Ha nacido un conferenciante

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en El Día el 19 de junio de 1997).
 
 
           Este prosista de historias, barrancos y gestas isleñas, que responde por Luis Cola Benítez, entusiasmó, sin abstenciones, al numeroso público que hace unos días acudió al Casino de Tenerife, que con dicha intervención iniciaba un ciclo de conferencias sobre el bicentenario de la victoria del general Gutiérrez sobre los ingleses en 1797.Cola Benítez, “empujado” por Domingo Febles, nos vino a descubrir que no sólo es investigador, escritor y articulista, sino un formidable conferenciante que sabe imprimir, en toda su disertación, ese concepto tan difícil de conseguir que es la amenidad. Con un verbo claro, distendido y sin altibajos, nuestro paisano tuvo el gran acierto de entretener y culturizamos a todos no con las vicisitudes del almirante invasor, sino con aquel Santa Cruz que no llegó a pisar Horacio Nelson.
 
          Por todo ello, hay que consignar el acierto de Domingo Febles -que fue su presentador- de recomendar la actuación de tal escudriñador histórico que con el excelente apoyo de otro romántico de la isla, Matías Delgado -que pulsó con maestría el puntero de lasser ante la cartografía expuesta de finales del siglo XVIII-, nos vino a demostrar, en su curiosa exposición, cuando nuestras mujeres vestían a la francesa, miraban a través de la celosía y se alongaban en aquellas ventanas de escasos cristales, instaladas en casas edificadas “para ser más frescas que para impresionar”. 
 
          Luis Cola, entusiasmado en su propia lectura, nos hizo visitar aquel Santa Cruz -de apenas siete mil habitantes- de cañerías y fuentes; de gofio y pescado salado; de canales de madera. Aquel núcleo, barrio portuario de San Cristóbal de La Laguna, ya había sido visitado por el capitán Cook, por el naturalista Humboldt, y alardeaba de la iglesia de la Concepción y de la Casa de la Pólvora, enclaves que aún permanecen, milagrosamente, con vigencia vertical.
 
          Resultó gratificante, y es una opinión muy particular, que Luis Cola se olvidase un poco del ínclito marino, para adentrarse, como se adentró, en detalles que nos tocaban muy directamente. Y entre matices y anécdotas, también nos reflejó, haciéndonos vibrar con ello, el comportamiento excepcional que tuvo Santa Cruz con la aparición de aquellas epidemias, fiebre amarilla, vómito negro, tabardillo, que extremó la miseria, luego horrorosamente tostada por un incendio insólito que, repetimos, puso a prueba la fibra de un pueblo que luego orlaría, con todos los honores, su escudo. Por eso, cuando llegó Nelson, aquel pueblo, bajo la batuta militar de Antonio Gutiérrez, que fue mucho más que un soldado, probó, amargamente, la valentía y el arrojo de aquellos habitantes que seguían llamando a las cerezas guindas...
 
          Lo dicho: este prosista de historias, barrancos y gestas isleñas, nos entusiasmó ahora en su nueva faceta de conferenciante, donde su amenidad logra que el público, al final, le brinde, con la mayor sinceridad del mundo, un prolongado aplauso.
 
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