La calle José Murphy, el padre de la capitalidad de Santa Cruz

 
Por José Manuel Ledesma Alonso  (Publicado en el Diario de Avisos el 27 de enero de 2020).
 
 
 Calle José Murphy Personalizado
 
Calle José Murphy
 
 
          A la calle Saltillo, situada entre la del Castillo y el Tigre -Villalba Hervás-, en 1856 se le añadió una calle que separaba el convento franciscano de su huerta, ya que el  Ayuntamiento la había comprado para construir en ella la Plaza Príncipe de Asturias. Esta calle recibiría el nombre de Consistorio puesto que el Ayuntamiento estuvo instalado en las dependencias del citado convento, desde que en 1836 fue suprimido por la desamortización de Mendizábal, hasta 1912 en que se trasladó al actual edificio de Viera y Clavijo.
  
          En 1895, el arquitecto municipal y concejal del Ayuntamiento de Santa Cruz, Manuel de Cámara y Cruz, propuso eliminar los nombres de Saltillo y Consistorio y denominarla José Murphy, en reconocimiento a su inmensa dimensión humana y política logrando que Santa Cruz de Tenerife fuera Capital de las Islas Canarias desde 1822 a 1927.
 
          Esta calle, que transcurre desde la del Castillo a Ruiz de Padrón, pasaría a ser peatonal a partir de 1997, cuando el Plan Urban eliminó el tráfico rodado del centro histórico de Santa Cruz de Tenerife.
 
          En la esquina con Ruiz de Padrón estuvo la Casa de Socorro, establecimiento médico, dependiente del Ayuntamiento, que funcionó desde 1932 hasta que se abrieron los ambulatorios de la Seguridad Social.
 
          A su lado se halla el Museo Municipal de Bellas Artes, inaugurado en 1933. En los intercolumnios de su fachada podemos observar los bustos de personajes ilustres de la historia y la cultura de Tenerife, como Teobaldo Power, músico y compositor; Ángel Guimerá, poeta y dramaturgo; Juan de Iriarte, gramático y literato; Antonio de Viana, poeta; Villalba Hervás, periodista, historiador y político; Viera y Clavijo, historiador y polígrafo; Bethencourt y Molina, ingeniero e inventor. Su autor el escultor Guzman Compañ Zamorano.
 
          Haciendo esquina con Villalba Hervás, está la parte trasera de la Capilla de la Venerable Orden Tercera, fundada en 1763 por varias familias irlandesas.
 
          El lado derecho de la calle -Consistorio- lo ocupa el muro de contención de las tierras que conforman la Plaza Príncipe de Asturias. Como la cota es de 5 metros, en su centro se pusieron dos escaleras para poder acceder a la citada plaza. A su lado se hallan unas dependencias -cerradas- que fueron utilizadas como  servicios públicos durante bastantes años.
 
          José Murphy y Meade nació en Santa Cruz de Tenerife el 25 de febrero de 1774, en una casa, alta y grande, de la calle San Francisco, esquina a San Martín, y con huerta trasera a la de San Juan Bautista. Sus padres, Patricio y Juana, irlandeses, se dedicaban al comercio y a la consignación de buques. 
 
MURPHY-1 Personalizado
 
José Murphy y Meade
 
         
          Murphy se casó en 1799 con su prima hermana, Juana, con la que tuvo un hijo, llamado José Patricio. Dos años más tarde se quedaría viudo, y a los pocos años  morirían sus padres, por lo que tuvo que hacerse cargo del comercio y las actividades navieras de la familia, viajando con frecuencia a Londres y París.
 
          Miembro del Real Consulado de Canarias, vocal de la Junta Suprema de Canarias, Diputado provincial y, en la época que nos ocupa (1821) Procurador Síndico del Ayuntamiento de Santa Cruz, fue comisionado por la Corporación Municipal para que hiciera valer nuestro patrimonio en las Cortes de Madrid. Desde donde, el 22 de octubre de 1821, informaba a su ciudad natal del acuerdo que acababa de tomarse en las Cortes:
 
                   “Tengo la satisfacción de comunicar a V.S. Iltma. que las Cortes Extraordinarias, en sesión del 19 del corriente, se han servido designar a esa Muy Noble, Leal e Invicta Villa, por Capital de las Islas Canarias”.
 
