El primer caso de hidatidosis, detectado en el niño Daniel Romero Dávila, y su primera intervención quirúrgica en Canarias
Por Ana María Díaz Pérez (Publicado en El Día / La Prensa el 15 de agosto de 2013).
En el rastreo por la historia con la intención de enlazar el arte con la medicina, en muchas ocasiones nos encontramos con interesantes asuntos estrictamente sanitarios que, creemos, no se deben de obviar. El historiador, para fundamentar sus investigaciones, recurre al documento escrito, pero esto no es siempre posible, por lo que la siguiente diligencia lo lleva a la recopilación del testimonio oral, pues si tenemos en cuenta la cita latina, Verba volant, scripta manent, que significa Las palabras vuelan, lo escrito permanece, se demuestra que es muy importante dejar constancia impresa de distintos hechos, porque su olvido conduce a la inexorable pérdida de pasos en el camino que nos introduce, esta vez, en la historia de la medicina del archipiélago canario.
Por las razones indicadas con anterioridad, queremos rescatar del olvido la hidatidosis manifestada en el niño Daniel Romero Dávila. Fue su primo hermano, el Dr. David Dávila Dorta, quien tuvo la deferencia de atender nuestra petición de recopilar la información y los recuerdos familiares acerca del caso del pequeño, sin soslayar que también nos proporcionó el necesario e imprescindible asesoramiento en materia médica, resolviendo, con la amabilidad, sencillez y maestría que lo caracterizan, cuantas dudas le planteamos.
La hidatidosis es una zoonosis, esto es, una patología que se transmite del animal al hombre. El agente etiológico es el parásito Echinococcus granulosus, de cuyos huevos eclosionan las larvas, las cuales evolucionan hasta alcanzar su forma adulta y transformarse en gusano, denominado tenia, último estadio que precisamente tiene lugar en el intestino delgado del perro; resumimos el proceso del contagio de la enfermedad del siguiente modo: el can defeca y expulsa en los excrementos los huevos del parásito, que son ingeridos por ganado ovino, caprino, etc…, y por los seres humanos mediante alimentos contaminados o por el contacto con el cánido, luego en el aparato digestivo de unos y de otros salen las larvas y se reproducen, alojándose en sus distintos órganos, hígado, pulmones, riñones, etc…, acumulación larvaria que origina el quiste hidático o hidatídico. El ciclo comienza de nuevo cuando el carnívoro mamífero deglute vísceras de los cadáveres de esos herbívoros.
La noticia surgió entretanto se desarrollaba en Madrid, en 1984, el Congreso Nacional de Cirugía de la Asociación Española de Cirujanos, en cuyo seno el profesor de la ULL, ya fallecido, Dr. Fernando González Hermoso presentó una comunicación titulada “Primer caso autóctono de hidatidosis en las Islas Canarias”, ocurrido en la década de los ochenta del siglo pasado; finalizada su exposición, uno de sus colegas, el aludido Dr. Dávila Dorta, le refirió, con su afable trato, que el asunto que acababa de narrar sería, posiblemente, el segundo, porque el primero se había detectado en 1946, en un primo suyo en Güímar (Tenerife). D. Fernando se mostró sorprendido, confesándole que había revisado toda la bibliografía sobre el tema y no constaba ese apunte. A raíz de aquella primicia de los años Ochenta se registraron tres nuevos episodios de la citada dolencia en nuestro Archipiélago, en 1999, en 2005 y en 2009.
La historia que da título al conjunto de estos párrafos tiene su epicentro en Güímar. Aquí, fruto del matrimonio formado por D. Donato Romero Martín y Dª Josefa Dávila Santana, naturales de Almonaster La Real (Huelva) y de Tenoya (Gran Canaria), respectivamente, nació un precioso bebé el día 11 de noviembre de 1941 en la avenida de Santa Cruz de dicho municipio sureño, siendo bautizado con el nombre de Daniel, el 23 de noviembre de 1941, en la iglesia de San Pedro Apóstol de dicha localidad. Como dato curioso, añadimos que tenía ciertos vínculos colaterales con el que sería el primer Presidente del Parlamento Canario y Senador por el PSOE, D. Pedro Guerra Cabrera, cuyo hijo es el afamado cantautor Pedro Guerra, puesto que D. Manuel Dorta Mendoza, padre de su tía política, Dª Juana Dorta Acosta, contrajo segundas nupcias con Dª Hortensia Guerra Algarrada, tía del mentado abogado Guerra Cabrera.
