Palabras al despedirse de la vida docente


A cargo de Ana María Díaz Pérez en ocasión del homenaje que recibió por parte de sus compañeros del I.E.S  Las Indias al jubilarse  (Real Casino de Tenerife, 30 de noviembre de 2012).

 

          Este momento encierra una sensación triste y alegre a la vez, de una parte, impregnado de cierta tristeza, porque hoy 30 de noviembre con la impartición de mi última clase, a 2º curso de Bachillerato, se cerró el capítulo de  mi vida  profesional en la enseñanza. Ha sido más de una treintena de años dedicada totalmente a formar a cientos de alumnas y alumnos, primero en la extinguida Formación Profesional, y, luego, en el Bachillerato. Como no quiero caer en falsa modestia, deseo manifestar que dejo la docencia con el total y absoluto convencimiento de que he cumplido con todas las obligaciones de una educadora y de que he  transmitido,  lo mejor que he podido y que he sabido, no sólo conocimientos, sino también valores, esto es, una formación integral,  por supuesto, con mis errores y mis aciertos, de los cuales emana la experiencia, pero siempre con idéntico tesón. Han sido más de tres décadas compartidas con muchas compañeras y compañeros, con opiniones semejantes y diferentes en el plano educativo, de las que se desprendían interesantes aportaciones, trabajado en una misma dirección para la consecución de un único objetivo, el de ofrecer la mejor educación posible a nuestro alumnado.

          Mi condición de historiadora me lleva a efectuar un breve recorrido por mi faceta docente. Mi singladura por el complicado y a la vez satisfactorio  mundo de la docencia arrancó en 1978 en el Instituto de Formación Profesional de Santa Cruz de Tenerife, ubicado en el edificio de la entonces Escuela de Comercio en la Avenida 25 de Julio de esta capital. Me considero una privilegiada, porque he tenido la suerte de trabajar en dos institutos de categoría, primero en el mencionado Politécnico, que hoy lleva el nombre del artista lanzaroteño César Manrique, un macrocentro en cuanto a solución arquitectónica, donde sus grandes dimensiones y el numeroso claustro de profesores no obstaculizaban un agradable ambiente. Aquí conocí a mis primeros colegas.

          También impartí  a lo largo de cuatro cursos clase en el I.E.S. La Guancha  y tres cursos dediqué, en comisión de servicio,  al Gabinete de la Reforma de la Consejería de Educación en la elaboración de los currículos de la Reforma Educativa de aquel entonces, la tan discutida LOGSE; de ambos espacios mantengo con algunos de sus miembros una estrecha amistad en algunos casos, y, en menor grado, con otros, pero siempre una afectuosa relación. No pedí traslado del Politécnico porque no me encontrase a gusto, todo lo contrario, fue una época muy divertida y sobre todo muy feliz; el motivo de mi marcha fue que, en ocasiones, dependiendo de las circunstancias, estaba avocada al turno de tarde, que no era en absoluto de mi agrado, dada la organización de mi vida personal. Fue entonces cuando logré un segundo acierto, también por lazos del destino, pues se produjo un desdoble del Politécnico hacia el I.E.S. Las Indias.

          En Las Indias ha transcurrido la mayor parte de mi actividad docente, convirtiéndose en mi segunda casa. Acaban de concluir 22 años muy gratificantes. La enseñanza es una máquina en la que todos sus engranajes tienen que encajar perfectamente para su buen funcionamiento y el I.E.S. Las Indias es una potente máquina con una cadena en la que sus eslabones, que se corresponden con el personal docente, el no docente y el alumnado, se concatenan unos con otros ajustadamente. El I.E.S. Las Indias es un instituto de calidad, pero la excelencia, estimados compañeros, no se halla en los documentos, puesto que hemos sido todos nosotros con nuestro esfuerzo personal, extralimitándonos, en ocasiones,  en nuestras funciones sin nada a cambio, los que hemos logrado  elevar al I.E.S. Las Indias a tan alto grado de notoriedad, en resumidas cuentas, la calidad se halla en cada persona, y, por consiguiente, en el conjunto de la Comunidad Educativa.

