El Monumento a la Gesta salda la deuda contraída con los defensores de la Isla

Por José Andrés Dulce  (Publicado en El Día el  16 de agosto de 1998)

coraje

          “Mi obra es un grito al cielo de lamento, desgarro y valor”. Con estas palabras define Manuel Bethencourt su escultura, titulada precisamente “Coraje”, que preside el Monumento a los Héroes del 25 de julio de 1797, ubicado en el área portuaria de esta Capital.

          Como toda obra de arte, “Coraje” no ha logrado el consenso de sus contemporáneos, pero no es arriesgado vaticinar que el porvenir será benévolo con esta formidable creación, tan cercana al corazón del pueblo como alejada de la estética oficial.

               -¿Está satisfecho del resultado, tanto por lo que se refiere a su emplazamiento como al diálogo entre la escultura y la base?

               -El conjunto es armónico. Palerm y Tabares son dos buenos arquitectos; diseñaron la base con un sentido “actual” de la forma, alejada del canon tradicional. En cuanto al enclave, no teníamos otro sitio. Originalmente, prentendíamos ubicar el monumento en una zona donde sobreviven las huellas de un cañonazo, pero el área pertenecía a la Junta del Puerto y el plan no era realizable.

               - Sin embargo, ¿no cree que la obra queda un tanto encerrada entre las vías que cruzan por delante y por detrás?

               -La lectura del monumento es de futuro y no se corresponde con el instante actual. Tal y como ha quedado, el trabajo se contempla con una perspectiva media, pero cuando concluya el plan de ampliación del muelle, adquirirá su verdadero nivel y podrá verse desde la perspectiva adecuada.

               -De algún modo, esta interpretación “abierta” del monumento estaba incoada en su estudio preliminar, con una pirámide penetrable que demandaba mucho espacio libre a su alrededor…

               -Aquel boceto, como digo, no pudo realizarse por problemas técnicos. Yo pretendía que el interior de la pirámide albergase un museo de la Gesta, un “espacio explicativo”. Ahora, conserva esa misma lectura, pero condensada. También debo decir que la base diseñada por los arquitectos supera, con creces, mis previsiones.

               -¿Cree que la gestación del monumento ha dejado al descubierto la imprevisión de las entidades públicas en materia de gestación cultural?

               -La falta de previsión económica ha contribuido al retraso en su inauguración. En principio, el Ayuntamiento de Santa Cruz iba a asumir la financiación íntegra de la obra. En el curso de su elaboración, se dio cuenta de que no podía sufragarla en solitario, de manera que entró en liza el Cabildo, con lo cual el proyecto se bifurcó al entrar en una doble vía administrativa y presupuestaria. Aunque con retraso, la obra ha salido adelante. En lo que sí haría hincapié es en el desconocimiento que existe de los procesos de fundición, que en una obra de esta magnitud necesitan ocho meses, a los que después hay que sumar otros seis o siete meses para la escultura propiamente dicha. Tuvimos que trabajar sábados y domingos “a jornada completa”.

               -¿Participó usted en los distintos procesos de elaboración?

               -Mientras modelaba, gestionaba que la obra se pudiera fundir en la Isla en vez de en la Península. A falta de fundición, habilitamos una nave en La Matanza donde yo mismo dirigí los trabajos. Desdoblándome como profesor, enseñé a mis colaboradores a patinar, a cincelar, a controlar los procesos químicos, a tabajar el bronce… Realmente, fue un trabajo titánico, y muy complejo.

               -¿Le han llegado las primeras críticas del público?

               -Toda obra de arte tiene su lectura. Creo que, en general, el público desconoce lo que significa este monumento. Por medio de El Día quiero llevar su mensaje, que es éste: una mujer germinada; un grito al cielo de desgarro, lamento y coraje; es el suyo un grito de defensa de las propias vidas frente al invasor. La escultura invita a bajar y leer los textos de Nelson y Gutiérrez. A partir de sus formas empieza a devanarse la madeja de la historia, la explicación de los motivos que guiaron la batalla y su significado intrínseco.

               -¿Quizá pesa demasiado sobre el espectador la referencia canónica de la escultura monumental?

                -El peligro de una escultura “referencial” es ése. Con lo abstracto no hay problema, nadie se atreve a juzgar. Pero en cuanto aparecen elementos figurativos se dispara la controversia. En mi caso no podía recurrir a una escultura neoclásica ceñida al patrón de Canova ni tampoco a un motivo hiriente que recrease un momento de la confrontación. La plástica se guía hoy por otros parámetros. Necesita invocar al  pueblo; y eso es lo que yo he pretendido mediante la figura de una mujer fecundada, imagen viva de subsistencia.

               -¿Es lícito discutir si la escutura debe mirar hacia la ciudad o hacia el mar?

               -Podría haberse hecho una escultura rotativa que cada cierto tiempo se orientase en un determinado sentido, pero creo que lo importante es la Gesta y su representación. Las obras van siendo aceptadas con el tiempo, pero las deudas han de pagarse; y la contraída con los defensores de la Isla ya está pagada.

Una lucha de 201 años

         Frente a las especulaciones suscitadas por el monumento, sobre la bondad escultórica o la pertinencia de su emplazamiento, Bethencourt opina de modo  explícito: “Admitamos que la obra está ahí. La batalla por este monumento ha sido una lucha “a brazo partido” que ha durado doscientos y un años. Por lo menos, la llama prendida hace dos siglos ha logrado avivarse después de estar mucho tiempo apagada. He dado lo máximo de mí. Si otro puede mejorar lo hecho, bienvenido sea”. El autor no se siente molesto por las críticas. “Lo único que no admito –alega- es que se me considere superior a Borges Salas; él era un genio, yo no estoy tocado por la gracia del arte. De millones de hombres, la Humanidad sólo da unos pocos grandes artistas en cada generación. Por eso, estoy seguro de dos cosas: no soy un genio, pero sí un obrero de la escultura. El tiempo decidirá el auténtico valor de mi trabajo”.