Aquel nene, de padres sanos, hermoso rostro, fuerte cabello rubio y bonitos ojos de un tono gris azulado con los que había visto la luz por primera vez mediante un parto eutócico, es decir, por alumbramiento normal, gozaba de buena salud, poseía fortaleza física y talento, por lo que nada hacía sospechar que sería presa de un padecimiento ignorado hasta entonces en las Islas Canarias, como tampoco hacía presagiar algo así su carácter, pues a medida que iba creciendo se mostraba alegre, cariñoso, sociable, dadivoso, etc…, de tal forma que, entre otras cualidades, contaba cuentos con una clara dicción y era muy desprendido.
En el mes de febrero de 1946, cuando el pequeño contaba cinco años de edad, mientras sus padres lo bañaban le notaron un abultamiento duro en el alto vientre, por lo que, muy preocupados, lo llevaron a dos facultativos de Medicina General, los Dres. Cabrera Valdivia y Alcibíades Hernández Mora, quienes, independientemente el uno del otro, confirmaron la presencia de un bulto en dicha zona del cuerpo, pero ninguno de ellos emitió un diagnóstico, mas sí le dieron a D. Donato y a su esposa el consejo coincidente de que solicitasen consulta, en Santa Cruz, al Dr. Tomás Zerolo Fuentes. La reacción del alarmado matrimonio no se hizo esperar: a la semana siguiente el Dr. Zerolo ratificó la existencia de la maciza tumoración en la parte superior del abdomen de la criatura; a continuación, le realizaron un análisis de sangre y unas radiografías, que, al parecer, no fueron concluyentes; luego marcó con tinta sobre la piel el contorno del tumor y finalmente los emplazó para efectuarle un nuevo examen en el mes de abril.
En la segunda cita, D. Tomás revisó el bulto, afirmando que aparentemente no había experimentado cambio alguno en su tamaño, pero era conveniente ir controlando el proceso evolutivo del mismo. Transcurrido un mes, en mayo, Danielín, que así lo llamaban entre la familia y amigos, continuaba asintomático, al tiempo que jugaba y comía con absoluta normalidad, sin embargo, ahora el volumen de la masa tumoral había aumentado sus dimensiones respecto a las que mostraba en la visita anterior, por lo que el Dr. Zerolo Fuentes decidió que Daniel debía ser sometido a una intervención quirúrgica, al objeto de eliminar el extraño cuerpo y desvelar qué patología sufría en concreto.
Con el fin de evitar los incómodos traslados de Güímar a Santa Cruz, y viceversa, debido a la defectuosa carretera, los cónyuges con su retoño fueron invitados a hospedarse en la capital tinerfeña en el domicilio de los progenitores del Dr. Antonio Hage Made. La operación se llevó a cabo en la Clínica Zerolo, y una vez concluida, el mencionado cirujano informó a sus padres y a algunos de sus tíos, de que se trataba de un “quiste de perro” -hidatídico-, a lo que añadió que había sido una intervención complicada. En consecuencia, el postoperatorio cursa con palidez en la cara del angelical paciente, decoloración que a medida que pasaba el tiempo se hacía más intensa, a la vez que, mientras despertaba de la anestesia, le repetía a su madre que la oía, pero que no la veía, hasta que, desgraciadamente, el niñito subió al cielo con tan sólo cinco años y siete meses, siendo la causa de su fallecimiento una hemorragia interna, algo que se barajaba entre los posibles efectos consecuentes. Disponemos de referencias por las que intuimos que la operación comenzó alrededor de las 18 horas del sábado 15 de junio, y que se prolongaría 3 ó 4 horas, en virtud de lo cual finalizaría por la noche, a las 22 horas aproximadamente, pues sabemos con toda certeza que exhaló su último suspiro seis horas después de la misma, esto es, a las cuatro de la madrugada del domingo 16 de junio de 1946. Sus restos mortales fueron inhumados en el cementerio de Santa Lastenia de Santa Cruz de Tenerife. Es obvio que Danielín tuvo una cortísima existencia, sin embargo, hay que hacer hincapié en que ambos progenitores murieron a edades avanzadas -ella a los 76 y él a los 87-, lo que induce a descartar cualquier antecedente patológico de tipo infecto-contagioso en el espabilado infante. Como ya hemos apuntado, D. Tomás, de formación médica anglosajona e integrante de la Sociedad Internacional de Cirugía, era un experto cirujano, al igual que lo había sido su progenitor, el polifacético Dr. Tomás Zerolo Herrera, quien, ayudado por el Dr. Pestano, y en contraposición al que tuvo la madre de Danielín, atendió un parto distócico, exageradamente dificultoso, sobreviviendo la parturienta y el neonato.
