Fernando VII. Peripecias y vicisitudes de un retrato (Retales de la Historia - 132)

 
Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 27 de octubre de 2013).
 
 
 
          Desde 1803 era comandante general de Canarias y presidente de su Audiencia el mariscal de campo Fernando de Cagigal y Martínez Niño, marqués de Casa-Cagigal, hombre fino y cortesano, al que con motivo de los acontecimientos ocurridos en España en 1808 se enfrentaron el Teniente de Rey Carlos O´Donnell y la Junta Suprema establecida en La Laguna.
 
          El 24 de marzo pasó a ocupar el trono Fernando VII, como consecuencia de la abdicación de su padre Carlos IV realizada el 19 del mismo mes en Aranjuez, pero la noticia, como era habitual entonces, demoró su llegada a las Islas y, aunque algo se sabía por los barcos arribados a puerto, la confirmación oficial de la entronización del nuevo rey no llegó a Santa Cruz hasta el 3 de julio siguiente. La noticia la trajo la corbeta española Especulador, procedente de Cádiz, cuyo capitán portaba pliegos del Gobierno en los que se informaba del advenimiento al trono de Fernando VII, la declaración de guerra a Napoleón y el restablecimiento de la paz con Inglaterra.
 
          Inmediatamente Santa Cruz se dispuso a celebrar tan fausto acontecimiento y, reunidos el comandante general, el alcalde Miguel Bosq, el regidor decano Enrique Casalón y el diputado Rafael de Fuentes, se acordó proceder a conmemorarlo públicamente, de lo que dio fe el escribano Bernardino Tapia levantando acta, que comenzaba: “A las 3 de la tarde de este domingo 3 de julio, salió el Cabildo con el pendón de la Villa de las casas del Sr. Alcalde Real y se dirigió a las del Excmo. Sr. Comandante General, que como presidente de la Real Audiencia se colocó a la cabeza, precedidos de la música del Batallón de Infantería de Canarias y seguidos de la Artillería volante y demás crecido número de tropas de esta guarnición e innumerable pueblo de ambos sexos…” El alférez mayor tremoló el pendón en diferentes puntos del pueblo, proclamando en voz alta y reconociendo como Rey a Fernando VII.
 
          En este tipo de procesiones cívico-patrióticas se acostumbraba llevar la imagen de la persona homenajeada en un carro o coche abierto, enramado y engalanado para la ocasión, imagen a la que se rendía la pleitesía debida, y la única persona que disponía de un retrato del hasta entonces Príncipe de Asturias resultó ser el general Casa-Cagigal, que gustosamente lo prestó para el acto. Pasaron los meses y, como consecuencia del enfrentamiento con O´Donnell y la Junta Suprema, el marqués fue recluido en el castillo de San Cristóbal, desde el que, en  el mes de diciembre del mismo año 1808, escribió al alcalde Bosq solicitándole la devolución del retrato. Al estar embargados los bienes del general, el alcalde consultó con O´Donnell si podía acceder a la petición recibida y, obteniendo contestación afirmativa, se procedió a su devolución.
 
          No obstante, pocos días más tarde, el marqués debió de reconsiderar el asunto y ofreció el retrato de Fernando VII al Ayuntamiento si este deseaba conservarlo, pues se hace evidente que ya tenía noticias de su próximo traslado a la Península, y allí, decía, “le será más fácil adquirir una copia.” El Ayuntamiento aceptó y agradeció la donación y Casa-Cagigal envió el cuadro con un criado, portador también de un escrito dirigido a Miguel Bosq en el que se extendía en elogios a la corporación municipal por él presidida.
 
          Nada se sabe del cuadro durante unos años hasta que en 1824 el entonces comandante general, el brigadier Isidoro Uriarte, invita al Ayuntamiento a una función religiosa organizada por los milicianos de la guarnición para celebrar la restauración de los derechos de Su Majestad. El alcalde, que lo era interino, el alférez mayor José Guezala, ordenó que “se limpie el recorrido por el que ha de pasar el retrato del Rey y se iluminen las calles”, lamentando no poder celebrarlo en mayor medida por la total carencia de fondos.
 
          Pero hay más. Dos años más tarde el regidor Matías del Castillo Iriarte donó al Ayuntamiento otro retrato de Fernando VII, lo que se le agradeció en sesión del 5 de mayo, sin que sepamos nada más del mismo. Nada sabemos tampoco de sus posibles autores y, según parece, ninguno de ellos se encuentra en las dependencias consistoriales ni figura fichado en el Museo Municipal de Bellas Artes. Es probable que el primero sea el que figuró más tarde en los salones de la Diputación Provincial y que,  disuelta la misma, pasó al Gobierno Civil y hoy se encuentra en la subdelegación gubernativa.
 
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