Del risco al trono. La orchilla

 
Por Juan Manuel Valladares Expósito (Comunicación en Radio Muelle en mayo de 2022)
  
 
          La vanidad humana, de la que pocos se libran, es muy dada a presentarse a la vista de todos con aquellos ropajes que hagan atraer las miradas y produzcan un sentimiento entre admiración y envidia. En buena lógica habrá que pensar que es normal que aquellos que ostentan el poder deban diferenciarse del resto de los mortales en cuanto a su presencia. Esa actitud tomada con mesura y una buena dosis de salud mental puede ser perfectamente entendida…. Siempre que por medio ande ese sentido tan escaso que se llama moderación. No es sano recorrer el salón arrastrando la capa por los suelos.
 
          Y si el vestido ha de ser digno y pomposo tendrá que ser visualizado por la gente como algo que destaca entre la monotonía de los colores usados por la masa popular.  Su uso es tan antiguo que ya era la envidia entre cretenses y micénicos hasta deslumbrar en la Grecia clásica. Como continuación en la historia del hombre acabó pasando a Roma y al boato de algunas iglesias antiguas y modernas. Ese y no otro era, y para algunos sigue siendo, el oficio del color púrpura.
 
          No vamos a entrar en las tesis del mundo antiguo sobre la importancia de la Canarias más remota en el comercio, uso y búsqueda de tintes mágicos para vestir sus vanidades. De estos hablaremos solamente por hoy del liquen que conocemos como orchilla. Cartago, Roma todos dicen haber llegado a estas islas tras alguno de estos productos que les ponía guapos, pero bien es cierto que debieron cambiar la moda porque olvidaron completamente nuestra ubicación y habrían de pasar siglos, más de diez, hasta que alguien con una tintorería en Francia se acordara de nuestros tintes. No es broma, el Sr. Jean de Bethencourt poseía en su Francia natal un titulo bastante ilustrativo: Sr. de Grainville-la Teinturiere lo que en román paladino es una tintorería. El bueno de Jean llamaba a nuestro liquen orsolle u oursolle .Yo no quisiera ponerme en afirmar qué origen tiene  nuestro lanzaroteño  Puerto de Órzola,  al que sesudos filólogos como don Juan Álvarez Delgado lo encuentra en el eusquera, o Maximiano Trapero como posible guanchismo y los mas variados orígenes .Hasta suena el nombre Úrsula, pero nadie lo comparó con el orsolle normando. Nuestro Viera y Clavijo, más docto, lo conoció en su Diccionario de Historia Natural de Las Islas Canarias como Muscus canariensis Orchille dictus. En este diccionario da una cifras de producción, y una vez más destaca, como ya vimos con los pájaros canarios, la isla del Hierro. A 500 quintales en Tenerife se oponen 800 en la isla del Hierro.
 
          Y para poder seguir con buen pie en esta historia siempre habrá que buscar los estudios de aquellos que han dedicado buena parte de sus vidas a profundizar en este producto canario presente en nuestra historia desde tanto tiempo atrás.
 
          Y así llegamos a una tesis doctoral de la mano de don Germán Hernández Rodríguez, presentada  en 2004 en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y que le valió el titulo de doctor. Lleva el título “La Orchilla en Canarias. Implicaciones Socioeconómicas”. Un magnifico trabajo de 783 páginas para no dejar nada sin estudio, desde la definición botánica del liquen, su conocimiento desde la remota antigüedad y explotación en fechas más recientes del mismo.
 
          Por este trabajo nos enteramos de que no teníamos la exclusiva en el comercio de la orchilla pues había que contar con las orchilla de África, de una excelente calidad, y las bendiciones de los Reyes Católicos para su obtención y comercio desde 1497.Para ello decretan:
 
                    “Sepades que Nos avernos sabido que en la tierra de África que es de nuestra conquista, es hallada cierta urchilla, e que algunas presónos osan, a que syn tener para ello nuestra licencia ni mandado, hanjdo a cojer e han cogido alguna de la dicha orchilla”
 
          Y seguidamente:
 
                    “eporque la dicha urchilla pertenesce a Nos e es nuestra, queremos que ninguno ni algunas presonas no se entrometan de yr ni enhiar a coger ni a sacar nin traher la dicha urchilla, salvo lapresona o presonas que Nos mandáremos e diéremos para ello nuestra licencia..” 
 
          Y toda una serie de decretos con las correspondientes prohibiciones de hacer beneficio alguno de la obtención de la orchilla africana sin conocimiento y renta para el Reino.
 
          Y algunas curiosidades que desconocíamos hasta el momento, como la participación de canarios y portugueses en el comercio de la orchilla en las lejanas Islas Salvajes. Un ejemplo: un portugués de nombre Antonio Faria Barreto es arrendatario de los islotes de las Islas Salvajes, dominio de Portugal que arrienda el comercio de la orchilla al capitán don Juan Ruiz de Quesada, vecino de Galdar en Gran Canaria. Fue en los años 1769 a 1770.
 
          Con la región portuguesa de Cabo Verde, el comercio de Canarias fue de una inusitada actividad. En buena medida porque desde allí llegaban la mayoría de los esclavos negros acompañando a sal, ceras e incluso ganado. Canarias les enviaba vino y brea para la construcción de barcos. De estos esclavos, en su mayoría procedentes de África, hay sepultados en la parroquia de la Concepción de Santa Cruz no menos de 250. Algún dato curioso hijo de su tiempo:
 
                  “Catalina de Jesús, de color negro, esclava del Sr D. Rodrigo Logman, venerable vicario de este puerto” 74 años. 28-mayo-1746”
 
          Y algo mas extenso:
 
                 “Ventura, de color negro, esclavo de Don Roberto de La Hanty… se bautizó en este Puerto y parece vino de la Ciudad de  Nueva York en las Indias de los ingleses y sería natural de Angola. 8-11-1753”
 
          Datos contenidos en la obra de don José Sanz de Magallanes, In Memorian-año 2001
 
          Hasta un barco fletado en Tenerife partió para Cabo Verde con especialistas  canarios en la recolección de orchilla y trajeron nada menos que 500 quintales del codiciado liquen.
 
