Cuando Canarias pudo ser otro Gibraltar

Por Jesús Villanueva Jiménez  (Publicado en ABC el 22 de julio de 2012). (Ver Nota 1)

La Gesta del 25 de Julio de 1797 (Nota 2)

 

Se cumplen 115 años de la gesta de Tenerife. El plan de Nelson consistía en apoderarse de la isla y luego del resto del Archipiélago. Su humillante derrota ante la resistencia española, muy inferior en número, intentó ser ocultada por los británicos. (Nota 3).

          Casi exactamente noventa y tres años después de la usurpación británica de Gibraltar (4 de agosto de 1704), una potente escuadra formada por nueve buques de guerra al mando del entonces contralmirante Nelson atacó Santa Cruz de Tenerife con la intención de conquistar la plaza, después la isla y más tarde, por etapas, las restantes Islas Canarias.

          La batalla decisiva se libró el 25 de julio de 1797 en las playas y calles santacruceras, la única plaza fuerte del archipiélago. Y aunque tanto Nelson como su superior directo, el almirante John Jervis (jefe de la Royal Navy en el Mediterráneo), como sus leales oficiales consideraron desde un principio la empresa poco más que un paseo militar, fueron estrepitosamente derrotados por un puñado de soldados y de milicias campesinas sin instrucción, pertrechadas con aperos cual armas medievales en su inmensa mayoría, al mando del teniente general don Antonio Gutiérrez de Otero. Para Nelson, aquélla sería la única derrota de su brillante carrera militar. Para Gutiérrez, constituía su tercera victoria (Menorca y las Malvinas) sobre un ejército británico.

          La humillante derrota del 25 de julio de 1797 fue ocultada por los historiadores británicos entonces y ahora, cuando no falseada. Ya en agosto de ese año, el capitán Miller (comandante del Theseus) publicó una carta en el Mariner Mirror en la que multiplicaba por cinco las fuerzas defensoras de Santa Cruz. Pero aún es más penoso que los historiadores españoles apenas se hayan ocupado de investigar y divulgar esta gloriosa página de la Historia de España. Hasta que hace doce años Luis Cola Benítez, Daniel García Pulido y Pedro Ontoria Oquillas, miembros de la Tertulia Amigos del 25 de Julio, desempolvaron de archivos españoles y británicos las fuentes documentales más fidedignas y extraordinarias, y la Gesta tinerfeña, canaria y española que evitó otro Gibraltar comenzó a ser conocida entre los canarios. Ahora nos queda contársela al resto de los españoles.

          El proyecto de invasión comenzó a fraguarse cuando el 14 de febrero de 1797 la escuadra española quedó bloqueada por la británica en la bahía de Cádiz, luego de ser derrotada frente al cabo de San Vicente. Los británicos, que consideraban Canarias una extraordinaria base logística en el Atlántico, observaron  como una oportunidad única la absoluta desprotección en la que el archipiélago había quedado. Después de las pertinentes pesquisas, que informaban de las escasas fuerzas defensoras isleñas, en carta fechada el 12 de abril Nelson propuso a Jervis la invasión de Santa Cruz de Tenerife como primer paso para la conquista total de las Canarias. Nelson expresó en la misiva su absoluta confianza en el éxito de la empresa: “Pero ahora viene mi plan, que no puede fallar, que inmortalizaría a quienes lo pusieran en ejecución, arruinaría a España y tiene todas las probabilidades de elevar a nuestra nación al mayor grado de riqueza que nunca haya logrado aún”. Jervis autorizó a Nelson a que organizara la expedición y a que contara con los barcos y oficiales que estimara oportuno.

          El 15 de julio de 1797 partían de Cádiz los navíos Theseus (donde enarboló su insignia el contralmirante), Culloden y Zealous, las fragatas Seahorse, Emerald y Terpsichore, el cúter Fox y la bombarda Rayo (el navío Leander, procedente de Lisboa, se unió a la expedición la mañana del 24). Un total de 393 bocas de fuego y 2.000 hombres instruidos, experimentados y bien armados. En la madrugada del 22 de julio, con la escuadra británica ya a tres millas de la costa, Nelson ordenó el primer desembarco por sorpresa, al amparo de la negrura de una noche cerrada.

          Pero Nelson desconocía que al mando de la defensa de Santa Cruz (pueblo de algo más de 7.000 habitantes) estaba un anciano militar de 68 años, que sumaba, a su gran formación castrense, una dilatada y exitosa carrera. El plan de defensa diseñado por el general Gutiérrez funcionó desde el primer instante. Y aunque sólo contaba Santa Cruz con menos de 300 soldados profesionales y 900 campesinos de las milicias provinciales, de los que sólo 100 dispusieron de mosquetes, el proyecto británico fue paso a paso demolido por la anticipación de los españoles. Desesperado Nelson por los dos fallidos desembarcos del día 22, en la madrugada del 25 de julio ordenó el ataque en tromba de 1.300 hombres en 30 lanchas y el cúter (a reventar de armas y munición), que debían desembarcar por las playas a ambos lados del castillo de San Cristóbal. En la lancha más avanzada blandía la espada el propio contralmirante.

          Para los británicos se iniciaba el principio del fin. La batería de costa hundió el cúter y 101 marineros e infantes de marina fueron engullidos por las aguas. El desembarco por la playa a la izquierda del castillo fue destrozado por el fuego de metralla de un cañón legendario, El Tigre, cuya tronera fue abierta dos días antes por la providencial iniciativa del valiente teniente Grandi. Apenas faltaban dos paladas para encallar la lancha en la arena, cuando la metralla de El Tigre destrozó el brazo derecho de Nelson. Reembarcado en el Theseus, a punto de desangrarse, el cirujano tuvo que amputárselo a la altura del codo.

