Las banderas de Nelson y Rodríguez Moure (1)

Por Enrique Roméu Palazuelos  (Publicado en El Día el 6 de abril de 1986).

  

          Cuando menos se piensa se encuentran papeles interesantes, y ahora me he encontrado con unos que afectan al clérigo- historiador, cuya fecha de cincuenta años de marcharse de este mundo estamos conmemorando.

          Resulta, según tales documentos, que a mediados del siglo pasado al alcalde de Santa Cruz se la ocurrió enviar una de las banderas tomadas a las tropas de Nelson en la batalla de 1797 al Museo Naval de Madrid, que se estaba organizando entonces. Alejandro Cioranescu lo refiere de la siguiente forma en su valiosa Historia de Santa Cruz de Tenerife:

               “Pero la gente aún no estaba mentalizada suficientemente; porque es punto menos que incomprensible observar que, a los pocos años, basta una petición del nuevo comandante de Marina, don Manuel Cayetano Verdugo, para que el mismo Ayuntamiento, que había costeado los cajones (para guardarlas), vacíe uno de ellos para regalar una bandera al Museo Naval que se estaba formando en Madrid. Quien se escandalizó fue el gobernador civil, que no era canario, por haber precedido el Ayuntamiento a la enajenación por sí solo, sin autorización superior: el alcalde Librero quedó suspendido, y la corporación mancomunadamente incurrida en multa de 10.000 reales, que pagó en el plazo de tres días que se le había fijado. El Ministerio de Marina dio las gracias por el regalo, pero luego hubo real orden de devolución, que se verificó por medio del barco Buen Mozo, siendo recibida la bandera en el muelle por una comisión municipal”.

          La corporación municipal de La Laguna contribuyó con su actitud a que se recapacitara sobre la ofrenda del tesoro guerrero. En junio de 1850 era alcalde de la ciudad un miembro de la conocida familia de Ossuna, José de Ossuna; pues bien, en la sesión del 13 de junio de aquel año se dio cuenta de la moción que presentaba el teniente de alcalde Juan de Castilla y Baulén, también de ilustres apellidos, en la cual se hacía referencia a ...

               “... lo sensible que ha sido a este Ayuntamiento, el saber que una de las banderas tomadas a los ingleses en la invasión que hicieron en esta isla en el año de 1797, y la cual hallábase depositada en la Parroquia de Ntra. Señora de la Concepción de la Villa de Santa Cruz, hubiese dispuesto de ella su Ayuntamiento, remitiéndola por conducto del comandante de Marina al Museo Naval de Madrid, con el objeto de que Su Señoría se sirva interponer su autoridad para con el Gobierno de S.M. a fin de que se restituya dicho trofeo militar al sitio que ocupaba anteriormente,..”.

          Lo cual se cumpli6 como hemos sabido por lo que dejó escrito Cioranescu. Volvieron pues a estar juntos los dos trofeos; sin embargo el asunto renació sesenta y cinco años después, en 1915, cuando Europa se debatía en el cataclismo de la primera guerra europea.

          En la sesión municipal que el concejo aguerense celebró el 19 de mayo de dicho año, el alcalde accidental, un insigne guamasero, José Hernández y Hernández-Abad, dio el uso de la palabra al concejal señor Matías, quien manifestó que...

               “Se había enterado, como también lo estarían los señores Concejales, de que el Ayuntamiento de aquella Ciudad tiene el propósito de que se trasladen las banderas ganadas al almirante Nelson cuando atacó a Tenerife, desde la iglesia matriz de la citada población, donde siempre han estado, a un museo; que él entiende que aquellos trofeos de la victoria no son, ni pueden ser del Ayuntamiento de Santa Cruz, sino que, conquistados como fueron por todo Tenerife, con valor y heroísmo, a la isla entera pertenecen; que si nuestros antepasados, que fueron los que los ganaron, dando pruebas de que agradecían al favor de Dios su victoria, las depositaron en la capilla del apóstol Santiago, nadie puede ya hoy modificar su voluntad inalterable, como de quien ya no existe; que cree que este Cuerpo debe oponerse por todos los medios legales a tal propósito como lo hizo en la sesión de 13-6-1850 cuando el Ayuntamiento de Santa Cruz mandó una de las banderas al Museo Naval de Madrid...”.

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          No hay duda de que en lo subterráneo de esta moción estaban las diferencias latentes entre los dos municipios, que sangraban constantes, como herida abierta. El asunto no era nuevo, pero los vecinos de uno y otro municipio no eran tan indiferentes (o lo eran de otra manera) ante las viejas glorias.

          Entre las noticias que llegaban de los frentes europeos, los combates en las selvas de las Ardennes, y las hazañas del crucero alemán Emdem y del submarino U-21, ésta del traslado de los preciados trofeos tenía importancia. El alcalde en funciones propuso que se hiciera un informe y como quien mejor podía hacerlo era el cronista oficial de la vieja Aguere, que para eso se había nombrado a Rodríguez Moure en 1908, a él se le solicitó; así lo acredita el acta de la sesión de donde he sacado estos datos: “La Corporación, después de deliberar, acordó por unanimidad que se pida informe sobro este asunto al señor don José Rodríguez Moure, cronista de esta ciudad”.

          Moure se dio prisa en hacerlo, pues en la sesión del 2 de junio siguiente, que son trece días después, se leyó su alegato. Se hizo, por cierto, ante lo que se puede considerar un mini concejo, pues estaban presentes tan sólo el alcalde accidental señor Hernández y los ediles Matías, Martín, Vergara y Pinto, con el secretario de la Corporación, Antonio García y Gutiérrez, quien dio lectura a los papeles de Moure; un escrito documentado, precavido y muy largo, por lo cual dejaré su exposición para otro día...

 

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