Diego Correa, un ilustre e ignorado héroe de la Gesta del 25 de Julio de 1797

Por Manuel Hernández González (Publicado en El Día / La Prensa el 5 de julio de 1997).

 

          Resulta cuando menos sorprendente el vacío, cuando no la ignorancia y el olvido, que se ha tenido con el lagunero Diego Correa en el recordatorio de los protagonistas del fracaso de la invasión de Nelson, a pesar de ser uno de los pocos 1aureados por su acción intrépida y audaz y su activa participación en los hechos. A pesar de la existencia de una monografía sobre su excepcional biografía, ni una mínima referencia ha glosado la personalidad de este excepcional tinerfeño.

          Esta biografía se puede encontrar en Diego Correa, un liberal canario ante la emancipación americana, Centro de la Cultura Popular Canaria, 1992. No creemos que este olvido se deba, quién sabe, a sus orígenes sociales humildes y a su ausencia de descendencia entre la siempre fiel, autoencumbrada y cosmopolita burguesía santacrucera.

          El lagunero Diego Correa, como cabo del regimiento provincial en Güimar, como refiere José Monteverde, a pesar de estar enfermo, saltó de la cama y salió al encuentro del enemigo con sus pistolas y su sable, llenando once prisioneros al castillo. El comandante general Antonio Gutiérrez sostiene que animó a un grupo de soldados y se descalzó sobre la playa, combatiendo con los ingleses. Logró en breves minutos cautivar 17 prisioneros, que entregó personalmente en el castillo de San Cristóbal, depositando varias armas, una caja de guerra y un cañoncito. Por esa acción fue propuesto su ascenso a subteniente, que se le concedió en 1803.

          Correa, hijo del más grande orfebre canario del siglo XVIII, el sauzalero Juan Antonio Correa, autor de los hermosos tabernáculos de las parroquias de Teror y Buenavista, era un mulato, alto y corpulento, maestro de esgrima, que fue en su juventud platero y latonero como su padre, y que contrajo matrimonio, contra la voluntad de la familia de ésta, por estimar bajo su origen, con la hija de un comerciante genovés asentado en La Laguna. Ejerció como guardamontes del Cabildo lagunero y participó activamente en la conspiración que llevó al Marqués de Villanueva del Prado a la Presidencia de la Junta Suprema de Canarias en 1808, hasta el punto de que fue el mensajero que llevó las órdenes de ésta a la goleta La Mosca, fondeada en Las Palmas, con la misión de ganar la obediencia de Canarias y América a José Bonaparte.

          A finales de 1808 partió con dos de sus hijos a la Guerra de Independencia, donde fue capitán del ejército de Ciudad Rodrigo. Refugiado en Cádiz fue designado para una comisión secreta por la Regencia en Filadelfia con el objetivo de asesinar a Napoleón. Allí permaneció durante varios años, escribiendo libres y artículos contra la independencia de América. En 1813 regresa Cádiz. Ahí publica artículos en un célebre periódico liberal, El Duende de las Cafés, y se introduce en la masonería. En 1814 se subleva contra Fernando VII por haber abolido la Constitución. Apresado ilegalmente en Gibraltar, es condenado en el presidio de Ceuta, de donde fue liberado gracias a las presiones del Gobierno y Parlamento británicos. Exiliado en Londres, publica en inglés un libro y publica artículos en El Español Constitucional.

           En 1820, al retornar el régimen liberal, publica numerosos artículos en Madrid en el órgano de los liberales radicales, El Conservador. Nombrado por el Gobierno Intendente de Querétaro, en Méjico, se embarca para Cuba donde le sorprenden las noticias de la Independencia de ese país. En La Perla de las Antillas se convierte en el más activo dirigente del liberalismo exaltado, publicando libros y artículos en la prensa, enfrentándose con la sacarocracia cubana. De regreso a España, publica un nuevo escrito en el que denuncia el anticonstitucionalismo de Fernando VII, se refugia en Cádiz ante la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis que lo reponen como monarca absoluto. Un nuevo exilio en Inglaterra finalizó con la restauración del régimen liberal con Isabel II. En 1835, con el rango de coronel, es nombrado comandante de las fuerzas de guardias de la policía de Madrid. Un año después es nombrado Intendente de Filipinas, cargo que ejercería hasta su fallecimiento en Manila el 10 de junio de 1843.

          Diego Correa es sin duda uno de los militares más ilustres y singulares que han dado las Islas, protagonista en su misma carne de las contradicciones, anhelos e ilusiones de una generación que vio desaparecer el Antiguo Régimen y sucumbir el Imperio Español en América. Por su activo papel en tales transformaciones, por su contribución a la derrota de Nelson en Santa Cruz de Tenerife, merece algo más que el silencio sobre él reflejado, a pesar de su papel activo en todas las fuentes que hablan de tales hechos, Reconocerlo es un acto de justicia.

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