Retomando la cuestión que nos ocupa, el Dr. Zerolo Fuentes amplió a los parientes allí presentes las explicaciones acerca de la enfermedad diagnosticada en el quirófano, recordemos que había sido un "quiste hidatídico hepático”, ya que los padres permanecían en un pasillo contiguo totalmente consternados y sumidos en la más absoluta tristeza, lógica reacción ante el infausto desenlace. Luego, D. Tomás abundó en descubrir el origen de la patología.
En la casa tenían dos perros que se mezclaban con otros de pastoreo y con rebaños de cabras y ovejas que pasaban próximos a la morada del referido núcleo familiar; quizás el contacto con ellos, de acuerdo con la razonable hipótesis del Dr. David Dávila Dorta, pudo producirle el terrible mal al niño, a lo que se sumaba la carencia de vacunas y controles veterinarios.
Hay que hacer hincapié en que la comunicación hablada también puede aclarar fallos que se hayan cometido con la pluma sobre el papel. En la partida de defunción se lee, de un lado, que la criatura dejó de existir en su domicilio de la calle Enrique Wolfson, lo que crea confusión, porque no se nombra la Clínica Zerolo, ubicada en la citada vía, ya que es obvio que tras una operación tan compleja no se podía autorizar el alta; de otro lado, la causa de muerte, “hipertermia”, no coincide con la anunciada por el mencionado cirujano que lo operó, y si nos ajustamos al delicado estado del pequeño tras abandonar el quirófano, hubiese sido más correcto apuntar hipotermia, que tal vez fue lo que se quiso anotar, porque la fiebre alta no aparece de inmediato a las pocas horas de la operación del quiste, sino a partir de los 3 ó 4 días siguientes a la misma.
En ese sentido, han sido fundamentales las consideraciones de todo un maestro quirurgo en la materia, el Dr. David Dávila Dorta, que ejerció, durante más de cuarenta años, su profesión -cirugía general y del aparato digestivo- en el Hospital General Universitario de la capital valenciana, ciudad en la que continua viviendo y trabajando, y del que nos ha asombrado que, residiendo tan lejos, esté tan cerca de nosotros, ya que constantemente se mantiene al corriente de las venturas y desventuras de nuestra tierra, que también es la suya, lo que demuestra que es un canario de nacimiento y de sentimiento.
El correo electrónico de la Tertulia Amigos del 25 de Julio fue el medio de contacto con nuestro paisano tinerfeño, al que de inmediato recurrimos por ser un perfecto conocedor de este asunto y un experto cirujano, que ha operado y participado en centenares de intervenciones quirúrgicas de hidatidosis hepática, pulmonar y en otras localizaciones en el referido centro hospitalario peninsular. Creemos que un reputado cirujano como el Dr. Dávila Dorta, de vastos conocimientos, excelente experiencia en el terreno quirúrgico e impecable ética profesional y conducta humana, debería permanecer en la sanidad pública española, porque no sólo la prestigia dentro y fuera de nuestro país, sino que además es un pilar imprescindible en la preparación de los jóvenes facultativos que hayan elegido su especialidad.
En opinión del Dr. Dávila Dorta, la hidatidosis era una enfermedad probablemente desconocida en Canarias hasta 1946, y, si la hubo alguna vez, posiblemente pasó desapercibida o fue etiquetada dentro del antiguo, extenso e inexacto “cólico miserere”. El Dr. Zerolo, prosiguió el Dr. Dávila, hizo cuanto pudo, empleando sus conocimientos científicos al respecto y con los medios técnicos a su alcance, de manera que probablemente realizó una apertura y vaciado del quiste, o, tal vez, por la intensa hemorragia postoperatoria, se atrevió a extirparlo de forma parcial o total, decisión lógica para erradicar la dolencia, pero con el agravante de que con esa técnica más agresiva es más frecuente y peligroso el derrame interno de sangre. Con las condiciones actuales, tampoco parece que esta zoonosis se haga patente, ni siquiera se dispone de tasas de prevalencia.
Es sabido que la muerte de un hijo es muy difícil de superar, máxime cuando es el único retoño y todavía de corta edad, así que la pérdida de Danielín abrió una herida en el corazón de sus padres que nunca terminó de cicatrizar. Trascurridos dos años, los esposos Romero Dávila, aumentaron de nuevo la familia (1948), siendo, en esta ocasión, una niña, a la que llamaron Pilar Josefa. La ausencia de aquella criatura también afectó a Dª Pilar, una dama portadora de una extraordinaria nobleza, familiaridad, coherencia, y transmisora de bondad y ternura, que, sin ponernos la más mínima objeción, tuvo la amabilidad de referirnos las vivencias que le relataron sus progenitores sobre su desconocido hermano, aunque muy querido, pues nos confesó que ha echado de menos la fraternal compañía a lo largo de toda su existencia, porque, a pesar de que no lo conoció, atesora en la retina su hermoso rostro a través de las fotografías, al tiempo que mantiene archivados en la mente los comentarios que escuchó acerca de su bondadosa y vivaracha manera de ser.
