La portada de Santa Cruz

 

Por Juan Tous Meliá (Publicado en El Día el 6 de julio de 1997).

 

          Durante siglos casi la única forma de entrar en Santa Cruz era desembarcando, primero por la caleta de Blas Díaz, donde lo primero que aparecía a los ojos del viajero era la fortaleza de San Cristóbal, y posteriormente por el muelle y a su vera la Alameda de la Marina o del Marqués de Branciforte.

          Al poner en marcha la exposición La Gesta del 25 de Julio de 1797” se pensó que al entrar en ella tres eran los aspectos que debía percibir el visitante: el castillo de San Cristóbal que le otorgaba el titulo de Plaza Fuerte al Lugar de Santa Cruz, el ancla que le daba el título de Puerto de mar y la Alameda que le imprimía el carácter de Villa, diez años antes de que se le otorgara el título por la victoria que las tropas del general Gutiérrez obtuvieron sobre la escuadra de Horacio Nelson.

          Existe una bella imagen que dibujó el prebendado don Antonio Pereira Pacheco en 1809 que nos permite conocer cómo era el “Puerto y Plaza de Santa Cruz de Santiago” en las fechas que estamos conmemorando y que nos sirve de atrio junto con la maqueta de San Cristóbal y de la portada de la Alameda.

 

El Castillo de San Cristóbal

          El rey Felipe II en Real Cédula expedida el 25 de julio de 1575 ordenaba la construcción de una fortaleza en Santa Cruz de Tenerife. Se trataba del Castillo de San Cristóbal proyectado según traza del ingeniero de S.M. Juan Alonso Rubián, quien el 1 de marzo de 1574 presentó los modelos de la fortificación, uno en madera y otro en papel, al Cabildo de la isla.

         En diciembre del mismo año el Gobernador y Justicia Mayor de la isla Juan Álvarez de Fonseca inició su construcción. A tal efecto el día 15 del citado mes se reunió en Cabildo con los Regidores de la Isla para cumplimentar la Real Cédula de S.M. y fijar el definitivo emplazamiento, lo que obligó a derribar la ermita de la Consolación y construirla en la margen izquierda del barranco de Santos convirtiéndose en embrión del futuro convento de Santo Domingo (actuales Recova vieja y Teatro Guimerá).

          Las obras progresaron rápidamente y el 15 de julio de 1576 el Cabildo inspeccionó éstas y acordó derribar la Fortaleza vieja situada donde en 1742 se erigiría la Real Aduana (actual edificio de Correos) y así aprovechar los materiales. Se construyó de sillería basáltica la base y la mitad de los muros y el resto de mampostería, levantándose primero los dos baluartes que daban al mar hacia levante y los muros próximos. El l4 de enero de 1577 acordó el Cabildo trasladar la Artillería y seis días después se reunió el Regimiento de la Isla con el Gobernador que les dijo:

               “...que la fortaleza está casi acabada y fecho lo más ymportante della, por que están fechas las dos torres de la parte de la mar y las otras dos de la parte de tierra están en defensa; y está fecho el terrapleno de la parte de la mar y en estas dos torres y terrapleno está fecha la plataforma con chaplones de tea donde se ha de poner la Artillería…”

          El 4 de febrero de 1577 eligió el Cabildo el primer Alcaide del Castillo siendo nombrado el Capitán D. Pedro Fernández Campos. En octubre del mismo año cesó D. Juan Álvarez de Fonseca en su primer mandato como Gobernador, momento en que podía asegurarse que la fortaleza se hallaba prácticamente terminada pues sólo faltaba cubrir los aposentos que daban a la parte de tierra y sobre cuyo envigado habría de extenderse parte de la plaza de armas.

          Fueron muchas las reformas que desde entonces se realizaron en el Castillo. Entre otras cabe citar que en 1639 el Capitán General D. Luis Fernández de Córdoba ordenó construir un oratorio y en él se colocó el crucifijo de San Cristóbal, que puede contemplarse en la Exposición que comentamos; en 1656 se levantó la batería anexa de Santo Domingo mejorándose en 1701; y en 1723 el Marqués de Valhermoso mandó construir su propia residencia en el Castillo. Las obras y reformas se sucedieron a lo largo de los siglos XVIII, XIX y XX, siendo mudo testigo de cuantos acontecimientos, catástrofes y hechos de Armas se sucedieron en Santa Cruz, principalmente los que tuvieron lugar los días 22 a 25 de julio de 1797.

          El 20 de septiembre de 1926, por Real Orden, se autorizaba el cambio del Castillo, las baterías de la Concepción e Isabel II, junto con un solar del Barrio de Duggi  y la Casa de la Pólvora, por un edificio para el Gobierno Militar y otras dependencias.

          En 1928, el Castillo fue derribado. Más de 350 años de historia de la ciudad quedaron sepultados con la connivencia de las fuerzas políticas y de las instituciones culturales del momento; sólo una persona. D. Manuel Ossuna-Saviñón quiso impedirlo, colocándose de rodillas delante del castillo.

          La estructura primitiva del Castillo estaba formada por un rectángulo abaluartado de 64 varas (53,4 metros) de lado exterior los dos mayores y 61 varas (51 metros) los otros dos. ¿A quién no le gustaría ver en la actual Plaza de España el bello Castillo de San Cristóbal que en 1574 trazara Juan Alonso Rubián, despojado de las construcciones que se le fueron anexionando y que tanto lo afeaban?

