Vida y obras de Bartolomé Antonio Méndez Montañés

 
Por José Manuel Ledesma Alonso  (Publicado en La Opinión el 14 de octubre de 2018).
 
 
 
          Bartolomé Antonio Méndez Montañés nació en la calle de La Marina de Santa Cruz de Tenerife en 1714, y falleció en Candelaria en 1784. 
 
          Aunque tenía su propia vivienda en la plaza de la Pila, frente al palacio de Carta, los últimos años de su vida los pasó en compañía de la familia Carta pues, además de ser compadres, eran socios de las empresas que ambos poseían, motivo por el que los hijos de Matías Carta heredaron todos sus bienes.
 
          Síndico Personero -Representante del Común de los Vecinos-, Alcalde del Agua, Capitán del Regimiento de Forasteros, Castellano Perpetuo de la Fortaleza de Candelaria, gran benefactor del convento y templo de la Virgen de Candelaria, y de la iglesia de la Concepción de Santa Cruz, a la que le regaló, entre otras cosas, el espectacular altar de espejos que se utilizaba durante los descansos de la procesión en la octava del Corpus. Fue uno de los más importantes comerciantes y navieros de Santa Cruz que se enriqueció en el negocio de la carrera de Indias. 
 
          Adquirió un extenso solar en los Llanos de Regla, donde construyó almacenes y secaderos de pescado para las capturas que sus barcos realizaban en las costas africanas, siendo el impulsor de la primera industria relacionada con la mar, la de salazón de pescado. En 1784, estos locales serían arrendados al Cabido para que fueran utilizados como Lazareto de cuarentena, durante las etapas epidémicas que sufría Santa Cruz.
 
          Junto con Matías Carta, apoyó al comandante general Miguel López Fernández de Heredia en su proyecto de construcción del primer muelle de Santa Cruz.
 
          Personaje de reconocida ilustración, crearía escuelas de primeras letras para erradicar el analfabetismo, pues de los 1.000 niños que había en Santa Cruz sólo 70 asistían a las clases que se daban en los conventos de Santo Domingo y San Francisco.
 
          Poseía gran cantidad de objetos científicos,  que sus coetáneos no dudaban en tildar de museo, entre los que había un microscopio que había comprado en Londres en 1754, esferas terrestres, aparatos de física y otros objetos curiosos, los cuales fueron pasto de las llamas en el incendio ocurrido el 28 de septiembre de 1784, en un cuarto bajo, donde se vendía madera en la calle de El Sol, y que carbonizó 31 casas y dejó arruinadas otras 22. Un poema de la época daba cuenta de ello: 
 
                    "De Montañés el célebre museo / con sus curiosidades escogidas / fruto de sus desvelos y su orgullo / fueron despojos de flamante pira."
 
          Bartolomé Antonio Méndez Montañés regaló a la Ciudad dos monumentos escultóricos para ornamentar la plaza Mayor: el Triunfo de la Candelaria y la Cruz de mármol,  actualmente en la plaza de la Iglesia. 
 
1930. Triunfo a la Candelaria 1930 Custom
 
Triunfo de la Candelaria  (1930)
 
         
          El Triunfo de la Candelaria, obra escultórica que simboliza la aparición de la Patrona de Canarias y la posterior conversión de los Menceyes Guanches, fue colocada en la plaza de la Pila (La Candelaria) de Santa Cruz, en 1768. Estaba cercado con rejas, según la moda de las plazas decimonónicas.
 
          El monumento, de 11 metros de altura, modelado en Génova con mármol de Carrara por el escultor Pascuale Bocciardo, de estilo neoclásico, aunque la Virgen tiene trazas góticas, está levantado sobre una base cuadrada en la que descansa un soporte de forma octogonal, con volutas y finos adornos florales de mármol, que reciben una pirámide que corona el Triunfo de la Candelaria. El costo de esta magnífica obra de arte ascendió a la suma de 150.000 pesetas.
 
