¿Vas a ver a Pochola?
Por Antonio Salgado Pérez (Publicado en El Día el 1 de diciembre de 1995).
Cuando salíamos del Teatro Guimerá nos acordamos, al instante, de las sabias palabras de nuestro distinguido amigo el doctor Enrique González, que, insertas en un libro de anaquel, nos vienen a decir, en síntesis, que no tomemos medicinas, que vayamos a casa, y cuando nos riamos, estaremos curados, ya que el humor y la risa tiene poder curativo sobre las estados psíquicos relacionados con la angustia y las reacciones depresivas… Cuando salíamos del Teatro Guimerá, a todos absolutamente a todos, y lo comprobamos, la risa nos había producido lo que había diagnosticado el citado galeno, es decir, un aumento de la ventilación pulmonar, un corazón latiendo más deprisa, un ligero aumento de la tensión arterial, un incremento de la actividad de los músculos del tórax y de los hombros, un disminución del dolor, un relajamiento muy sui generis… Cuando salíamos del Teatro Guimerá, tras una jacarandosa e inolvidable velada, volvimos a ver, en aquel cartel publicitario, la expresión de Pochola, bajo aquel sombrero con reminiscencias de casco nazi…
¿Cómo agradecerle a esta paisana, madre de familia, trabajadora y aficionada al teatro, las dos trepidantes horas que nos ofreció inmersos en ese mundo de la risa, tan importante que ha nacido una ciencia que la estudia: la Getología?
Sobre el escenario, Pochola, imitando a la extraordinaria Lina Morgan, es toda una revelación. Con una innata simpatía, heredada de su progenitora; con una vitalidad, frescura y desparpajo, es todo un goce visual escrutar sus innegables dotes interpretativas, donde jamás aparece el balbuceo, producto de una metódica preparación con la importante apoyatura de una privilegiada memoria. Ella goza con su papel, se recrea con él, lo adorna, y hasta puede decirse que nos hizo olvidar el calor que reinaba en nuestro primer coliseo. Y el público, con sus constantes sonrisas, se lo agradece con la rúbrica del espontáneo y sincero aplauso. El que suscribe tiene que confesar que allá, en Madrid, se entusiasmó viendo a Lina Morgan en la obra que la encumbró, o sea, en ¡Vaya par de gemelas! Pero aquí, en nuestro teatro Guimerá, vibramos con Pochola. El entusiasmo es pasajero, pero la vibración perdura. Puede que el paisanaje haya influido en ciertas dosis.
Todos sabemos que la puesta en escena de esta comedia de enredo nació con la sana y ejemplar intención de ayudar a la Fundación Centro de Solidaridad de las Islas Canarias para la Lucha contra la Drogodependencia, más conocida como Proyecto Hombre, a cuyos afectados, y viendo lo que recientemente nos ofreció en el Guimerá, podríamos recordarles otra faceta del doctor Enrique González: No beba. No tome tranquilizantes. Con pastillas no se arregla lo que se rompe o se tuerce con disgustos y fracasos. Ría.
¡Y vaya si Pochola Pérez-Andreu nos hizo reír! Pero, cuidado, Pochola y todo el elenco en el que se apoyó para lograr ese rotundo éxito que se materializó en el ansiado cartelito de “no hay localidades”, exhibido en los días de la actuación de la Asociación Cultural de Cámara del Circulo de Bellas Artes, con un veterano y experto director, Francis del Rosario, que bordó el papel de Conrado, apuntalado por un quinteto donde la madurez y la juventud se complementaban con notable acierto: Florinda Díez, Paco Verano, Juanjo Cabrera, Mónica Jiménez y Carlos Quintana. Todos ellos, insistimos, se llevaron el aplauso, el calor directo, el cariño de un público generoso y volcado con aquellos auténticos profesionales con el increíble rotulo de amateurs. Pero aquellos aplausos también iban dirigidos a los ausentes del escenario, a la población anónima de la trastienda: a las regidoras, Loly Villegas y Elba García; a los traspuntes; Loly Martín y Ana Ramírez; a las luces que nos brindaron Víctor Luque, Bruno García, Sergio y Joaquín Reyes; a los decorados de José Cortés y Javier Alberto; al vestuario de María Isabel Coello y Panchita Chinea; a la peluquería y maquillaje de Perfil 2000, así como a la ornamentación floral de Plantas Monte y Alcampo.
¿Y cómo olvidarnos de la colaboración especial del grupo folclórico Sentir Canario, cuyas irrupciones en el escenario del Teatro Guimerá nos hicieron recordar aquellas revistas cinematográficas de Xavier Cugat y José Iturbi?
En fin, hay que buscar el camino para la risa fácil, porque reírse, según los expertos, es un remedio bueno, barato, sin contraindicaciones, que incita a la familiaridad y a la comunicación. Por eso, días antes de que se estrenara en el Guimerá ¡Vaya par de gemelas!, se oía, con frecuencia, este interrogante: "¿Vas a ver a Pochola?"
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