVIII.

           Empezando por el Sur del frente marítimo de la capital hay que destacar que en 1694 un tremendo aluvión del barranco del Socorro destruyó aquel Castillo de  San Carlos que se había levantado en la playa de Bajamar. Tras casi 50 años en estado ruinoso, en 1742 fue demolido definitivamente.

San Carlos 1 Custom

Plano del Castillo de San Carlos (Bajamar) levantado por A. Riviere y su equipo de Ingenieros militares en 1742, año de su derribo

 

          Pero en sus cercanías, se va a levantar inmediatamente otro Fuerte, que se llamará también de San Carlos o de los Guinchos…

San Carlos 2 Custom

Plano del Fuerte de San Carlos o de Los Guinchos, levantado por A. Riviere y su equipo de Ingenieros militares y con arreglo al cual se contruyó en 1743

 

 San Carlos 3 Custom

Fuerte de San Carlos a finales del siglo XVIII ("Apuntes para la historia..." de J.M. Pinto de la Rosa)

         

          … y que a finales del XVIII nos dice Pinto de la Rosa que tenía este aspecto. En sus terrenos se instaló en 1941 la Batería de Costa que citaremos luego y esa denominación de “El Fuerte” ha llegado hasta nuestros días, pues así se llama el cuartel que se levantó en los años 50 del pasado siglo y que alberga hoy al Centro de Formación de Tropa Profesional de Canarias.

 

San Miguel 3 Custom

Plano del Castillo del Puerto levantado por Antonio de la Riviere y su equipo de Ingenieros militares (1742)

 

          Y, tomada de un plano militar de la época, esta es la planta del Castillo de San Miguel o del Puerto en 1742.

          A principios del XVIII se va a reforzar el frente marítimo de Santa Cruz con la construcción de varias baterías

Palmaria 1 Custom

Nobilisima Palmaria Civitas (parte Sur)

 

Palmaria 2 Custom

 

Nobilisima Palmaria Civitas (parte Norte)

 

          Sobre estas dos partes del Nobilisima Palmaria Civitas les he indicado la existencia de las siguientes Baterías: La conocida del Puerto, la de Almeda o Sta. María de Saboya, la de los Clérigos o de San Pedro, la de Méndez o de San Felipe y los antiguos castillos de Santa Catalina y del Cabo, con su muralla. A la derecha, hacia el norte, he señalado la desembocadura del Barranco de Maldonado, en cuya zona se levantaron sucesivamente en el XVII dos Baterías: la de San Jacques o San Roque y la del Carmen, que sustituía a la anterior. Y hay constancia de otra Batería junto al Castillo del Puerto que nació en el XVIII y se llamó de San Antonio, quizás donde hoy se levanta el edificio de la Autoridad Portuaria.

          Y de Santa Catalina y El Cabo es el momento de proyectar estos bellos planos de ambas fortificaciones levantados en 1742

 

Sata Catalina 3 Custom

Castillo de Santa Catalina en 1742 (Según Riviere y su equipo)

 

El Cabo 2 Custom

 

Castillo de Santa Cruz del Barrio o del Cabo en 1742 (Según Riviere y su equipo) 

 

          No podemos olvidarnos tampoco de los dos pequeños reductos de Tazacorte, que a mediados del siglo XVIII, después de reconstruidos, tenían este aspecto, según recoge en su obra Apuntes para la historia de las fortificaciones de Canarias el coronel don José María Pinto de la Rosa.

 

        

 

Batería San MIguel Custom

Batería de San Miguel

 

Batería de Juan Graje Custom

Batería de Juan Graje

 

El siglo XIX. Reorganizaciones y fin de las Milicias Canarias.

          Apenas iniciado el nuevo siglo, en 1803, apareció un Reglamento de Nueva Planta y Constitución de los Regimientos Provinciales de Milicias de Canarias, en el que se reducían fuertemente sus Unidades y efectivos (por ejemplo, en La Palma la plantilla de 1.176 hombres menguaba a unos 600), pero no haremos ya más comentarios a esta disposición porque un año después quedó en suspenso por una Real Orden.

