Presentación del libro de Manuel Villanueva Gómez "Poemas para el recuerdo - III"

A cargo de Emilio Abad Ripoll (Club Deportivo Militar Paso Alto, Santa Cruz de Tenerife, el año 2003)

 

          De nuevo me encuentro en la tesitura de tener que presentar a un amigo, Manolo Villanueva, que lo es también de muchos de ustedes, si no de todos, por lo que me preguntaba cuando empecé a escribir estas líneas que ¿qué les iba yo a decir  sobre la personalidad del hombre que esta tarde nos ha reunido aquí, puesto que tan bien lo conocen?

          Sin embargo, la propia estructura de estos actos me impone la obligación de robarles unos minutos que, sin duda, hubiesen sido de mayor provecho escuchando las palabras de D. Juan Antonio López de Vergara y Batista o las confidencias que, relacionadas con la gestación de esta su tercera obra poética, nos desvelará D. Manuel Villanueva. A él agradezco profundamente la confianza que depositó en mí para efectuar esta presentación, y a esa confianza y a mis minusvalías intelectuales culpen de lo que se aburran desde este momento en adelante.

          Y allá vamos, no creyendo descubrir nada nuevo, pero sí intentando profundizar algo en la personalidad del Coronel Villanueva y en los entresijos de la obra que hoy nos ofrece.

         Nació hace algunos años, exactamente los que tiene, en esa “perla del Estrecho” que es nuestra Ceuta. Con el levante, el poniente y la sal de la tan cercana Andalucía penetraron por los poros del alma de Manolo tres ingredientes fundamentales en su vida: el primero, la tradición militar de su familia, castrense por los cuatro costados, cultivada enmedio de la presencia de una magnífica y heroica guarnición y regada por el influjo de unos momentos históricos que transcurrían a la par que su primer decenio de vida; en segundo lugar, el cariño a su tierra, a su “patria chica”, a la que tantas horas de investigación ha dedicado, y que, como ocurre cuando los valores están bien priorizados en la formación de la persona, no ha disminuido, antes bien ha potenciado, el tercer sentimiento infiltrado en el fondo de su alma: un  profundo amor a España.

          Allí, en su Ceuta, comenzó a ir a un pequeño Colegio, luego a otro mayor, el de los Agustinos y por fin al Instituto Nacional Hispano-Marroquí de Enseñanza Media, un centro educativo que, al igual que el que existía en Melilla durante mi infancia, cobijaba y educaba a una niñez y a una juventud de cuatro etnias y religiones distintas. En ellos aprendimos, jugamos y, ¿por qué no?, nos peleamos con otros niños, católicos, hindúes, musulmanes y judíos. Y, también juntos, supimos que había un sólo Dios, que lo de menos era Su nombre, y una Patria común. Y estoy seguro de que entre aquellos compañeros de Manolo Villanueva no existe ningún fundamentalista, separatista o racista. Reconoce el propio Manolo que no era muy aficionado al estudio, enfermedad de la que no puede presumir, pues esa “dolencia” no era, ni es, exclusivamente suya, sino que se encontraba, y se encuentra, muy extendida entre la juventud, con la única excepción de una extraña minoría, vacunada en origen con un antídoto llamado “Promicie”, y algunos de cuyos raros componentes hemos conocido a lo largo de nuestra existencia.

          Pero la vida del niño que era Villanueva no fue fácil. En la nostalgia que rezuman muchas de sus composiciones poéticas se puede encontrar, leyendo entre líneas, la falta de “algo”, de un elemento muy importante en los últimos años de su niñez, en su juventud y también en su madurez. Me refiero a la ausencia de su padre, fallecido cuando él tenía solamente once años; creo que esa desaparición deja también su marca, su impronta, en aquella mente que se estaba abriendo a la vida consciente y que descubría la presencia real de la muerte, tan cercana, lo que va a ser un tema recurrente en su creación literaria.

         Manolo, con dieciséis años, sienta plaza en el Grupo de Regulares de Ceuta núm. 3. Por delante, seis años de Servicio, sin ventaja alguna, como él mismo reconoce, apenas un niño, al principio, entre hombres; esos años lo endurecen y lo forman mentalmente, pues pese a su autodeclarado poco amor por los estudios y a los muchos inconvenientes de la vida del Cuartel, se las ingenia para robar tiempo al tiempo, prepararse para el ingreso en la Academia General Militar y alcanzar la meta en 1952. Iba a formar parte de la XI Promoción de la Tercera Época de la General.

