Área metropolitana (Puerto y puerta - 88)
Por Rafael Zurita Molina (Publicado en el Diario de Avisos el 16 de diciembre de 2012).
Sabemos que la organización administrativa de Tenerife está determinada por su división en treinta y un municipios: cuatro el área metropolitana; quince de la vertiente norte; y doce en la banda sur. Según los datos demográficos del INE correspondientes al año 2011, son 908.555 los habitantes de la Isla; y, entre éstos, 403.572 corresponden al área metropolitana, que concentra hoy nuestra atención.
Más de una vez, en este nuestro espacio, hemos aludido a la vinculación del puerto con la ciudad, con Santa Cruz, sin eludir su originaria unión con La Laguna. Su natural nexo proclama la preponderancia de una interesada empresa que se alarga al conjunto de la Isla. Recíprocos lazos implícitamente genuinos; sin fronteras.
En el año 1965 escribí un artículo que fue publicado en el diario La Tarde: “Encuentro de dos ciudades”. Lo saco a colación porque a los pocos días me enviaron, sin firma, el recorte del periódico con una nota a máquina con el siguiente texto: “¡No se haga usted ilusiones! Santa Cruz se separó voluntariamente de La Laguna... y no se volverán a encontrar en la forma que usted cree, jamás, pues ya, desde entonces están encontradas, y no precisamente por culpa de esta última”. No pude contestar; pero, en verdad, tampoco lo hubiese hecho por no conocer mejor la historia, como, según parece, el anónimo remitente. Ahora lo hubiera llamado para hablar.
El artículo en cuestión comenzaba aludiendo a una expresión de Dulce María Loynaz en su libro Un Verano en Tenerife: “Hubo un momento en que las dos ciudades se encontraron, en que se vieron frente a frente la flor de la heráldica y la flor del mar”. Y así fue desde el principio.
"En nuestro mar", título que en octubre de 2011 llenaba este espacio, escribí: “Dice la historia que en 1497, cuando el Adelantado Alonso Fernández de Lugo decidió fijar su residencia en la vega de La Laguna, cuyo sitio siempre había parecido a los conquistadores el más propio de toda la isla para fundar un pueblo que hiciese veces de capital, lo hizo atendiendo a las muchas cualidades que adornaban el Valle de Aguere, y la inmediación del puerto de Santa Cruz...”
Y también cabe la lírica prosa de Dulce María Loynaz: “Venían de América las naves fatigadas, o tenían los cosecheros que embarcar su malvasía o su cochinilla o sus tomates... pues buscaban el puerto, se arraigaban en el puerto, con más razón en una tierra donde los caminos eran todos verticales, trasegados de curvas...” Al hilo de las contingencias de la historia, la misión centralizadora del complejo portuario de Tenerife es irrefutable.
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