          Ahora, querido lector, ya no es posible contemplarlo. Hay que conformarse con la piedra armera del Cabildo de La Laguna, que en recuerdo del Castillo se encuentra en la Plaza de España, y el escudo de armas del Gobernador y Justicia Mayor de la Isla D. Juan Álvarez de Fonseca y un relieve que representa a San Cristóbal, que se conservan en el Musen Militar junto con una reproducción del Castillo y del muelle tal como eran hace doscientos años. El trabajo ha sido realizado por D. Vicente Vizcaíno teniendo en cuenta la cartografía de la época y las reformas que ya hemos indicado, así como los arreglos del muelle realizados por el ingeniero Amat de Tortosa, entre los que destacan la batería de la Cabeza del muelle, los cambios en las escaleras de acceso al mismo y el sistema de aguada. También se ha colocado el cañón que tanto estrago hizo en la madrugada del día 25 de julio, cuando el teniente Grandy tuvo la idea de abrir una tronera en la antigua batería de Santo Domingo y lo apuntó en dirección a la playa de La Alameda.

 

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La Alameda del marqués de Branciforte

          En 1787, una vez que concluyeron las obras de remate del muelle, el comandante general marqués de Branciforte expresó la conveniencia de construir a la entrada del muelle un paseo para el esparcimiento de la población. El marqués encabezó la subscripción de su peculio a la que siguieron las personas y comerciantes acaudalados, entre ellas: Casa Blanco, D. Henrique Macarik, D, Patricio Power, D. Diego Barri, el capitán del Puerto y D. Juan Fernández.

          El proyecto de la Alameda fue realizado por el ingeniero militar D. Andrés Amat de Tortosa.

          La fachada de la Alameda, que fue derribada hacia 1915, puede contemplarse en el plano que levantó Amat de Tortosa, que lleva por título “Plano y vista de la Alameda recién formada”. Los cronistas e historiadores le han dado multitud de calificativos: “Plaza dieciochesca original”, “Prado santacrucero”, “Bolsón insular de plurales negocios”, “Salón de provincias”... Si nos atenemos al plano que se exhibe en la Exposición vemos que se habían plantado cuatro hileras de plátanos del Líbano, que dividían la Alameda en un paseo central y dos calles a cada lado. Casi al final del paseo, una fuente: de mármol de Carrara, que Poggi y Borsotto en su Guía histórica descriptiva de Santa Cruz de Tenerife de 1881 relata así:

               “sencilla pero elegante y de muy buen gusto artístico, que tendrá sobre el nivel de pavimento de la Alameda tres varas de altura. Se compone del depósito ó receptáculo que es de forma hexagonal; del primer cuerpo de figura triangular y de hermoso dibujo, sobre el que descansa una taza compuesta de tres conchas en la que se apoya un bonito grupo de tres tritones con sus cabezas ligeramente apoyadas en la concha y sus colas lanzadas al aire y entrelazadas, que forman el segundo cuerpo”.

          La Alameda formaba un recinto cerrado. La entrada compuesta por tres arcos que coronaban las armas reales de Carlos III (actualmente en el Museo Militar) y a ambos lados dos estatuas de mármol blanco que representaban a la Primavera (actualmente en el patio central de la Escuela de Bellas Artes) y al Verano. El testero por su espalda estaba coronado por una estatua que representaba el Tiempo (estuvo en una glorieta del Parque Municipal); los laterales estaban formados por un muro con estacada, el lado que daba al mar servia de mirador y tenia adosados en su interior cinco bancos de piedra, y el que daba a la calle de la Marina así como el testero tenían un banco de piedra corrido.

          En el plano figuran cuatro cartelas que dicen:

               Por su frente: “Plano y Vistas de la Alameda recién formada en la Plaza de Sta. Cruz de Tenerife por disposición y” y “dirección de su Comandante General de estas Yslas de Canaria el Excmo. Sr. Marq. de Braciforte en este preste. año de l787”.

               Por su espalda: “Podrá servir de Parque ó de deposito provincial a la mano para qualesquiera acopios en Tiempo de Guerra así por su espacio cercano y serrado, canso por la ynmediación al muelle” y “A sido costeada por la generosidad de las personas distinguidas de este vecindario, movidas del buen gusto y deseos de reunir su sociedad en tan propio recreo e ympelidas de la eficacia con que se dedica y contribuye el citado Sr. Com.. Gen. a la hermosura y embellecimiento de la Plaza”.

          Con la ayuda del plano y de las fotografías antiguas que existen sobre la bella fachada, Marcos García Lago ha efectuado una reproducción a escala 1:10. Debemos resaltar que la narración que hace Felipe Miguel Poggi y  Borsotto, y que siguen prácticamente todos los historiadores que han descrito la Alameda, no coincide con lo que se ve en las fotografías, pues todos hablan de la existencia de dos lápidas con una inscripción idéntica a la que figura en la cuarta cartela descrita, a no ser que. estuvieran en el testero o en un literal. Sin embargo con ayuda de la lupa hemos descifrado una lápida que dice:

               “AÑO DE 1787 REINANDO CARLOS III” y una inscripción grabada en el arco central: “YO D COME G’L EXMO S ’ MAQ D BANCFORTE”.

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          ¿Qué queda de aquella entrada Santa Cruz, mirador y lugar de esparcimiento? Sólo las maquetas que se muestran en la Exposición. Sin embargo se puede pensar en un bello proyecto que es construir a escala 1:10 el viejo Santa Cruz, actualmente desaparecido, en un lugar cercano a la plaza de España.