          Esta noticia, redactada de forma tan escueta, a pesar de su enorme trascendencia, era el fruto de la ardua labor de un hombre, sin duda el político de más talla de nuestro siglo XIX, que a pesar de no ser diputado en las Cortes, supo desenvolverse en un ambiente desconocido para él, en algunos aspectos hostil, logrando apoyos en un ímprobo trabajo de “diplomacia de pasillos” y gestiones personales. Por ello, a este luchador incansable, auténtico y principal artífice de la capitalidad única, mereció el título de “Padre Político de Santa Cruz”.
 
          Tres meses después de haber recibido la grata noticia, el 27 de enero de 1822, Fernando VII promulgaría el Real Decreto por el que se establecía la división del territorio español en 52 provincias.
 
                    “Canarias (islas): Población: 215.108 almas. Diputados: tres. Capital: Santa Cruz de Tenerife”.
 
          La citada capitalidad se mantendría hasta el 23 de septiembre de 1927, cuando el gobierno de la dictadura del general Miguel Primo de Rivera y Orbaneja decretó la división de las Islas Canarias en dos provincias: Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas.
 
          Al haber sido uno de los 23 diputados que en 1823 votaron a favor de la incapacidad temporal de Fernando VII, fue sancionado con la confiscación de sus bienes y pena de muerte a garrote, la cual eludió exiliándose primero a Londres, a través de Gibraltar, y luego definitivamente a Méjico, casándose en Guanajuato.
 
          En 1834, al ser amnistiado y normalizadas las relaciones políticas con el citado país, desempeñaría las funciones de Cónsul General de España, sin recibir emolumento alguno. 
 
          Como en Tenerife se ignoraba dónde podían estar sus restos mortales, la Tertulia Amigos del 25 de Julio, al considerar que este ilustre personaje debería descansar en paz en su ciudad natal, comenzó a investigar su paradero con el fin de llevar a cabo su repatriación. En 2006, el historiador mejicano Walter O. Arias Estrada, informaba que había fallecido en Méjico, Distrito Federal, que su defunción se registró en la Parroquia del Sagrario Metropolitano de Guanajuato (Méjico), y que se le sepultó en un Panteón del Cementerio de Santa Paula, desaparecido a finales del siglo XIX.
 
          En su momento, el Ayuntamiento de Santa Cruz le reconoció su dedicación y eficacia y le agradeció sus fructíferas gestiones por los trabajos y tareas con las que se dedicó a defender los derechos de esta Villa, En 1895, el arquitecto municipal y concejal del Ayuntamiento don Manuel de Cámara y Cruz, propuso denominar con su nombre a las calles Saltillo y Consistorio, tal como hemos visto al principio. En 1903, el alcalde Juan Martí Dehesa ordenaría que el  documento que Murphy había enviado con la feliz noticia se encuadernara en el Libro Verde que se custodia en la caja fuerte del Ayuntamiento. 
 
          Pero sería en 1974, cuando don Marcos Guimerá Peraza publica los textos escritos por Murphy, en los que se desvela su inmensa dimensión humana y política, y lo mucho que le debe nuestra ciudad, el impacto causado en la intelectualidad santacrucera haría que, en 1978, un grupo de ciudadanos le rindiera homenaje de gratitud a tan esclarecido hijo, tal como dice la placa que colocaron en la vivienda que ocupa el solar en la que nació y vivió, de la calle de San Francisco, esquina San Martín. 
 
          De la misma manera, en el año 2000, la Tertulia Amigos del 25 de Julio propuso al Organismo Autónomo de Cultura del Ayuntamiento capitalino la erección de un monumento a Murphy, a sabiendas que el escultor Francisco Borges Salas había realizado en 1970 cuatro bocetos y varias maquetas, en yeso y en bronce, para un monumento que no se llegó a realizar. Gracias al esfuerzo económico municipal, el escultor Roberto Barrera Martín llevó a cabo el proyecto, según los citados bocetos, siendo inaugurado, el 30 de septiembre 2003, en la Plaza San Francisco, cuya figura lo representa triste y cabizbajo, camino del destierro. Con este monumento, esta capital, su Capital, saldaba una deuda histórica con uno de sus hijos más preclaros, José Murphy y Meade, el padre político de Santa Cruz de Tenerife.  
 
          En la citada fecha, el Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife acordó conmemorar anualmente esta importante efeméride para que las nuevas generaciones santacruceras sean conscientes de la relevancia de su propia historia
 
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