Los chafarices históricos de Santa Cruz (II)

 

Por Luis Cola Benítez  (Publicado en la prensa local en 2009)

Fuente de Morales

         

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          Cuando hacia 1837 la Junta Administrativa del Agua, que por iniciativa municipal había presidido el comandante general Francisco Tomás Morales, terminaba de sustituir los antiguos canales de madera que traían el agua a Santa Cruz por atarjeas de mampostería, se decidió dotar al barrio del Cabo de una fuente pública, que se instaló junto al margen derecho del barranco de Santos. Hasta entonces, aquel que fuera populoso barrio de pescadores, herreros, panaderos y otros artesanos y labradores, sólo se surtía del agua de algunos pozos salobres de la zona de Los Llanos y Las Cruces. La nueva fuente constituyó, por tanto un gran adelanto para el barrio y una evidente comodidad para los vecinos.

          La fuente, cuyo emplazamiento original era paralelo al barranco, no en la actual situación, disponía a sus espaldas de una pileta que recogía los derrames y que servía como abrevadero para el ganado. El éxito de su instalación fue tal, que pronto se hizo necesario abrir nuevos caños, entre los originales, para poder atender la afluencia de público, lo que se realizó, por cierto, de forma un tanto chapucera. La nueva fuente sirvió también para suministrar al antiguo Hospital y las instalaciones militares de defensa, cuartel de San Carlos, baterías costeras de San Telmo y San Francisco, hasta el castillo de San Juan Bautista.

          Actualmente, este sencillo pero histórico monumento se encuentra en un estado lamentable de conservación. Teníamos entendido que la Compañía del Metropolitano   –tranvía- pensaba tomar a su cargo su restauración, pero hasta el momento nada se ha hecho. Hoy precisa de un  profundo trabajo de limpieza y restauración, de volverla a dotar del agua que nunca debió de faltarle, de la creación de un parterre o zona de respeto y de la adecuada iluminación que la preserve.

 

Fuente de Isabel II

          El origen de esta fuente es bastante curioso. La Pila de la plaza de la Candelaria se había trasladado hacia 1814 a la huerta del castillo de San Cristóbal, donde permaneció prestando su servicio a los vecinos, al aljibe del propio castillo y al llamado “chorro de la aguada”, en la playa de la Alameda. Con el paso de los años su deterioro se hizo tan evidente que se acordó su traslado a otro punto de la población, pero de tal forma que ello no implicara merma de los citados servicios. Elegido el lugar del nuevo emplazamiento, al comenzar la rampa de subida a la calle de la Marina Alta y frente a donde entonces se encontraba el castillo de San Pedro, el técnico Pedro Maffiotte presentó el proyecto de una nueva fuente, que por su situación permitiría continuar atendiendo las mismas necesidades. Su construcción se vio sometida a diversos avatares por la escasez de fondos que sufría el Ayuntamiento, hasta el punto de que fue posible su terminación gracias a la colaboración de diversos vecinos. Así, en 1845, se inauguró la fuente de Isabel II, que además sirvió para surtir a gran parte de los habitantes del barrio de El Toscal.

          Igual que ocurre con la fuente de Morales, la de Isabel II se encuentra hoy abandonada y desatendida, como una muestra más de la desidia e indiferencia de nuestros munícipes hacia los símbolos y reliquias del pasado, que por muy modestos que parezcan son los únicos y auténticos testigos de nuestra historia. Hoy, la fuente de Isabel II se ve sometida al antiestético acoso y asalto de las cafeterías aledañas, con una enorme falta de respeto hacia lo que ha representado para la ciudad, que con enorme esfuerzo e ilusión fue poniendo las piedras de su camino hacia el futuro, por muy pobres que puedan parecer hoy sus realizaciones.

          La fuente de Isabel II, como tantos otros rincones entrañables de Santa Cruz ignorados o postergados por los responsables de su conservación, pide a gritos que se le preste la debida atención, pues con muy poco gasto puede hacerse de aquel histórico espacio un lugar agradable y acogedor, ajardinando su entorno y recuperando el susurro de sus aguas, además de dotarlo de  la adecuada iluminación y vigilancia.Son pequeños detalles que se echan de menos en nuestra ciudad, que parece abocada a ignorar su pasado, pendientes los gestores públicos sólo de grandes y modernas realizaciones. En tiempos de crisis, al menos hagamos algo por conservar lo que tenemos.