          Tras otros dos intentos de reforma a escala regional a cargo de los Comandantes Generales Casa Cagigal y Rodríguez de la Buria, y las apariciones y desapariciones, por motivaciones políticas, de otras Milicias (las Honradas, la Nacional, la Nacional Activa, etc.),  en 1844 se procedió a reorganizar las Milicias Provinciales. Aquellos 11 Regimientos canarios que vimos en el último cuarto del XVIII y más de cuatro décadas de este XIX, se reconvirtieron en 8 Batallones y se mantuvieron las Secciones de Gomera y El Hierro. A La Palma le correspondió el 6º Batallón, formado por 8 Compañías de 123 hombres cada una.

          Estamos en un momento importante y me voy a detener un segundo para hacerles una puntualización.

          Si a nivel del Archipiélago los efectivos de Milicias en Canarias representaban en 1844 el 74% de las plantillas de 1771, no sucedía así en La Palma, en la que la disminución en de tan sólo 192 hombres, es decir, el número de milicianos suponía el 85,7 % de las plantillas de los fijados por Mazía. ¿Y por qué han disminuido menos los milicianos en La Palma que la media canaria? Pues muy sencillo, porque en esta isla no existía aquella guarnición fija, creada por el Coronel Mazía y que se convertiría más tarde en el Batallón de Infantería de Canarias, ubicado en Tenerife. Aquí, como en Lanzarote, Fuerteventura, Gomera, Hierro y en buen parte Gran Canaria, seguían siendo las Milicias las encargadas de la defensa.

          En 1864, nueva reorganización, siguiendo la pauta a escala nacional. Se constituyeron entonces 3 Medias Brigadas en el Archipiélago, agrupando cada Unidad algunos de los Batallones que ya conocemos. La 3ª  Media Brigada tenía su Plana Mayor en Santa Cruz de La Palma y estaba constituida por el Batallón palmero y las Secciones de Gomera e Hierro. Este sistema sería suprimido apenas dos años después.

          Y tan sólo habían de pasar unos meses, ya en 1867, para que en la Península desaparecieran las Milicias Provinciales, comenzando a utilizarse los conceptos de Ejército Activo y Ejército de Reserva. Aquí el componente activo lo constituía el Batallón Ligero Provisional de Canarias, heredero de nuestro conocido Batallón de Infantería de Canarias. Su tropa era voluntaria, y si no se cubrían las plantillas se completaban con prorrateos forzosos entre los Batallones y las Secciones de Milicias.

          Tras ese primer aldabonazo, en 1876 se suprimieron las 17 Compañías de Artillería por “anticuadas e inservibles”. Estaba claro que el final de las Milicias Canarias se acercaba. En 1880 el Ministro de la Guerra pedía que se le enviase urgentemente un proyecto de reorganización de nuestras Milicias, preludio de lo que sucedió el 10 de febrero de 1886 cuando se publicó un Real Decreto poniendo en vigor un Reglamento de Organización del Ejército Territorial de Canarias. En el 3º de sus artículos se podía leer: “En su consecuencia, quedan suprimidas las Milicias Canarias y su Subinspección…”

          En resumen durante el siglo XIX, especialmente a partir del inicio del reinado de Isabel II, tengo la sensación de que, con respecto a las Milicias Canarias no se supo bien qué hacer, porque no podían regirse por las mismas normas que las Milicias provinciales peninsulares, dado que su misión exclusiva y permanente de defensa del Archipiélago (durante más de dos siglos sin fuerzas del Ejército regular y desde finales del XVIII convertidas en su segundo escalón en alguna isla solamente), no tenía parangón con las de allá, reserva de las del Ejército del Rey.

          Y además, “esto” caía lejos y existía un gran desconocimiento de la realidad canaria en la Corte. Y si, más o menos, desde la perspectiva de Madrid y sus alrededores, el sistema funcionaba aquí, más valía “no meneallo”.

          Por ello, en muchas ocasiones nuestras Milicias no se incluyeron en las reformas o reorganizaciones generales; y cuando sí se hizo, en varias de ellas se produjo con retraso, como si se hubiesen dado cuenta tarde o no estuviesen seguros de la necesidad de reformarlas.

          Mi conclusión es que las Milicias Canarias pervivieron casi dos décadas más que las peninsulares, sencillamente porque se consideraba que hacían falta, que eran necesarias para la defensa del Archipiélago.

          Y, lo acabamos de ver, en 1886 se llegó al final de una trayectoria que, oficialmente había comenzado en 1561. Es decir, al menos 325 años de existencia. Las Milicias Canarias fueron, desde mucho antes de que la Revolución francesa extendiese la idea, el más verdadero y genuino concepto de “la Nación o el Pueblo en armas”.