          En el soporte hay cuatro estatuas de mármol, de tamaño natural, que representan a los menceyes de Icod, Daute, Abona y Adeje. En la base había cuatro Puttis tallados en mármol, cabalgando sobre delfines. Estos niños desnudos y alados en forma de Cupido, que representaban las cuatro estaciones, fueron eliminados durante las obras de acondicionamiento que se realizaron en 1825, debido a que unos oficiales de la fragata británica Boadicea rompieron a sablazos dos de estas esculturas y mutilaron otra. Aunque el Alcalde les multó con cincuenta duros, la fechoría volvería a repetirse en 1965, cuando varios marinos ingleses, ebrios, volverían a trepar por el monumento, derribando las esculturas y causando desperfectos en el rostro de uno de los menceyes.
 
          En los cuatro laterales del prisma que soporta el obelisco podemos leer estas cuatro inscripciones: 
 
               a) Esta sacra pirámide se erige monumento de cristiana piedad para eterna memoria de la aparición de Candelaria, Imagen de María Santísima cuyo Sagrado busto adoraron en esta isla los gentiles, 104 años antes de la predicación del Evangelio.
 
               b) Los conquistadores la aclamaron Patrocinio especial de Tenerife. Los isleños Patrona general de las Canarias. Su templo es frecuentado, sus milagros continuos. Adórala que es imagen de aquella Augusta Madre de Dios que por los hombres se hizo hombre. 
 
               c) Los regios sucesores de Tenerife, coronados de flores y trayendo por cetros majestuosos las áridas canillas de sus padres, reverenciaron oculto numen en esta santa imagen, vieron la luz de Dios entre las sombras, y la invocaron en todas sus conquistas. 
 
               d) A expensas y cordial devoción del capitán D. Bartolomé Antonio Montañés, castellano perpetuo del castillo real de la marina de Candelaria, año de Nuestro Señor Jesucristo MDCCLXXVIII, el 10 del Pontificado de Ntro. Ssmo. Padre Clemente XIII y el noveno de la proclamación en Madrid de Nuestro Católico Rey y Señor D. Carlos III.
 
         A lo largo de los años, el monumento ha recibido varias reformas y cambios. En 1863, el arquitecto Manuel de Cámara y Cruz, para darle más vistosidad, cortó la pared del muro pegado al Castillo y colocó una escalinata con barandas que pavimentó con losa chasnera. En 1929, tras desaparecer el castillo de San Cristóbal, el arquitecto José Blasco redujo el espacio central de la plaza, trazó a su alrededor calzadas laterales para que pudieran circular y aparcar los vehículos y lo dejó en el estado en que se encuentra actualmente.
 
          Como el Triunfo de la Candelaria era el primer monumento escultórico que los viajeros encontraban al llegar al puerto de Santa Cruz, en la literatura de viajes encontramos interesantes relatos escritos por visitantes ilustres, dando fe del esplendor alcanzado por Santa Cruz en este siglo.
 
          En junio de 1799, Alexander von Humboltd, alemán de formación Universal, comenta: “Tiene un famoso monumento de mármol de Carrara, de treinta pies de alto, dedicado a Nuestra Señora de Candelaria”.
 
         En noviembre de 1800, Gérard Milbert, naturalista y dibujante francés, relata: “En la plaza de la Pila hay un gran obelisco de mármol blanco, coronado con una imagen que representa la Virgen que tiene al niño Jesús en sus brazos. Otras cuatro figuras, también de mármol blanco, situadas en los cuatro ángulos, simbolizan unos reyes guanches coronados con laurel; cada una de estas figuras, en lugar de un cetro tiene el fémur de su antepasado más virtuoso. Ha sido encargado y ejecutado en Génova y su altura es de unos treinta piés (9,14 m). Se dice que este monumento quiere perpetuar una tradición relativa a un acontecimiento milagroso. Según esta tradición, hace 400 años, los reyes de Güimar fueron advertidos por unos pastores de la presencia de una mujer, cuyos rasgos radiantes anunciaban una divinidad, y se trasladaron al lugar indicado en Candelaria. Uno de los reyes, para comprobar si era una mujer o una diosa, tomó un cuchillo y se dispuso a cortarles los dedos; cual sería su sorpresa y dolor al comprobar que se había mutilado su propia mano. Otro, habiendo cogido una piedra para lanzarla contra ella, perdió de repente el uso del brazo”.
 
