Antecedentes y origen del primer hospital (Retales de la Historia - 117)

Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 14 de julio de 2013).

 

          Uno de los primeros pobladores de Santa Cruz, Juan de Oñate, que al parecer pudo haber participado en la conquista de Gran Canaria, es citado en 1519 como prioste de un hospital de la Misericordia. De ello puede inferirse que ya entonces existía un hospital para pobres y desamparados, aunque no hay que perder de vista que el concepto que hoy nos sugiere la palabra “hospital” nada tiene que ver con la realidad de los siglos  XV y XVI. Entonces se llamaba así a alojamientos, generalmente a cargo de comunidades religiosas, de cabida muy limitada, a veces no más de tres o cuatro enfermos. De otra manera no podría explicarse la proliferación de este tipo de asilos u hospicios en algunas ciudades, por ejemplo, en Córdoba, donde a principios del XVII hay contabilizados nada menos que treinta y un hospitales.

          Con el paso del tiempo parece que las autoridades comenzaron a preocuparse por dotar a la población de medios sanitarios, pero ocurría que casi siempre todo se quedaba en buenas intenciones, como cuando en 1720 el capitán general Juan de Mur  creó una Junta de Sanidad, cuya existencia no pasó del papel. Muy conveniente hubiera sido contar por entonces con medios o instituciones apropiadas, pues poco después el comerciante inglés George Glas trajo de Berbería una grave epidemia de viruelas, en la que por primera vez se procedió en Tenerife a la inoculación por a un médico inglés que se encontraba en una barco de paso.

          Volviendo a la posible ubicación del primer hospital, es lógico pensar que debería de estar situado en la zona del primer desembarco, cerca de la desembocadura del barranco de Santos y, lo que parece más probable, aprovechando alguna pequeña construcción ya existente, que tal vez podamos situar gracias a la noticia que nos da el primer historiador de Santa Cruz, José Desiré Dugour, cuando nos dice: “Existía ya también un Hospital civil, aunque muy pequeño, donde luego se fundó el Hospicio de San Carlos”. Ello explicaría la situación del citado Hospicio de San Carlos cuando, en 1785, el marqués de Branciforte decide su creación como casa de asilo y acogida. Si había quedado desocupada en aquel lugar algún tipo de construcción por traslado de los enfermos al nuevo hospital de Nuestra Señora de los Desamparados, es posible que Branciforte la aprovechara como germen o base del hospicio. Este Hospicio fue más tarde cuartel, primero en alquiler y luego vendido por el Ayuntamiento a la Real Hacienda para dedicar el producto a la construcción del teatro, y actualmente pertenece a la Comunidad Autónoma. Lo que queda de él, frente a la ciclópea sede de la Presidencia del Gobierno, ha sido durante años, y sigue siéndolo, un vergonzante testimonio de abandono y desidia.

          En cuanto al nuevo hospital, que por más de dos siglos fue el definitivo Hospital Civil de Santa Cruz de Tenerife, fue fundado por los sacerdotes hermanos Ignacio y Rodrigo Logman Van Udeen. Lo construyeron, dotaron y sostuvieron a sus expensas mientras vivieron, en un solar cercano a la iglesia de la que ambos eran servidores, al otro lado del barranco de Santos, en su margen derecho. La fundación, en verdad necesaria, fue un gran beneficio para la comunidad, pero no sospecharon los beneméritos sacerdotes el cúmulo de problemas que, como consecuencia, recaería en las sucesivas administraciones públicas durante más de un siglo.

          El solar sobre el que se pretendía construir, al otro lado del puente del Cabo, y que tenía como límite superior la ermita de San Sebastián, era propiedad del conde de La Gomera, el cual contestó el 24 de agosto de 1742 a la solicitud de donación que le hacía el beneficiado Ignacio Logman. En su escrito aceptaba otorgar la escritura para tan loable y caritativo objeto a nombre del sacerdote, para lo que daba instrucciones a su abogado José Jacinto de Loreto. Añadía que si bien renunciaba al tributo a su favor que le correspondía, no estaba en su mano despojar de sus derechos a sus herederos, aunque estaba seguro que también renunciarían al mismo.

          El nuevo hospital se proyectaba situado dando frente al viejo puente de madera que cruzaba el barranco de Santos, y seguía por la calle que comunicaba con el que entonces era camino a La Laguna -calle San Sebastián- y que continuaba hacia la ermita de Regla. Pero por el lado del barranco el camino formaba un escorzo innecesario que incidiría en la alineación de la nueva construcción y, para evitarlo, Logman solicitó al Cabildo la cesión de vara y media de terreno. El Cabildo delegó al regidor Domingo de Mesa para que, “en concurrencia de quatro vecinos de satisfacción”, dictaminara sobre la petición formulada, que fue aceptada sin reparos al no observarse perjuicio para el tránsito.

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