Los 100 años del COTIME (12)

Por Antonio Salgado Pérez (Retazos de su libro Los 100 años del COTIME (1908-2008). Remembranzas de la Escuela de Comercio).

 

 

Luis Campos Díaz. Una esperanza truncada (XII)

 

Cotime 12 Personalizado

 

          El 4 de diciembre de 1940 se pudo leer en los diarios tinerfeños que, en reñidas oposiciones celebradas en Madrid, para oficiales técnicos del Banco Exterior de España, había sido aprobado y obtenido plaza con el número uno, nuestro paisano Luis Campos Díaz. Tan brillante fue la actuación de Campos Díaz que fue personalmente felicitado por el tribunal examinador.

          En el periódico La Tarde, del día 12 de diciembre del citado año, se destaca su llegada a Tenerife a bordo del Ciudad de Alicante, procedente de Sevilla. Sin embargo, poco pudo disfrutar de su éxito, ya que, en la tarde del jueves, día 9 de enero de 1941, fallecía inesperada y casi repentinamente en Santa cruz de Tenerife tras una ligera afección que nunca hizo predecir tan fatal y fulminante desenlace.

          (Luis Campos Díaz nació en El Escobonal (Güímar) el 14 de mayo de 1912. Todavía joven, su familia se trasladó a Santa Cruz residiendo en la calle Febles Campos, número 1. En la capital cursó, con excelente aprovechamiento, sus estudios de profesor mercantil, carrera que terminó en la Escuela Profesional de Comercio, incorporándose a continuación al Banco Exterior de España, labor que simultaneaba en la propia Escuela de Comercio, como profesor de Matemáticas, rama en la que poseía vastos conocimientos)

          La muerte de Luis Campos sorprendió dolorosamente no sólo al círculo de sus familiares sino, de una forma muy especial, a sus numerosos amigos y compañeros, que le tributaron un entierro que aún hoy se recuerda por su grandiosidad. Era muy querido por su carácter afable y sencillo y por la gran modestia que atesoró en vida.

          En 1980, el Ayuntamiento de Güímar, en un acto de justicia y reconocimiento que le honró, y a propuesta del teniente de alcalde, Octavio Rodríguez Delgado, hizo figurar una calle de la entidad “El Tablado”, con el nombre de Luis Campos Díaz “como homenaje póstumo a uno de los hijos más destacados de nuestro pueblo, esperanza truncada de El Escobonal”.

          Don Arístides Ferrer que, en su tiempo, le tuvo como alumno, nos confesó en una ocasión lo que sigue:”Era realmente magnífico; un excelente profesional. Además eran de las personas que cultivaban con solemne respeto la amistad y el compañerismo. Nunca podré olvidar el favor que me hizo por aquel entonces cuando, por mis ideas, tuve que padecer clausuras y privaciones. Él me dio no sólo la mano de la amistad sino el abrazo de la ayuda y del estímulo. Velé su cadáver hasta que la tierra lo ocultó”.

          Días más tarde, el poeta Francisco del Toro y Ramos publicaba el siguiente epitafio:

              “A la memoria del inolvidable y querido amigo Luis Campos Díaz”:

           

          Llegó la muerte infame y ambiciosa

            junto al suspiro de un eterno ensueño,

            la optimista sonrisa y dulce sueño

            que nimbara de triunfo a tu alma ansiosa.

            Burló el Destino tu ilusión florida;

            perdióse el ansia de tu inmenso gozo;

            y hoy la estela imborrable es el sollozo…

            ¡que señala el camino de tu vida!

            Ofrenda a ti, Luis Campos, que supiste

            trocar presagio en esperanza cierta;

            hoy lloramos tu faz pálida y muerta:

            ¡lo que nadie creyó…ni tú creíste!

            En horas de absorción adormecida

            ante el libro de álgebra que emana

            luz y ciencia al albor de la mañana,

            ensimismadamente enriquecida.

            Tu vocación llegó al dominio pleno

            del enigma algebraico y problemático;

            fuiste buen pensador, buen matemático:

            sencillo y noble amigo…siempre bueno.

            Recibe pues amigo y compañero

            esta ofrenda del verso a tu memoria;

            más si al fin no llegara hasta tu gloria,

            al menos guardará tu adiós postrero.

 

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