Los Vigías de las Atalayas del Macizo de Anaga

 
Por José Manuel Ledesma Alonso  (Publicado en El Día el 24 de noviembre de 2019).
 
 
  
          El 18 de abril de 1506, el Cabildo de Tenerife acordó "que el puerto y la isla comenzaran a ser guardados de sorpresas mediante un sistema permanente de velas o guardas, confiándole la vigilancia a Gonzalo Mexia y a Luis de Salazar, con dos hombres cada uno como sobre-guardas. Los primeros cubrirán desde Roque Bermejo a la parte de Anaga, mientras que los segundos lo harían desde la Punta de la Sabina al Puerto de los Caballos, los cuales se avisarán por sus hornos. Cada uno ganará mil maravedíes"
 
          La posición estratégica del macizo de Anaga, respecto al puerto de Santa Cruz, daría lugar a que se instalaran una serie de Atalayas, cuyos  vigías tenían la misión de avisar del acercamiento de buques, bien para prevenir la llegada de piratas, corsarios y armadas extranjeras, o de los que eran portadores de epidemias, ya que enarbolaban bandera amarilla.
 
          Estos Vigías tenían que mantener con carácter permanente un fuego de obligación, manifestando de esta manera que estaban en su puesto. Cuando vislumbraban el navío, lo comunicaban al castillo de San Cristóbal con un simple código de señales de humo, prendiendo tantos fuegos como barcos veía. A partir de este aviso se tocaba a rebato, hecho que se traducía en una movilización instantánea de la población.
  
          Para resguardarse del viento y la lluvia utilizaban muros de piedra seca,  llamados chozos o goros. Su trabajo, en la mayoría de los casos, era eventual y cobraban en dinero o especies. Como el salario se retrasaba con frecuencia, para mejorar sus ingresos se dedicaban a la agricultura o la ganadería. Sabemos que en 1798 el Cabildo les abonaba mensualmente dos ducados y una fanega de trigo.
 
          Cuando en 1867 el Cabildo dejó de pagarles, y como el Ayuntamiento no disponía de fondos para ello, serían los propios comerciantes y consignatarios los que se atribuyeron esta obligación para mantener este servicio y así tener el oportuno conocimiento de la llegada de los barcos.
 
Atalaya de Igueste
 
          Era la principal atalaya de la isla de Tenerife, pues mantenía comunicación directa con el Castillo de San Cristóbal, en Santa Cruz, a la vez que repetía las señales que le enviaban las atalayas del Sabinar y Tafada. 
 
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Atalaya de Igueste
 
         
          Ubicada entre La Robada y Roque Blanco, data de finales del siglo XVIII. De ella se conserva una edificación rectangular, de una planta, techo abovedado, paredes gruesas de piedra y contrafuertes, con una  amplia puerta de doble hoja, en la que se guarecían los atalayeros y guardaban sus enseres. En su exterior posee un aljibe. Próxima a esta edificación existe un muro semicircular de piedra, que también utilizaban de refugio para la observación. 
Esta Atalaya jugaría un papel importante en la defensa de la isla, frente a los ataques de las escuadras inglesas mandadas por John Jennings, el 5 de noviembre de 1706, y la del contralmirante Horacio Nelson, el 19 de julio de 1797. En esta última, el nombre del atalayero Domingo Izquierdo quedaría inmortalizado en la historia de Santa Cruz de Tenerife, al ser el que, a las cuatro y media de la mañana, alertó de la llegada de la flota inglesa.
 
          En 1852, al establecerse  un nuevo plan de señales, se le dotó de palos asta-banderas, con vergas y herrajes, drizas, anteojos y demás utensilios propios de este servicio; de manera que, cuando el Castillo de San Cristóbal repetía las señales que le hacía el Vigía de la Atalaya de Igueste, la ciudad se enteraba de la llegada de los buques; pues si el barco venía de “abajo”, la bandera roja se izaba en el penol de la verga que miraba al Sur; si aparecía por “arriba” o Punta Anaga, se enarbolaba en el que estaba al Norte; y si llegaba de “enfrente” la bandera se elevaba a tope del palo.
 
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Plan de señales de los vigías de Anaga
 
 
Atalaya del Sabinal
 
          Llamada así porque en sus proximidades se encuentra uno de los dos únicos sabinales existentes en Anaga, entre los valles de Ijuana y Anosma. 
 
          Situada en lo alto de un montículo natural de piedra, el cual utilizaban los atalayeros para resguardarse del viento. Para protegerse de la lluvia, recurrían a las cuevas que había muy cerca de este puesto de observación.  
 
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Restos de la Atalaya del Sabinal
 
     
    En la actualidad, en este lugar existen unos pequeños muros que se utilizan como asientos.
 
Atalaya de Tafada
 
          Situada en Risco Bermejo, en lo alto de Chamorga, era la encargada de controlar el tráfico marítimo procedente del Norte. 
 
          Para guarecerse, los Atalayeros utilizaban casetas de madera y goros de piedra, levantados en las proximidades de sus puestos de observación, aunque también usaban la denominada Casa de Tafada, una construcción tradicional del siglo XVIII, de una sola planta y varias habitaciones, propiedad del Marqués de la Hacienda de Las Palmas de Anaga.
 
          La atalaya de Tafada fue remplazada por el Faro de Anaga, tras su entrada en funcionamiento el 19 de septiembre de 1864. 
 
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