Pepe Méndez Santamaría y la Tauromaquia

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en el Diario de Avisos el 1 de marzo de 2002).
 
 
         Si hay una persona que siempre ha creído que la llamada fiesta nacional es una realidad popular, independientemente de que haya españoles -como los propios canarios- que no comprendan la existencia de este suceso. Si hay una persona que siempre ha creído que esta fiesta española tradicional, donde se mezcla el valor y el arte, sigue creando intereses importantes en todos los que toman parte en este espectáculo. Si hay una persona, en fin, que estima que las originalidades, como la tauromaquia, no pueden romperse, esa persona es Pepe Méndez Santamaría, antiguo compañeros en las aulas mercantiles, que ahora, en un libro, o librito, nos ha introducido en un especial túnel del tiempo donde, por etapas, hemos vuelto a recordar aquel viejo aforismo de que “ese gana más cuartos que un torero”…
 
          Y es que en aquellas décadas inolvidables de los 50 y 60 por Santa Cruz pasaron los diestros más renombrados del momento cuyos contratos crematísticos “daban vértigo”, desde Pablo Lalanda, Gitanillo de Triana, Cagancho, Miguel Báez “Litri”, Manolo Vázquez, Rafael Ortega, Juan Bienvenida y Antonio Chenel “Antoñete”, hasta aquel irrepetible centauro que respondía por Ángel Peralta o Mario Cabré, que con sus pases de pecho y poesías enamoró a la mismísima Ava Gardner. ¿Y cómo olvidar a los Jumillano, Pepe Ordóñez, César Girón, Pedrés, Paco Copras, Chamaco, Curro Girón, Curro Romero, Victoriano Valencia y Jaime Ostos? ¿Y cómo vamos a omitir, tras leer el ameno e histórico libro de Pepe Méndez la tumultuosa presencia en nuestro mudéjar coso taurino de aquel “monstruo” que respondía –y responde- por Manuel Benítez “El Cordobés”, que vino en su avioneta particular y, de paso, inauguró en la primavera del 65, la Fabrica de Cigarrillos 46, que ya pasó a la historia? ¿O de aquel otro “guerrillero”, Sebastián Palomo Linares? Esta pareja puso la barrera de sombra a 800 pesetas; y la de sol, a 500. Fue lo nunca visto. 
 
         Gracias, amigo Pepe, por brindarnos en tu tomo La centenaria plaza de toros de Santa Cruz de Tenerife, vivencias que jamás hemos olvidado como, por ejemplo, cuando un matrimonio excepcional, Titila y Pedrito, íntimos de nuestros padres, invitaron a este párvulo a ir, por primera vez, a nuestra plaza de toros para presenciar, nada más y nada menos, que la actuación estelar de los tres hermanos Dominguín, Domingo, Pepe y el más carismático, Luis Miguel, el number one, tan amigo de Pablo Picasso como de la ya mencionada Ava Gardner, beldad que siempre tuvo especial debilidad por los trajes de luces.
 
          Gracias, amigo Méndez, por tu perseverancia por tu fidelidad hacia una manifestación que aquí fue estrangulada en los albores de la década de los 90, donde nuestro coso pasó a ser algo híbrido e impersonal, desbrozado de aquel sol y aquella sombra; de aquellos llenazos hasta la bandera, donde los pasodobles incentivaban la fiesta; y en los tendidos, aquel oloroso Tío Pepe y aquellos bocadillos de jamón de Jabugo, que orlaban las habituales citas de las cinco de la tarde llenas de clarines, morlacos, toreros, mozos de estoques, banderilleros; mantones y peinetas españolas; peones y monosabios, donde el promotor y “hombre del tiempo”, Pedro Rivero, era figura de excepción y donde tú, Pepe, casi solo ante el peligro, como Gary Cooper, convertiste tu generosa pluma en pseudónimos tan apropiados como los de “Grana y oro”, “Joselito”, “Rehiletero” y “Caireles”, con los cuales exaltaste, de una forma muy especial al tinerfeño Pedrucho de Canarias y al palmero José María Mata, nuestros dos únicos matadores de toros.  
 
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