          Pero, otra vez, la vida se tuerce cuando el futuro empezaba a sonreír. Una grave enfermedad pulmonar le impide seguir los estudios académicos, y pierde dos años, dos Promociones, pues no se incorpora al solar zaragozano hasta 1954, con la XIII Promoción. Me he equivocado y pido perdón. He dicho que “pierde dos años” y eso no es cierto. No pierde nada, pues gana en ese tiempo el amor de Bienvenida, su mejor enfermera y la medicina imprescindible para recuperar la salud perdida.

          En 1958, el 16 de diciembre, día que recuerdo muy bien, sin conocernos aún, nuestras vidas se rozaban tangencialmente en el Patio de la General. Manolo Villanueva recibía el despacho de Teniente de Infantería, mientras que un novato llamado Emilio Abad juraba la Bandera que bordaron las manos de una Reina.

          Luego llegó la vida de guarnición que tantos conocemos. El Regimiento de Infantería Ceuta 54, otra vez “sus” Regulares 3 y unos meses en la Compañía de Destinos de la Comandancia General de Ceuta ocupan sus diez años en el empleo de Teniente. Con el ascenso a Capitán viene el traslado a Tenerife (año 1968), donde permanece desde entonces con destinos en el Regimiento de Infantería Tenerife 49, el CIR 15, la Zona de Reclutamiento y Movilización y el Cuartel General de Capitanía, con tan sólo dos meses de “exilio” en Valladolid.

          Y en el “chicharro” finaliza su vida militar. Bueno, me refiero a la situación de actividad, porque “lo militar” es algo que, como muchos de ustedes conocen, sigue viviendo permanentemente en uno, con independencia de la situación que indique la Escalilla.

          También todos saben que el matrimonio formado por Manolo y Bienvenida trajo al mundo la nada despreciable cantidad de seis hijos, todos ellos “buena gente”, y de lo que puedo dar fe por una excelente relación de vecindad que supera ya los 21 años.

          Hasta ahora hemos hablado casi todo el tiempo de lo que “desde fuera” se puede contemplar de la vida del Coronel Villanueva, pero no hemos tocado la respuesta a la que quizás sea la pregunta más interesante: ¿Cómo es Manolo Villanueva? ¿Cuáles son sus inquietudes, sueños, satisfacciones, tristezas y esperanzas? Antes de ponerme a escribir estas líneas le rogué me proporcionase algunos datos biográficos, cosa que hizo con dos diferentes trabajos: una autobiografía, escrita en tercera persona, y las respuestas a un cuestionario que alguna vez le presentaron. Los leí, tomé notas y se los devolví. Dejé escritas algunas facetas de su personalidad, por él mismo declaradas, que me parecieron dignas de resaltar; y puse todo en conserva a la espera de poderlo encajar en esta presentación.

          Luego, nobleza obliga, comencé a leer el borrador de este libro que tenemos en nuestras manos oliendo a tinta fresca, y que aún no era más un puñado de cuartillas mecanografiadas y engarzadas en una libreta de anillas. Y mientras leía las poesías, se me ocurrió la idea de clasificarlas según el tema tratado, con el presentimiento de que esa clasificación me iba a llevar a unas conclusiones claras acerca de su personalidad.

          Como quizás sepan ya, en este volumen se incluyen 50 composiciones que reflejan sueños, situaciones cotidianas, estampas costumbristas, dudas, preocupaciones e, incluso, percances personales, tratados todos esos temas de forma seria, melancólica, humorística, etc. Eso llevó a que pusiera en el encasillado que me inventé más de 50 crucecitas, pues una poesía podía ser de un tema amoroso, pero también podía estar enfocada desde un punto de vista humorístico, por ejemplo.

          Y cuando terminé de leer el libro y cotejé las crucecitas me encontré con lo siguiente:

               - Que de Amor (en todas sus facetas, divinas y humanas) aparecen 22 composiciones, incluyendo una poesía de su hermano Rafael, escrita en el frente de Madrid en 1936.

               - Que en 11 de ellas se refleja una cierta Nostalgia, en distintos grados, por diversos momentos de su vida: la niñez, la juventud, aquel primer beso, ...

               - Que la Muerte está presente en otras 9 composiciones.

               - Que en 8 queda patente un claro sentido del Humor.

               - Que la Amistad, la Naturaleza y la Fantasía empatan con 5 apariciones.

               - Que las obras que recogen Dudas Existenciales y las que perfilan Tipos Humanos igualan a 4.

               - Y que España encabeza el libro con un bello poema anónimo.