          El precio en el mercado del preciado tinte atrajo bien pronto la atención de la Iglesia para obtener el diezmo o beneficio legalizado para otros productos, y hubo pleitos de alcance grave entre el obispado y los señores de las islas que no eran del Reino de Castilla, como Lanzarote, Fuerteventura, Gomera y Hierro.
 
          Como prueba de la importancia del comercio de la orchilla hay que resaltar que solo entre los años 1476 a 1517 hay 35 citas en el Registro General del Sello. Y como dato que nos aclara la trayectoria del producto en los siglos XV y XVI solo existen 11 citas entre los años 1518 a 1525. Un gran protagonismo en esos documentos del Registro General del Sello lo tendrán el genovés Francisco der Riberol, el obispo Juan de Frias o Doña Inés Peraza, señora de las islas no pertenecientes aún a la corona de Castilla.
 
          La situación del comercio de la orchilla quedó bien patente para Tenerife en el ya tan mencionado pacto del Bufadero de 1464 entre Don Diego García de Herrera y los nueve reyes de la isla. Así dice el escribano Párraga:
 
                    “En sábado 21 de julio de 1464, García de Herrera llegó a Tenerife al puerto del Bufadero, allí llegaron los nuebe reyes quienes le reconocieron por señor de la isla... y en reconocimiento de su señor le prometió cada uno sus esclabos, y por sus derechos le ofrecieron de serbir a él y sus herederos, para siempre jamás, con toda la orchilla que se cogiere en la dicha ysla, lo qual fue de consentimiento de los nuebe reies y de todos los hijosdalgos y jente de sus vandos que estaban presente.”
 
          El trabajo de obtener  la orchilla dada la situación del liquen en lugares de difícil acceso fue una verdadera cruz para sus recolectores, que se jugaban la vida en su trabajo. Un buen ejemplo lo vemos aun en los percebeiros de las costas de Galicia con el atenuante de que estos hombres gallegos ya no trabajan para ser explotados por sus amos. Cosa que no ocurría a los recolectores de orchilla.
 
          El trabajo del orchillero, dado el elevado rendimiento económico, estaba ligado a la obtención de una licencia ante escribano público. Una nota de picaresca que tuvo que ser reprimida  fue el uso de herramientas para coger una mayor cantidad dañando el desarrollo de nuevos líquenes:
 
                  “Que no cogan la tal orchilla con rascadera so pena que el que asi la coceré le den sien asotes por las calles públicas, j el que lo tal jsiere incurra en pena de falsedad,j se las sigue conforme a la lei”
 
          Y alguna argucia para obtener un mayor beneficio a costa de las leyes:
 
                  “Otra de las maniobras empleadas por los orchilleros para obtener algún beneficio de su actividad, era la práctica del contrabando. Con ello burlaban las duras normas impuestas a su actividad y rompían el monopolio establecido, vendiendo el producto de su trabajo directamente a los comerciantes, quienes se lo pagaban a un precio más elevado. Los comerciantes que quedaban fuera del arrendamiento solían acercarse de forma secreta a las pequeñas calas de las islas y cargaban directamente la mercancía.”
 
          En el extenso trabajo que citamos de la mano de don Germán Hernández Rodríguez comprobamos “la riqueza” del recolector de orchilla. Tristemente, apenas aparecen en documentos notariales un recolector que compra una casa en 1526, Gonzalo de Guadalcanal,  y que compra a Juan Clavijo una esclava berberisca, Fátima, por unas 30 doblas de oro, pagándola con orchilla. El trato se hace en Buenavista.
 
          Otros ganaron buen dinero con el comercio de este escaso bien. Entre todos ellos destaca Francisco de Riberol, el genovés en perpetuo pleito por incumplimiento de cantidades y pagos con doña Inés Peraza. 
 
          El bajo rendimiento económico del recolector y el excesivo control por parte de las autoridades locales y comerciantes, verdaderos beneficiarios del comercio de la orchilla, solo son explicables por la recurrente pobreza de las islas en tiempos de sequías y por ello pésimas cosechas. Muchas veces solo sirvió para retener durante poco tiempo la necesidad de emigración.
 
          La necesidad de obtener algún  beneficio marginal por parte de los humildes recolectores llevó a practicar algún tipo de fraude, como añadir piedras o cenizas entre otros productos, como el agua, que aceleraban la putrefacción y que aumentaban el peso.
 
          Como aviso para navegantes, recordemos los daños que otro producto, la cochinilla acarreó a nuestra sociedad canaria en el siglo XIX y del que hablaremos en otra ocasión. Así se expresaba la inglesa Olivia Stone:
 
                    “Durante los pocos años que fue cultivada la cochinilla, la gente estaba embebida de un intenso deseo de ser rica, una pompa despilfarradora fue la moda... y los isleños se entregaron a un tipo de disfrute desenfrenado de la fortuna que iba surgiendo ante ellos.”
 
          La vanidad  no siempre se viste de púrpura, a veces le basta el mudo  piano de cola que adorna el salón, la plata de las alacenas o las grandes apuestas en juegos de mesa o peleas de gallos. Alguna gran propiedad agrícola pasó de una mano a otra para pasear por el pueblo a lomos del mejor caballo.
 
          Ya lo deja claro en la Biblia el Eclesiastés: "Vanitas vanitatum et  omnia vanitas”. Vanidad de vanidades y todo vanidad.
 
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