Las banderas de Nelson y Rodríguez Moure (y 2)

Por Enrique Roméu Palazuelos  (Publicado en El Día en abril de 1986).

  

          Dejé, en la primera parte de este comentario, al secretario de la corporación lagunera, Antonio García Gutiérrez, que fue padre de mi vecino y amigo Francisco García Fajardo, a punto de leer en la sesión de 2 de junio de 1915, el informe que había redactado Rodríguez Moure sobre las banderas de Nelson.

          Continúo ahora, añadiendo que el escrito, que pienso que es desconocido o casi desconocido, es largo, como que ocupa cinco hojas de letra pequeña, en el libro de actas correspondiente; es completo, conciliador, precavido y cauteloso. Por la extensión no es posible trasladarlo íntegro a las acogedoras columnas de El Día; intentaré resumir los argumentos imaginados por el historiador.

          Comienza curándose en salud:

               “porque necesariamente, sólo del relato de lo que jurídicamente resulta y documentalmente consta, alguien, aunque sin motivo, pudiera formar agravio, y tomando causa de lo que no la tiene, quiera alentar antagonismos entre pueblos que no deben tenerlos, o excitar resquemores... pero ya que no me es posible el eludir el informe pedido.... procuraré tratar el asunto con todos los miramientos que sinceramente me merecen las partes contendientes...”.

          El primer apartado atañe a las “Cualidades que tienen las banderas que se dicen de Nelson”. Moure las considera

               “verdaderos trofeos militares de guerra tomados al enemigo”...

          que aunque por serlo pertenecen a la Patria, en el caso de Canarias, este concepto jurídico estaba modificado por Carta Orden de primero de febrero de 1763, obtenida por el Cabildo de Tenerife, por medio de su apoderado en Madrid, Francisco Javier Machado Fiesco, por la cual “se dispone que los despojos militares obtenidos del enemigo en la defensa de la Patria son del que los toma...”.

          En el segundo punto, “Estado de derecho del caso”, Moure advierte que desde pocos días después de la batalla,...

               “todos pudieron ver en la capilla de Santiago, en la parroquia matriz, unas banderas británicas, colocadas a guisa de exvotos”...

          y cita casos iguales como el pendón de la batalla de Las Navas en Las Huelgas de Burgos, la bandera de combate de Juan de Austria en Lepanto, en Barcelona, y en Zaragoza, Llerena y Ciudad Real, las tomadas a los ejércitos de Napoleón. Explica Moure que la Iglesia puede tener los trofeos militares por tres conceptos: Como exvoto, que haga quien sea dueño dé ellos, Segundo, como depósito acreditado en documento determinante, y tercero, por usurpación, aunque en este caso desde que el dueño lo sabe comienza el tiempo de prescribir;

               “Que la Parroquia Matriz de Santa Cruz, no ha usurpado las banderas en cuestión, es evidente, porque ha más de cien años que las ostenta al público, sin contradicción de nadie, y a ciencia y paciencia del que ganándolas o se las ofreció como ex-votos al Santo Patrono de España, en cuyo día se ganaron, o se las ha dejado poseer, así pues, interín no se acredite el depósito me figuro que la parroquia las posee legítimamente”.

          “Quién pudo ganar las banderas que se disputan”. Entiende el historiador, que si las banderas las ganó el pueblo de Santa Cruz, podrían pertenecer a su ayuntamiento, siempre que se acredite el depósito. Moure insertó un largo comentario, para...

               “hacer presente el error que parece hay sobre el número de banderas que se dicen tomadas a las tropas de Nelson...”,...

          sobre si fueron una o dos. Hace mención a datos que aportaron Desiré Dugour y Poggi, y sobre todo por José Monteverde y Molina, castellano del Principal de San Cristóbal, que en la Relación circunstanciada... de la batalla, no cita sino una, siendo como fue actor y testigo de la contienda Además, en la procesión de acción de gracias del 30 de julio solamente figuró una bandera;

               “sin que valga la especie que se corre, de que la una se le tomó a las tropas de desembarco, y la otra se encontró en el fondo de uno de los botes o lanchas, con que el enemigo lo hizo...". Por lo que mientras no se demuestre lo contrario fueron dos...

               “A pesar de lo manifestado -aseguró Moure cauteloso- no se crea trato de infundir recelo sobre la procedencia británica de las dos banderas que se exponen... la tradición popular... si se equivoca en la exactitud del detalle, rara vez suele hacerlo en la esencia... Bien pudiera ser, añade Moure, una de las dos banderas, de los ataques anteriores de Blake o de Gennings, que no fueron de menor gloria para Tenerife...”.

          Informó después de quién o quiénes pudieron tomar los trofeos, y citó el número de defensores y su procedencia; Cazadores Provinciales, Regimiento de Canarias, Milicianos de Infantería de La Laguna y La Orotava, rosadores de La Laguna, soldados del Banderín de La Habana, artilleros veteranos, milicianos y franceses aliados; Moure deduce que...

                “el paisanaje de Santa Cruz y La Laguna, tomara más parte en la defensa, de la que se deja indicada, todo lo que obliga a que se adjudique eL laurel de la victoria con la propiedad de la bandera o banderas, a las heroicas Milicias de Tenerife... Sirviéndome para corroborar el juicio de que las Milicias y no el paisanaje fueron las que capturaron la bandera, el hecho de que en la procesión de acción de gracias... seis oficiales militares, la llevaron en triunfo sin intervención del elemento civil…”

          Expuestos tales argumentos, el sacerdote-historiador entra en la parte más espinosa del informe: “relativa a que manifieste el derecho que V.E. puede tener con los demás Municipios de la Isla para oponerse a la traslación de las banderas al Museo...”. Opina que los ayuntamientos tienen derecho a oponerse a lo que crean perjudica o merma la entidad Isla. Cree que es el recién creado Cabildo Insular quien debe de defender los intereses de Tenerife…

               "Sin embargo de esto, digo, no creo sea esta la oportunidad de que V.E. haya hoy oposición al traslado que se intenta por parte del Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz, ni conveniente, porque las dichas banderas ya tienen quien las defiendan... resultando a mi ver de la oposición extemporánea de V.E. solo rozamientos entre pueblos y municipios que siempre son lamentables. Además, según tengo entendido, de este controvertido asunto conoce hoy el Cabildo Insular, y si como es de esperar de la cordura de este alto Cuerpo, óyese a la Iglesia que las tiene, a las Milicias que las ganaron y a los pueblos de la isla que representa, entonces y no antes será el momento conveniente de que V.E. exprese su sentir sobre el punto que me consulta. Esto no obstante V.E. como siempre acordará...”.
 

          Y ¿qué acordó? En el libro de actas sólo se añadió un escueto: “El Ayuntamiento quedó enterado”, y se pasó a hablar de una carretera desde La Laguna a Taganana...

          En esta ocasión, el cura de la iglesia matriz no había actuado como el de 1850 y se negó a entregarlas; no podía hacerlo sin consultar con el obispo que dijo que no... Los razonamientos de Moure pudieron influir; son atinados, lógicos y muestran el deseo de no herir a nadie. Un informe estimable y poco conocido por lo cual me he extendido un poco más -lo que no me gusta- en sus detalles.

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