          Por la desembocadura del barranquillo del Aceite, a la derecha del castillo, lograron desembarcar 900 británicos, bajo el fuego de la poca milicia armada y del batallón de Infantería que, luego de repeler otro desembarco por otra playa más al sur, acudía a la carrera al auxilio de los campesinos. A la luz de los fogonazos de los disparos de fusil se combatía en las plazas y calles de Santa Cruz. Gutiérrez ordenó una maniobra envolvente que ejecutaría el batallón dividido en cuatro destacamentos, reforzados por la milicia campesina. La lucha fue cruenta. Cuerpo a cuerpo en muchas ocasiones. Los labriegos embestían con garrotes y rozaderas contra infantes de marina que atacaban con la bayoneta calada después de hacer fuego contra los tinerfeños.

          Ya amanecía cuando los británicos se vieron acorralados por los españoles, que rodeaban el convento de Santo Domingo, donde se habían refugiado. Desorientados y moralmente abatidos al no conocer qué había sido de su carismático líder, los británicos capitularon.

          A la luz del día de Santiago Santo, el general Gutiérrez y el capitán Hood firmaron las condiciones de una capitulación honrosa. Para ello, Gutiérrez consiguió que Nelson, bajo su palabra de honor, se comprometiese a que jamás la Royal Navy volviera a atacar ninguna de las Islas Canarias. Nelson agradeció a Gutiérrez, en su primera carta firmada con la temblorosa mano izquierda, el trato humanitario ofrecido a los británicos heridos. Trescientas vidas costó a Gran Bretaña la fallida contienda. Veinticuatro fueron los caídos españoles.

          Dos banderas británicas fueron capturadas, que hoy se exhiben en el museo del Centro de Historia y Cultura Militar de Canarias, en el establecimiento de Almeyda, en Santa Cruz de Tenerife: una, de la fragata Emerald; la segunda, enorme, destinada a ser izada en el mástil del castillo de San Cristóbal. Donde hoy seguiría ondeando, como lo hace en la usurpada Gibraltar, de no haber sido por la heroica Victoria alcanzada por Santa Cruz: la Gesta del 25 de Julio de 1797. (Nota 4) 

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 Bajo dos retratos de Gutiérrez y Nelson se recogían sus abreviadas biografías (Nota 5)

 

     Teniente General don Antonio Miguel Gutiérrez de Otero González- Varona (Aranda de Duero, Burgos, 8 de mayo de 1729 - Santa Cruz de Santiago de Tenerife, 14 de mayo de 1799).

     Gobernador y Comandante General de las Islas Canarias del 30 de enero de 1791 hasta el día de su fallecimiento.

     Entró en el ejército a la cortísima edad de siete años, al amparo de su padre, también militar. En 1770, como teniente coronel, sargento mayor del Regimiento de Infantería de Mallorca mandó las tropas de desembarco que expulsaron a los ingleses de Puerto Egmont, en la Gran Malvina. Ascendido a brigadier, en 1782, al mando del Regimiento de Infantería de África, participó valerosamente en la reconquista de la isla de Menorca, en manos de Inglaterra. En 1783, Carlos III lo nombró comandante militar de la isla de Menorca y gobernador de la plaza de Mahón. En septiembre del siguiente año, asumió la misma responsabilidad, esta vez de la isla de Mallorca. Carlos IV, en Octubre de 1790, lo ascendió a mariscal de campo y lo nombró comandante general de las Islas Canarias. La culminación de su carrera llegó en enero de 1793, cuando fue ascendido a  teniente general de los Reales Ejércitos de España.

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     Almirante Horatio Nelson (Burnham Thorpe, condado de Norfolk, Inglaterra, 29 de septiembre de1758 – Cabo de Trafalgar, 21 de octubre de 1805).

     En 1770 ingresó en la Royal Navy. Ascendió a capitán en 1779, tras formarse por mares de Asia y América. En 1793 destacó en la toma de Tolón. En 1794 quedó ciego del ojo derecho en Calvi, Córcega. El 14 de febrero de 1797, como comodoro, su intervención es decisiva para la victoria sobre la escuadra española, por lo que fue ascendido a contralmirante. El 25 de Julio de 1797, sufre su única derrota en Santa Cruz de Tenerife, donde perdió el brazo derecho. En agosto de 1798, aplasta a la Armada francesa en la bahía de Abukir, en la batalla del Nilo. El 2 de abril de 1801, vence en Copenhague a la armada danesa, aliada de Napoleón. El 21 de octubre de 1805, en la cubierta del Víctory, en la batalla de Trafalgar, es abatido por un disparo francés. Sería su última victoria.

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NOTAS

1.- El titular que publicó el periódico fue "Canarias pudo ser Gibraltar" en lugar del remtido por el autor, que era "Cuando Canarias pudo ser otro Gibraltar".

2.- Subtítulo original no recogido en el diario.

3.- Añadido del periódico con el error de hablar de 115 años cuando son exactamente 100 más.

4.- Este último párrafo, colofón del artículo al expresar la fundamental consecuencia de la Gesta, por causas desconocidas no fue publicado en el periódico.

5.- Que tampoco fueron recogidas literalmente en el diario