Los primeros alcaldes democráticos (Retales de la Historia - 114)

 Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 23 de junio de 2013).

  

          Un Retal del pasado mes de mayo se ocupó del primer alcalde elegido por los vecinos que tuvo el Lugar y Puerto de Santa Cruz, en 1772, antes de ser Villa exenta. Se trataba de Matías Rodríguez Carta, comerciante, piloto, maestre y propietario de algunos barcos del tráfico canario-americano, al que puede considerarse como el primer alcalde elegido democráticamente, si bien los electores con derecho a voto eran un restringido grupo, tal como se hacía desde 1766 para elegir a los diputados del común.

          Este personaje, de origen palmero y avecindado en Santa Cruz, era el propietario de la gran casona de la plaza de la Iglesia, frente a su torre, fue gran benefactor de la parroquia y el que construyó la casa-palacio de fachada de cantería en la plaza principal, conocida entonces como plaza de la Pila. En muchos aspectos y en iniciativas relacionas con el progreso de la Villa, fue uno de sus más destacados valedores.

          De acuerdo con la normativa entonces vigente los alcaldes se renovaban anualmente, y para el siguiente año 1774 fue elegido Diego Fernández Calderín, de cuya actuación como titular de la alcaldía poco, casi nada, nos ha llegado. Aparte de algunos datos familiares, que no vienen al caso, sabemos que era sargento mayor de las Milicias de Tenerife, posible motivo por el que sus ausencias de la alcaldía eran  frecuentes, que volvió a ser elegido para 1777 y que en 1786 el rey Carlos III le nombró alcaide perpetuo del castillo de San Juan Bautista.

          Al final de su mandato, en diciembre de 1774, en la votación para nombrar el que sería tercer alcalde elegido democráticamente para el año siguiente, obtuvo el mayor número de votos el diputado Bernardo de La Hanty. Se consultó con el corregidor Martín José de Rojas si la elección era válida, puesto que La Hanty había administrado justicia en las ausencias del alcalde y no era admisible la elección al que hubiese ejercido en los dos años anteriores. A la vista de ello, el 23 de diciembre el corregidor anuló el nombramiento y ordenó se nombrara al que le seguía en número de votos. Pero ocurrió que no había otro, puesto que la totalidad de votos de los veinticuatro compromisarios había sido para La Hanty, por lo que el corregidor ordenó entonces que se hiciera nueva votación. Así se hizo, pero al no presentarse ningún candidato, los diputados pidieron que se aceptara el resultado de la elección, a lo que no accedió. Transcurrido un mes, el 27 de enero, la Real Audiencia anuló la orden del corregidor y dio por válido el nombramiento de La Hanty.

          Nacido en Santa Cruz, de origen irlandés, cuyo padre afincado en Tenerife se había naturalizado español desde hacía al menos una treintena de años, había sido diputado con el alcalde anterior y por fallecimiento del alcaide de Paso Alto ocupó el cargo interinamente, nombrado por el marqués de Tabalosos. Más tarde, en 1780, lo sería del castillo de San Juan, por nombramiento del marqués de la Cañada, cargo al que renunció en el mismo año.
En su tiempo el mercado de Santa Cruz se instalaba en la plaza principal o de la Pila, lugar en el que las gentes del campo establecían los puestos de venta de sus productos. Como al mismo lugar concurrían las aguadoras y vecinos a abastecerse de la única fuente pública existente, la algarabía y la suciedad eran inevitables. La Hanty intentó sin resultado apreciable organizar aquel espacio público y, en vista de las dificultades, formó una comisión, en unión de José Víctor Domínguez y Nicolás González Sopranis, con la intención de construir un mercado cubierto en la Marina, junto a la entrada del muelle, comúnmente conocida como "el boquete". De esta forma, antecedente nonato de recova cubierta, además de los productos agrícolas también se podría vender en el mismo lugar el pescado, que hasta entonces se despachaba en la inmediata playa a la llegada de las barcas, pero el proyecto no fue autorizado y todo siguió igual. Era el lugar en el que poco después el marqués de Branciforte haría construir su famosa Alameda.

          El siguiente alcalde para 1776 fue Santiago Clemente del Campo. Bajo su alcaldía comenzó a sustituirse la canalización de madera para la traída de las aguas a la población por conductos de piedra horadada, importante y necesaria mejora por los continuos problemas que presentaban los de madera, que precisaban de un mantenimiento casi diario. La obra era de un costo considerable para la época y se comenzó gracias a una suscripción entre los vecinos que alcanzó más de 14.000 pesos.

          Como de costumbre, los vecinos de Santa Cruz no negaban su colaboración y ayuda para los asuntos de interés comunitario.

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