En cuanto a la imagen del recordado peque güimarero, tenemos la suerte de contemplar una serie fotográfica consecutiva -cedida por gentileza de la tía paterna de Danielín, Dª Trinidad Romero Martín, la cual vive actualmente en la aldea de Aguafría, Huelva-, álbum del que hemos entresacado una de esas estampas, con el ánimo de que el lector perciba su bonita fisonomía y saludable aspecto a la tierna edad de 2 años.
Para concluir, sirva este sucinto relato, pero muy extenso en afectos, para tributar un cálido y entrañable homenaje póstumo al protagonista de esta historia, el niño tinerfeño Daniel Romero Dávila, porque 72 años después de su llegada a este mundo y a los 67 de su desaparición ha aportado, aunque desgraciadamente por su triste circunstancia, datos pioneros, y hasta estos instantes inéditos, con los que se ha pretendido engrosar los anales de la historiografía quirúrgica del archipiélago, y, concretamente, los de Tenerife, al añadir el probable primer caso de hidatidosis autóctona (año 1946), en esta ocasión hepática, y la consiguiente primera operación de una patología de escasa incidencia en este territorio insular, partiendo de la transmisión oral para transmutarla en testimonio escrito fundamentado, alejado de toda precisión clínica y vocabulario médico con el fin de que sea entendible por todo los que somos profanos en esta ciencia, así que a partir de ahora la prensa lo convierte en un argumento impreso guardado en la hemeroteca.
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BIBLIOGRAFÍA
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- Información de la única hermana de Daniel Romero Dávila, Dª Pilar Romero Dávila.
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- JIMÉNEZ MENDOZA, Javier: La canción de autor. C.C.P.C., Tenerife- Gran Canaria, 2004, pág. 307.
PRENSA
- “Notas de sociedad”. La Tarde, 19 de junio de 1946. (Defunción de Daniel Romero Dávila).
- “El Dr. Zerolo, miembro de la Sociedad Internacional de Cirugía”. El Día, 3 de febrero de 1948.
- GONZÁLEZ LÓPEZ, Manuel Roque: Estallido de quiste hidatídico en el abdomen, en www.diariodelanzarote.com, 24/04/2009.
REGISTROS CIVILES
- REGISTRO CIVIL DE ALMONASTER LA REAL (HUELVA): Acta de nacimiento de Donato Romero Martín. Libro de nacimientos, tomo 29, folio 242, sección 1ª, año 1914.
- REGISTRO CIVIL DE GÜÍMAR ( TENERIFE): Acta de matrimonio de Donato Romero Martín con Josefa Dávila Santana. Libro de matrimonios, tomo 12, folio 79, sección 2ª, año 1939.
- REGISTRO CIVIL DE GÜÍMAR (TENERIFE): Acta de nacimiento de Daniel Romero Dávila. Libro de nacimientos, tomo 25, folio 37, sección 1ª, año 1940.
- ARCHIVO PARROQUIAL DE SAN PEDRO APÓSTOL. GÜÍMAR (TENERIFE): Certificado de bautismo de Daniel Romero Dávila. Libro de bautismos, tomo 34, folio 189, Nº 47, año 1941.
- REGISTRO CIVIL DE SANTA CRUZ DE TENERIFE: Acta de defunción de Daniel Romero Dávila. Libro de defunciones, tomo 112, folio 111 vt, sección 3ª, año 1946.
- REGISTRO CIVIL DE GÜÍMAR (TENERIFE): Acta de nacimiento de Pilar Josefa Romero Dávila. Libro de nacimientos, tomo 31, folio 107, sección 1ª, año 1948.
- REGISTRO CIVIL DE LA LAGUNA (TENERIFE): ): Acta de matrimonio de Pilar Josefa Romero y Dávila con Juan Bernabé Olivera y de la Rosa. Libro de matrimonios, tomo 43, folio 535, año 1970.
- REGISTRO CIVIL DE SANTA CRUZ DE TENERIFE: Acta de defunción de Josefa Dávila Santana. Libro de defunciones, tomo 20, folio 209, sección 3ª, año 1993.
- REGISTRO CIVIL DE SANTA CRUZ DE TENERIFE: Acta de defunción de Donato Romero Martín. Libro de defunciones, tomo 216, folio 535, sección 3ª, año 2002.