          De ello, y atreviéndome a considerar la “muestra”, como diría un estadístico, lo suficientemente amplia, podría deducirse que Manolo Villanueva valora el Amor como la primera y principal de las facultades que Dios puso en nuestra alma. A Él acude con frecuencia, en ella (Bienvenida), sus hijos y nietos vuelca su amor terrenal, e incluso también para una pequeña boliviana, Sonia, que la familia quiso prohijar, queda suficiente amor de una pareja que lo había desparramado en la carne de su carne, pero que aún tiene reservas para otros seres menos afortunados.

          Encuentro luego que Villanueva es un hombre romántico, nostálgico de los tiempos que pasaron, aunque no siempre fueran mejores, quizás echando de menos (pero ese sería el trabajo de un psicólogo) aquella mano paternal que tan pronto dejó de sentir, protectora, en su hombro.

          Y la muerte. Existe en su obra una preocupación casi constante por ese momento en que empieza la nueva vida, preocupación que se une a las dudas que se plantea sobre el significado de nuestra existencia. Inquietudes intelectuales que nos hablan de una persona en la que la razón no puede sobreponerse, pese a sus temores, a su intensa Fe.

          Y en una faceta que quienes lo conozcan superficialmente no sospechan, por su aspecto adusto muchas veces y su normalmente serio semblante, un humor soterrado, profundo, inteligente, rebosa de su obra como la capa de nata en un vaso de buena leche. En bastantes de sus poesías aparece ese sexto sentido que hace encontrar el lado alegre a muchos aspectos de la vida cotidiana, incluso en los momentos desagradables, como en el percance que le ocurrió al empezar un no realizado viaje a las Baleares.

          La amistad ocupa igualmente un lugar destacado, con poesías a amigos, recuerdos de tiempos pasados con otros, etc.). Y como he citado antes, también trata la Naturaleza, los tipos humanos (los gitanos entre ellos; por cierto, deliciosas las poesías para leer en voz alta quienes sean de un habla exageradamente andaluza o sean capaces de hablar así). Y en un sólo caso queda claro el rechazo a una persona -“El Tasca”- señal de que, como hombre, también siente Manolo Villanueva su fobia hacia lo desagradable, lo rastrero y lo zafio.

          Queda claro, siempre que le demos validez a mi peculiar trabajo estadístico, que nuestro amigo el Coronel Villanueva es: firme creyente, esposo, padre y abuelo lleno de amor por los suyos, romántico, afectuoso, amigo de sus amigos, dotado de un sentido del humor más en la superficie de lo que podría parecer, observador infatigable y agudo de lo cotidiano, amante de la Naturaleza e imaginativo, deseando y confiando vehementemente en que tras esta vida haya otra eterna, pero cuyo tránsito, cual si de viaje en avión se tratara, teme. Y, finalmente, serio en sus convicciones, convencido de que el respeto y la educación se aprenden y consolidan en el propio hogar.

          Tras ello, cogí las autodeclaraciones que, sobre su propia personalidad, me había facilitado y, para mi alegría, encontré una concordancia prácticamente absoluta entre lo que él piensa de sí mismo y mis conclusiones de psicólogo circunstancial. Lo que me lleva completar el esquema de esa persona que es D. Manuel Villanueva con otra faceta no incluida anteriormente: la de la sinceridad y la congruencia entre lo pensado y lo hecho.

          Señoras y señores, hasta aquí mi intervención. Creo que, a la vez que he hablado del personaje, también les he dado unas pinceladas sobre la obra que esta tarde nos ha reunido aquí. No voy a decirles qué poesías me han gustado más, pues a lo peor creo escuela y empiezan ustedes a intentar adivinar mis sentimientos a través de mis preferencias. Sólo les diré que hay composiciones para todos los gustos y momentos y que, como libro de poesías, no es una obra para leerla de corrido, como si se tratara de una novela de aventuras. Este libro existe para tenerlo cerca, en la mesilla de noche, en esa mesita junto a nuestro rincón preferido del sofá y, cuando el alma nos lo pida, según nuestro estado de ánimo, recordemos, amemos o sonriamos con lo escrito en sus páginas.

          Espero y deseo que lean con fruición este tercer tomo de “Poemas para el Recuerdo” de D. Manuel Villanueva. Y confío en que, dentro de unos meses, todos nos volvamos a reunir aquí para que alguien, con más fortuna que yo, les hable otra vez del mismo autor y de su cuarto libro publicado.

          Enhorabuena, Manolo y muchas gracias a todos.

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