          En septiembre de 1826, Dumont D´Urbille, naturalista y explorador francés, escribe: “En la plaza más bella de las tres que tiene Santa Cruz, se encuentra la estatua de Nuestra Señora de Candelaria, sobre un obelisco de mármol blanco y, en cada uno de los cuatro ángulos del pedestal, se ven los cuatro últimos reyes de la nación Guanche que gobernaban antiguamente en la isla de Tenerife, con las sienes ceñidas de laurel, y en actitud de arrobamiento, elevando al cielo el hueso de un muslo humano. Una inscripción atribuye a la intervención de la Virgen la destrucción de aquel pueblo labrador y guerrero”. 
 
          En noviembre de 1837, Willian Wilde, Médico y escritor inglés, certifica: “La ciudad de Santa Cruz es limpia. En el centro hay una plaza bonita, la plaza de la Constitución. En ella está la célebre estatua de la Virgen de Nuestra Señora de Candelaria, de buena ejecución y de fino mármol de Carrara. Es conmemorativa de su aparición en 1932. No pude averiguar porque los cuatro reyes guanches que están situados como soportes del pedestal llevan cada uno un fémur en sus manos. Sólo uno de los reyes guanches disfruta de su nariz, las otras tres se pueden encontrar en la colección de curiosidades de nuestros guardias marina, quienes, como se podía esperar de esa gente, no podían dejar pasar la oportunidad de hacerse notar”.
 
          En septiembre de 1883, Olivia Stone, escritora irlandesa, resalta: “En la parte baja de la plaza hay un monumento erigido por los españoles para conmemorar su victoria sobre los guanches, gracias a la traición de cuatro reyes guanches. Está formado por una columna de mármol de Carrara, coronada por un Virgen y el Niño, en la base aparecen cuatro figuras de tamaño natural de los reyes traidores mirando hacia arriba. Bajo los reyes hay cuatro querubines”.
 
          Bartolomé Montañés también regaló a su ciudad natal la Cruz conocida por su apellido, puesto que el Lugar y Puerto, denominado Santa Cruz, no tenía expuesto al público ningún símbolo epónimo que simbolizara dignamente el apelativo de esta población.
 
1860. Plaza de la Candelaria 1860  Custom
 
La Plaza de la Pila (1860) con la Cruz de Montañés en su parte alta
 
         
          La Cruz de Montañés, realizada en mármol en los talleres de Salvador de Alcaraz y Valdés, en Málaga, fue colocada sobre un pedestal, en grada del mismo material, en la parte alta de la Plaza de la Pila (La Candelaria). En su base podía leerse: “A devoción y expensas de D. Bartolomé Antonio Montañés, capitán de forasteros y síndico personero de este puerto de Santa Cruz de Tenerife. Año de 1759”.
 
          Cuando en 1929, se llevó a cabo la remodelación de la citada Plaza,  entonces llamada de la Constitución, la Cruz de Mármol fue trasladada a la plaza de San Telmo, en el barrio del Cabo, encargándose del desmontaje y de la nueva instalación el escultor Francisco Granados.
 
          Con la apertura de la calle Bravo Murillo y consiguiente desaparición de la plaza de San Telmo, este sagrado símbolo fue a parar a su actual emplazamiento, la Plaza de la Iglesia, junto a la parroquia matriz de Ntra. Sra. de la Concepción, en un espacio ajardinado, rodeada de una verja metálica. 
 
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