          Con la desaparición de las Milicias nacía entonces el Ejército Territorial de las Islas Canarias, sujeto a las mismas leyes y disposiciones que el peninsular, con cuerpos activos y de reserva. Los contingentes de los activos se reemplazarían según el modelo peninsular, pero quedaban exentos los canarios de ir a servir, en tiempos de paz, a las provincias de Ultramar. Para los de reserva se organizaban 6 Batallones de Reserva, que mantenían las dotaciones territoriales de los antiguos cuerpos de Milicias. En concreto, el de La Palma se llamaría Batallón de Reserva núm.  3.

          En cuanto a las fortificaciones, su deterioro fue imparable a lo largo del XIX, a lo que hubo que unir la desaparición de las Unidades milicianas de Artillería. Surgió, sin embargo, un nuevo reducto, el de Paso Barreto o de Bajamar, entre Santa Cruz y San Carlos pero más cerca de éste. Quizás fuese la zona donde se instalaron 2 piezas sueltas de artillería durante los años de la 2ª G. M.

 

 EL  EJÉRCITO  TERRITORIAL  EN  LA  PALMA

           Vamos a repasar rápidamente al historial de la Infantería palmera.

          En 1900 ocurría un hecho trascendental. Se creaba en Cádiz un Batallón que llevaría el nombre de Batallón de Cazadores de Canarias y que se ubicaría en Santa Cruz de La Palma. Sus suboficiales pertenecían a la Primera Región Militar, mientras que los cabos procedían de las unidades andaluzas. Dos compañías, la 1ª y la 3ª, compuestas por soldados peninsulares embarcaban en mayo de aquel año rumbo a Santa Cruz. Las otras dos se constituirían en base a canarios, la 2ª organizada en Gran Canaria y la 4ª en Tenerife, pudiendo decirse que había culminado la organización del Batallón a finales de 1901.

          Y la Unidad se va a alojar en el antiguo Convento de San Francisco, aunque por el escaso espacio disponible, parte de él utilice también las Ermitas de Santa Catalina y San José.

San Francisco Custom

Convento de San Francisco

 

Santa Catalina Custom

 

En la ermita de Santa Catalina -hoy desaparecida- se conservaba este bella imagen de la Santa.

 

San José Custom

Ermita de San José

 

          Seguramente para evitar confusiones en las denominaciones, en 1904 la Unidad pasa a llamarse Batallón de Cazadores de La Palma, con 8 Compañías, 2 en actividad, 2 en 1ª reserva y 4 en 2ª reserva -Santa Cruz, Mazo, el Paso y San Andrés y Sauces-. Ese mismo año envió un Destacamento a Río de Oro o Villa Cisneros. En 1906 se le añadía el numeral 20, …

formación Custom

El Batallón de Cazadores de La Palma núm. 20 preparado para rendir honores a Don Alfonso XIII

 

          … precisamente el año en que, con motivo de la vista real a Canarias, la Unidad fue revistada por S.M. Alfonso XIII.

          Continuemos con el historial. Tras otro cambio de denominación, ahora será el Batallón de Montaña La Palma núm. 8, se produjo su traslado a Jaca, su integración en el Regimiento Galicia núm. 15 y su sustitución en esta isla por un Regimiento de Reserva.

guión Custom

Guión que se conserva en el Museo Histórico Militar de Canarias (Almeyda, Santa Cruz de Tenerife)

 

          Y sigamos. Apenas terminada nuestra guerra civil (1936-39) se creó  el Batallón de Infantería Independiente núm. 31, pero la situación en la conflagración mundial que estalló enseguida hizo temer un ataque a Canarias. Se produjo una movilización que para la Infantería del Archipiélago supuso una duplicación de las Unidades existentes y esa fue la causa del nacimiento del Batallón 131, que se asentaría en El Argual, en Los Llanos de Aridane. Tras la guerra mundial, lentamente las aguas volverán a su cauce.

          El Batallón abandona San Francisco y se traslada a un nuevo y hermoso cuartel, el Fuerte, en Breña Baja, en 1952...

cuartel Custom

El acuartelamiento El Fuerte casi terminado (c. 1950) 

 

          … y siguen los cambios de denominaciones con motivo de reorganizaciones importantes en 1965 y en los 70, 80, y 90. Y, al final, la disolución del Batallón el año 2003, en momentos que bastantes de los que estamos aquí vivimos de cerca.

