Don Antonio Gutiérrez, teniente general en 1793
Por Pedro Ontoria Oquillas (Publicado en El Día el 27 de agosto de 1989).
En un artículo publicado en El Día de veintisiete de julio, de manera solapada se le trata al general Gutiérrez de inepto, inexperto y egoísta, apoyándose el autor del artículo en la autoridad del historiador Francisco María de León. Sin embargo, si analizamos las citas que aduce, encontramos algún error histórico que nos induce a pensar que la valoración o dibujo que hace de la persona del general Gutiérrez no sea fidedigna y la pongamos en tela de juicio. Ciertos asertos históricos se repiten y trasmiten sin pasar por el tamiz de la crítica y no podemos admitir gratuitamente -quod gratis asseritur gratis negatur- el juicio de un autor que juzga o valora la personalidad de un personaje por un acontecimiento que otros lo interpretan de manera distinta y que el mismo pueblo reconoció lo contrario (Nota 1). En concreto, la crítica o juicio del general Gutiérrez por el historiador Francisco María de León y Xuárez de la Guardia no es objetiva y peca de posturas fantásticas al analizar la victoria de Tenerife; consiguientemente es una curiosidad muy curiosa.
La figura del general Gutiérrez merece un estudio crítico y ecuánime de toda su trayectoria biográfica para no repetir errores. No se puede admitir que con motivo de la victoria de Tenerife (25 de julio de 1797) se le ascendiese a teniente general, pues ya lo era desde 1793, cuatro años antes, como lo afirman modernos historiadores que aportan fundamentales datos biográficos de nuestro general (2). Tampoco se puede marginar la personalidad de Gutiérrez con el adjetivo de inepto por el hecho de querer resaltar las gestas del pueblo rebajando los méritos de sus dirigentes. Este criterio lo han seguido algunos autores canarios al negarle las cualidades de bizarría y pericia militar, apostrofándole de “poco versado en asuntos de armas” y de estar poseído del “aturdimiento propio de un bisoño”. Ninguno de estos juicios se apoya en testimonio de algún contemporáneo, llámese cronista particular u oficial, o en el análisis de los documentos.
El marino inglés salió de la batalla, con la pérdida de un brazo, pero conservó la aureola de valiente; el otro protagonista, el español, se vio envuelto en inexactos e ingratos comentarios sobre su debilidad y falta de ánimo. Aun las magnánimas muestras que manifestó en las capitulaciones han sido mal interpretadas. Los ingleses han sabido colocar al almirante Nelson, desechando como bagatelas los lunares que afearon la memoria de Nelson, lunares que hay que juzgarlos en el encuadre histórico de la época; aquí seguimos sin un conocimiento exacto de su vida. Cierta “nelsonfilia” ha sido negligente en admirar y exaltar las virtudes castrenses del comandante general. Realmente el realce y trascendencia de la renombrada gesta proviene de la figura del vencido, almirante Nelson; pero también sepamos resaltar la maestría y pericia militar del general Gutiérrez, que sus contemporáneos ya supieron elogiar.
La verdad histórica hay que contarla, aunque nos sea amarga. Veritas solet esse amara, oración de infinitivo concertada nos enseñaban, que un aforismo latino insistirá en la cosa odiada. Decía Voltaire: on doit des égards aux vivants; no ne doit aux morts que la verité. Verdad, que en sentido evangélico, nos hará libres.
Después de nuestra victoria -repetimos las palabras de B. Cólogan Fallon- debemos celebrar el valor de los que se esforzaron en conseguirla, felicitemos al Cuerpo de Artillería, al Batallón de Canarias, los reclutas de Cuba y de La Habana, a los franceses que se ofrecieron gustosos a la defensa de la Plaza y los trozos de milicias que se distinguieron en aquella madrugada memorable; y sin olvidar la noble conducta de nuestros defensores militares, alabemos también el patriotismo de los paisanos que voluntariamente expusieron sus vidas y merecen sin duda ser partícipes de la Gloria que de la Victoria ha resultado a las Armas canarias.
Erijamos el monumento y demos a conocer nuestras hazañas, porque de haber, haber… un modesto y enclaustrado epitafio al comandante general y un Museo Militar Regional donde se exhiben trofeos de esta jornada.
NOTAS
1. A. CIORANESCU, Historia de Santa Cruz de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife 1977-1979. 4 vols.- Julio PÉREZ ORTEGA, La conquista de Canarias. Santa Cruz de Tenerife 1986.
2. F. LANUZA CANO, Ataque y derrota de Nelson en Santa Cruz de Tenerife. Madrid 1955.-A. RUMEU DE ARMAS, Piraterías y ataques navales contra las Islas Canarias. Madrid 1947-1950. En un encabezamiento de un documento fechado el 19 de agosto de 1794, D. Antonio Gutiérrez ostenta en primer lugar el de Teniente General de los Reales Ejércitos: “D. Antonio Gutiérrez de Otero y Santayana González Varona Verges Cano Torres de Aragón Silva y Herrera, teniente General de los Reales Ejércitos, Gobernador y Comandante General de estas Yslas Canarias, Inspector de Tropa Reglada y Milicias, Presidente de la Real Audiencia y de las Juntas Generales de Fortificación y Sanidad…”.