Francia, modelo de reconocimiento a sus ilustres ciudadanos

 
A cargo de Ana María Díaz Pérez (Conferencia pronunciada en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife en la conmemoración del Día Nacional de Francia, el 14 de julio de 2016 y publicada en versión resumida en El Día / La Prensa el 27 de agosto de 2016).
 
 
 
          Es un inmenso honor y satisfacción que el Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife y la Alianza Francesa hayan delegado en mi persona el responsable cometido de participar en el acto de celebración de la Fiesta Nacional de Francia, deferencia por la que deseo expresarles públicamente mi más sincero agradecimiento. 
 
        Hoy, 14 de julio de 2016, se conmemoran 227 años de una efemérides que abrió las puertas a la emancipación de los seres humanos. La France, una gran nación que ha demostrado infinita gratitud a sus personajes, con el fin de enaltecer su patriotismo, al recordar la memoria de sus políticos, de sus científicos, de sus literatos, de sus artistas, de sus músicos, y de tantos otros, por haber sido un referente en determinados escenarios.
 
          Indiscutiblemente, el pasado del Estado galo es glorioso, partiremos, pues, de un hecho histórico tan trascendental como la Revolución Francesa, que dio paso a un proceso político, social y económico, cuyo resultado, como es sabido, fue  la abolición del Antiguo Régimen y, en consecuencia, la proclamación de la Primera República del país, haciéndose eco este acontecimiento revolucionario en distintos países europeos mediante las posteriores Revoluciones Liberales.
 
         Esas ansias comunes que se resumían en el sufragio universal y en la soberanía popular las supo plasmar Eugène Delacroix en  su  obra La Libertad guiando al pueblo, una alegoría representada en una figura femenina, con el gorro frigio y los senos al descubierto, que guía al pueblo enarbolando la bandera tricolor, a partir del asta, azul, blanca y roja,  al tiempo que entraña los ideales revolucionarios de 1789, es decir, la libertad, la igualdad y la fraternidad. La mentada enseña, que surgió a raíz de este insurgente acontecimiento, se convertiría en el distintivo vexilológico de los franceses. Este óleo, del citado pintor romántico, de pincelada suelta, de tonalidades oscuras que contrarrestan los colores de la oriflama, pleno de vigorosidad y movimiento, que narra las parisinas jornadas revolucionarias de 1830, las cuales provocaron el derrocamiento del último borbón francés, el monarca Carlos X, se ha considerado el exponente de la solución al sometimiento y el prototipo de la sublevación. Cada cual demostraba su patriotismo con los medios a su alcance, así pues, Delacroix afirmó: “He emprendido un tema moderno, una barricada, y si no he luchado por la patria, al menos pintaré para ella.” Por todo lo que encierra, esta tela se custodia en el establecimiento museístico más conocido de Francia y uno de los más visitados del mundo, el Museo del Louvre, incluso la última vivienda del genial artista  permite efectuar al público un recorrido por su taller y su jardín, al tiempo que  admirar  sus numerosos objetos y pinturas. En definitiva, toda una prueba de estima para el que fuera el autor de tan significativo lienzo, que le valió la más alta condecoración francesa, la Legión de Honor, instituida por Napoleón I.
 
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La Libertad guiando al pueblo de E. Delacroix  (Fotografía El Día / La Prensa)
 
 
          No obstante, una vez configurado el marco histórico, que abarcará desde el referido levantamiento multitudinario de finales del siglo XVIII hasta la actualidad, concentrémonos en la manera en la que los ilustres hijos de la Patria han sido inmortalizados por medio de manifestaciones de diversa tipología.
 
          En verdad, el catálogo de esos renombrados protagonistas franceses es extenso, motivo por el que hemos elegido al azar a algunos entre los que gozan de mayor difusión a nivel mundial.
 
        El destino de las personas es susceptible de modificaciones, hasta el punto de cambiarles la vida, y con ello la de pertenecer a un país o a otro. Este es el caso de Napoleón Bonaparte, quien nació Córcega en 1769, tan solo un año después de que Francia comprase la isla a la República de Génova, de modo que posteriormente sustituyó su nombre italiano Napoleone di Buonaparte por el afrancesado Napoléon Bonaparte. 
 