          Echaré de menos  a todos y cada uno de los miembros del I.E.S. Las Indias, al personal no docente, a los alumnos y a los compañeros de los distintos departamentos: Bachilleratos, Imagen personal y Textil, Confección y Piel.

          A Las Indias debo haberme dado la posibilidad de experimentar la interdisciplinariedad entre los Bachilleratos y los Ciclos Formativos y viceversa, algo enriquecedor que he incluido siempre en mis programaciones. La participación en proyectos también ha sido una de mis debilidades en la docencia, de manera que continuaré colaborando  este curso en el proyecto de Biblioteca, y en los de Solidaridad y Sostenibilidad y en todo aquello en que deseen mi participación.

          Si bien la decisión de abandonar la enseñanza no ha sido una tarea fácil, puesto que ha sido la más difícil, tras muchas reflexiones, que he tomado en  mi vida, es cierto que ha sido voluntaria,  mas hasta el día de hoy mi dedicación al alumnado que debe superar la PAU no me ha permitido entregarme por entero a una de mis grandes pasiones, la investigación histórica, es por ello que este instante de cierta melancolía lleva aparejado  una inmensa alegría, porque a partir de ahora se inaugura una nueva faceta profesional, la de escudriñar en los archivos, bibliotecas y hemerotecas con la finalidad de sacar a la luz pública nuevos libros.

          En el ámbito familiar, no puedo dejar de agradecer profundamente a mis padres la educación que me dieron. Mi padre, un hombre de enorme raciocinio,  de ciencias y de letras, y de quien seguramente heredé el gusto por estas últimas, mi madre, versada en buenas maneras, por lo que ahora podrán entender mi inclinación protocolaria. En estos tiempos cuando hace 26 años que echo en falta a mi padre y mi madre es muy mayor, mi apoyo más energético es mi único hermano, Antonio, a quien quiero manifestarle públicamente mi gratitud por ser mi brazo científico y artístico, pues él es el que me resuelve mis dudas matemáticas y realiza todos los dibujos que acompañan a mis publicaciones; asimismo a mi cuñada Ángeles, por haberme cedido el tiempo que mi hermano le hubiese dedicado a ella y por su  colaboración con exquisita dedicación en las presentaciones de mis libros, y a mis dos queridos sobrinos, Carlos Alberto y Antonio, que me informan de los artilugios de última generación que salen al mercado y de los avances químicos y de la ingeniería del automóvil.

          No quisiera concluir mis palabras sin mencionar a varios compañeros  que ya no están entre nosotros y que podían haber aportado todavía mucho a la enseñanza, porque fueron excelentes profesionales y mejores personas,  así que mi emocionado y merecido recuerdo para José Cataño, José Burgos, José Juan Toledo, Vicky Fragoso y, recientemente, Ramón Álvarez Braun y Lola Barrios.

          Únicamente me resta darles mis más expresivas y sinceras gracias, que brotan de lo más profundo de mi alma, por el largo tiempo compartido que ha sido tremendamente gratificante y por arroparme esta noche con vuestra compañía en el Casino de Tenerife, porque no hay mayor recompensa  en el plano profesional que la de que se reconozca el trabajo realizado, pero, sobre todo, de una cariñosísima y calurosa despedida de la faceta docente mediante la que sentirse apreciada por los compañeros, yo no me he sentido querida, me he sentido extraordinariamente querida,  y, principalmente, esta última reunión, un bellísimo detalle, permanecerá entre mis imborrables recuerdos, aunque pudiera suceder que con la edad se diluya en mi mente, pero de donde jamás podrá escapar es de mi corazón, porque el sentimiento experimentado es irreversible. Queridos compañeros y amigos, ¡hasta siempre!

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