           Pero no quiero dejar de señalar que en los años de la 2ª Guerra Mundial La Palma albergó otros refuerzos, además de lo reseñado en cuanto a la Infantería. 

          Por lo que respecta a Artillería, se creó en la Punta de Los Guinchos una Batería de Costa, la número 12 dependiente del tinerfeño Regimiento de Artillería núm. 7, con 3 piezas Ansaldo 102/45, que siguió en activo bastantes años después de acabada la guerra. Y de la misma Arma, igual Regimiento e idéntica procedencia se destacó a La Palma el V Grupo de Campaña compuesto por 2 Baterías de obuses Vickers 105/22, una de las cuales se asentó en Breña Baja y la otra en El Argual, en apoyo, respectivamente, de los Batallones 31 y 131. Y se agregaron a las Unidades de Infantería, como cañones de acompañamiento, otras 6 piezas de menor calibre en misión de defensa inmediata de playas y desembarcaderos.

          Se enviaron también a La Palma un Destacamento de Zapadores y otro de Trasmisiones del Grupo Regional de Ingenieros, y otros sendos Destacamentos de los Grupos Regionales de Intendencia y Sanidad.

          En cuanto a las fortificaciones muy poco que añadir a lo ya dicho. Tan sólo que 1924 es la fecha en que la mayoría de ellas se declaran no útiles a los fines de la Defensa y se desafectan, vendiéndose o entregándose a estamentos oficiales o a particulares, y desaparece, en aras del progreso, aquel rico patrimonio. Nos quedan como recordatorio viejas fotografías, pero a mí me gustan mucho los dibujos de don Manuel Sánchez Rodríguez, que nos muestran el estado de aquellos recintos a principios de los 20 el siglo pasado y de los que expongo casi para terminar una pequeña muestra, junto a unas fotos actuales de los dos que nos quedan en pie.

dibujo San Carlos Custom

Fuerte de San Carlos. Primera década del siglo XX

 

dibujo san miguel Custom

 Castillo de San Miguel, a principios del siglo XX.

 

dibujo santa catalina Custom

Castillo de Santa Catalina, a principios del siglo XX

 

dibujo cabo Custom

Ruinas del Castillo del Cabo hacia 1923

 

dibujo puerta Custom

Puerta de la Muralla del Norte hacia 1923

 

Actual catalina Custom

Santa Catalina en la actualidad

 

Aire catalina Custom

Castillo de Santa Catalina desde el aire

 

aire cabo Custom

Castillo del Cabo desde el aire

 

EPÍLOGO

          Lo que ha venido después es una historia tan reciente que casi no haría falta mencionarla. Además de la creación de una Unidad de Apoyo a la Proyección en 2003, el año 2005 el Centro de Formación de Tropa Profesional se trasladó desde Tenerife al Acuartelamiento El Fuerte. Y recibía el honor de contar con Bandera propia, en un solemne acto que se celebró en Los Llanos en 2006.

ENTREGA BANDERA Custom

 

          Voy a terminar este apresurado repaso por la historia militar de La Palma con unas palabras que resumen un sentimiento que he percibido en la isla muchas veces.

          Tanto antes, cuando aquí tenía su base una Unidad de la mejor Infantería del mundo, como ahora cuando los destinados cumplen la misión de formar a quienes pasarán a integrarse en el Ejército, La Palma y sus ciudadanos y los militares de la Isla han constituido un ejemplo de convivencia y cooperación sin parangón. Querían desde la Dirección de este ciclo que yo les hablase de esa relación, pero no me siento calificado para ello, pues nunca estuve destinado aquí, ni soy palmero aunque, afortunadamente, haya venido muchas veces a este roque, y haya tenido por motivos profesionales una relación muy estrecha con el Batallón y el Centro desde principios de los 80.

          Y fácilmente he podido percibir, y por ello me reitero en lo que he dicho, esa perfecta incardinación militar en la sociedad civil de La Palma, ese afecto y ese respeto que se percibe de los unos hacia los otros y de los otros hacia los unos, y del que estos ciclos culturales son una muestra más. Sólo me queda desear, para acabar, que esa relación siga en los mismos términos muchísimos años más… y que ustedes y yo lo veamos y disfrutemos.

 

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - -