El espía

 
Por Alastair F. Robertson (Publicado en inglés en el número 622 de Tenerife News el 22 de marzo de 2019). Traducción de Emilio Abad.
 
 
 
          Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, España estaba en ruinas, pues el país había quedado devastado durante la guerra civil, que había finalizado tan solo unos pocos meses antes, y estaba en marcha una purga del derrotado gobierno socialista y los que lo apoyaron, de modo que, con Franco, España permaneció neutral.
 
          Pero era un curioso tipo de neutralidad. Franco había recibido mucha ayuda de la Alemania nazi y de la fascista Italia, las potencias del Eje. Por tanto les debía un enorme favor, causa por la que Hitler esperaba alguna compensación, y, desde luego, las simpatías de Franco estaban con sus amigos dictadores. Así, cuando se reunió con Hitler en la ciudad fronteriza francesa de Hendaya, le ofreció entrar en la guerra junto a Alemania, pero inteligentemente pidió un elevadísimo precio a cambio de la participación española, solicitando enormes cantidades de alimentos y armamento, además de un gran trozo del Norte de África para crear un imperio.
 
          Hitler quería ocupar Gibraltar, lo que pondría bajo control nazi el Mediterráneo y el Norte de África, pero Franco insistió que era una cuestión de honor que “la Roca” fuese tomada por tropas españolas. En el consiguiente debate, superó a Hitler de tal manera que éste encontró frustrantes al máximo las negociaciones, y que con Franco era imposible llegar a un acuerdo; fue muy conocido que, tras la reunión, declaró que preferiría que le sacasen tres o cuatro dientes antes que volver a encontrarse con Franco.
 
          Ello hizo que Hitler, en 1940-41, diera luz verde a la preparación de la “Operación Félix”, por la que tropas alemanas intervendrían cruzando los Pirineos y entrando en España con el objetivo de tomar Gibraltar, mientras que su Armada ocuparía las portuguesas islas de Cabo Verde, el Marruecos español, Río de Oro y las Islas Canarias. Tomando Canarias se podría asegurar que Gran Bretaña quedara aislada de su imperio. Pero Franco dudó tanto tiempo, especialmente tras el fracaso de Hitler en la invasión de Inglaterra, seguido del desastre en el intento de tomar Moscú, que la Operación Félix se archivó. De hecho, Franco había preservado Gibraltar para Inglaterra. Más tarde, mientras la guerra continuaba y comprobó de qué lado soplaba el viento (a favor de los aliados) su incompleta neutralidad varió un poco, pero aún así se permitió a los alemanes construir bases de submarinos en Canarias. Pero, a la vez,  los prisioneros de guerra ingleses y aliados que conseguían escapar, confiaban que estarían a salvo una vez cruzada la frontera entre la Francia ocupada y España.
 
          Gran Bretaña también había puesto sus ojos en las Islas Canarias, porque su posesión, unida a la del resto de las islas atlánticas, aseguraría el completo control del Atlántico por parte británica. Churchill dio el visto bueno a la “Operación Puma”, el nombre en clave que después cambiaría a “Operación Pilgrim” con ese objetivo. Pero este Plan, como el de Hitler, nunca se llevó a cabo, especialmente después de los éxitos aliados en el Norte de África y de que la amenaza contra Gibraltar desapareciera.
 
          Las Islas Canarias fueron un semillero de espías durante las dos guerras mundiales. Quizás la historia de espías en Tenerife más extraña se remonta a la Primera Guerra Mundial, cuando un antropólogo alemán, Wolfgang Kohler, instaló su residencia y un laboratorio en el Puerto de la Cruz, a fin de estudiar los hábitos de los primates. Pero, como todo el mundo sabe, no hay primates en las islas, de manera que la tapadera de su historia era, cuando menos, bastante débil. Además, algunos habitantes del Puerto de la Cruz informaron que desde el mar enviaban señales los submarinos, señales que eran contestadas desde la casa de Herr. Kohler. Sin embargo, su libro, publicado en 1917, sobre los nueve chimpancés que importó, se convirtió en un clásico del tema.
 
          Durante la Segunda Guerra Mundial, y para oponerse a quien pudiese ser el enemigo, Tenerife tuvo que protegerse a sí misma, y eso significó la construcción de obras defensivas La isla se convirtió en una fortaleza que contaba, entre otras cosas, con once baterías de costa fuertemente artilladas. Donde lo permitían las condiciones topográficas, las baterías se componían de tres partes: la batería de cañones propiamente dicha que se situaba en el nivel más bajo; un proyector, que  se situaba en el nivel intermedio, y el puesto de mando en el nivel superior.
 
          Estos detalles llegaron a conocimiento de cierto inglés, que un día fue llevado a una de esas instalaciones “en algún lugar de Tenerife” no muy alejado de Santa Cruz. Junto a sus anglófilos informadores, a los que llamaremos “Miguel” y  “Carlos”, tras subir por un empinado camino, descendieron unos metros por una pedregosa pendiente y, tras rodear unos peñascos, recorrieron un corto pasillo que dirigía a una red de habitáculos y pasadizos excavados en la cumbre de la colina y forrados con cemento para crear un gran bunker. Después de bajar por un sinuoso tramo escalonado, con un cuerpo de guardia a un lado, el pasillo pasaba por un dormitorio y llegaba a un vestíbulo que daba paso a una estación telefónica y un comedor por una parte y a un pequeño observatorio por la otra. En el centro de éste aparecía una columna sobre la que se montaba un telescopio, que a través de una mirilla, casi invisible desde el exterior, podía divisar una amplia extensión de mar y cielo hacia el Este, de manera que cualquiera que se acercase, amigo o enemigo, sería detectado y seguido. En lugar destacado había un armero para fusiles con capacidad para 17 armas. Los fusiles se utilizarían tan solo como último recuso, casi una medida suicida, porque si el enemigo había penetrado en la isla y llegado tan cerca del bunker como para suponer una amenaza para éste, ello significaría que habían conseguido estar en clara ventaja en Tenerife y la única esperanza para los 17 hombres consistiría en retirarse a las montañas e iniciar una guerra de guerrillas.
 
Bunker Alastair Custom
 
El "espía" y sus "informadores" en el bunker
 
         
          Con el fin de enviar la información a Inglaterra, el agente británico anotó cuidadosamente la situación y características de la posición, pero ese conocimiento llegó demasiado tarde para ser de alguna utilidad…  porque cuando me lo mostraron, la guerra había terminado hacía más de setenta años.
 
          (Para una completa descripción de las defensas de  Tenerife en la Segunda Guerra Mundial, recomiendo el libro Aportaciones a la historia de la defensa de Tenerife en la Segunda Guerra Mundial, de Emilio Abad Ripoll y Juan Antonio Castro Martín. Ediciones Idea, 2013.)
 
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