          Con opiniones contradictorias acerca de su personalidad y de sus actuaciones, según vengan de sus partidarios o de sus detractores, lo que no se puede poner en duda es que Napoleón, con sus éxitos y sus derrotas,  luchó a favor de Francia, y la respuesta de la Nación a sus gobiernos y a sus victorias bélicas fue repatriar, en la fragata La Belle Poule, sus restos mortales desde la isla de Santa Elena, en donde había fallecido en 1821, a los 51 años de edad, y, tras acercarlos a la capital francesa, depositarlos en una amplia construcción de estilo barroco, Los Inválidos. Este complejo arquitectónico, pensado por el Rey Luis XIV en el siglo XVII con la intención de albergar a los heridos de guerra, de ahí su título, fue proyectado por los arquitectos Bruant y Hardouin-Mansart. Los trabajos se prolongaron durante más de una treintena, incluyendo el recinto religioso que data de principios del Setecientos. Bajo la espectacular cúpula se observa una cripta circular, obra del arquitecto de origen italiano Louis Visconti, desde cuyo piso superior, que obliga a inclinar la cabeza como si de rendirle honores se tratara aún después de muerto, puede admirarse, en el centro, la tumba del aguerrido militar, un sarcófago realizado en pórfido rojo de Rusia sobre una base de granito verde procedente de la cadena  montañosa francesa de Los Vosgos. Paradojas del destino, las cenizas del afamado Cónsul se guardan en un sepulcro cuyo material fue traído de la tierra en la que perdió una de sus más sonadas campañas, la rusa. Alrededor de la mentada pieza funeraria se yerguen doce estatuas que simbolizan los triunfos del que fuera emperador de los franceses, mientras que  las paredes de la galería, abierta a las espaldas de la docena de efigies, muestran relieves alusivos a las estructuras gubernamentales napoleónicas. Magnífico mausoleo dedicado a este general, una prueba más de que Francia es agradecida.
 
          El incansable dirigente ha estado presente en el pueblo francés a los largo del tiempo, tanto es así, que en estos instantes revolotea en nuestros más gratos recuerdos la visita  que, hace ya bastantes años, realizamos las alumnas de bachillerato del Colegio de la Pureza de María de esta urbe al lujoso trasatlántico France de la mano de nuestro querido profesor de francés monsieur Jean Dekany, que, con su acento galo, no solo nos enseñó el idioma y la cultura de su país natal, sino también nos instruyó en los buenos modales; un visitante que se quedó entre nosotros y formó una familia, difundiendo las señas de identidad francesas en Tenerife y sintiéndose tinerfeño sin olvidar sus raíces, lo que lo ha hecho merecedor, aparte de otras recompensas que obran en su poder, del infinito aprecio de los santacruceros. En el interior de aquel enorme barco había tiendas,  salones dotados de pistas de baile, etc.,  y al borde de una de ellas un par de maniquíes que representaban a Napoleón junto a su amada Josefina. En resumen, una verdadera ciudad flotante, con dos  míticos pasajeros a bordo, que nos sorprendió por su fastuosidad.
Francia es generosa y una demostración de esa generosidad la tenemos en La Liberté éclairant le monde (La libertad iluminando al mundo), más conocida por la  Estatua de la Libertad, efigie con la que los franceses obsequiaron, (1886), a los estadounidenses, cuando era el presidente americano Cleveland, con el fin  de que conmemorasen los primeros cien años de la Declaración de su Independencia y en señal de afinidad entre ambas naciones. La idea de esta dadivosidad fue del político galo Laboulaye y en su ejecución intervinieron tres hijos de la Patria: el escultor Bartholdi, autor de la efigie, el ingeniero Eiffel, que llevó a cabo la férrea estructura interna y quien sería luego el autor del emblema de París, la Torre  de su apellido, y el arquitecto Viollet-le-Duc, quien eligió los cobres para la realización del colosal regalo, monumento que se convirtió en el símbolo de los Estados Unidos y que recuerda a una diosa clásica que luce una corona de siete puntas alrededor de la que se abren vanos, mientras levanta  una antorcha en llamas con su mano derecha y sujeta con la izquierda la tablilla de la ley con la inscripción en números romanos de la fecha del citado hecho histórico, esto es, 4 de julio de 1776, del que ya han pasado 240 años.
 
          En otras ocasiones, los descubrimientos de personas originarias de otros territorios europeos constituyeron méritos para Francia. En este contexto, otra  figura de renombre universal es la polaca María Sklodowska, o lo que es lo mismo, Marie Curie, una acreditada científica que se estableció en la Ciudad de la Luz en 1891 y adquirió la nacionalidad francesa. Hace unas semanas el catedrático de Fisiología de la Universidad de La Laguna el Dr. Más García evidenciaba, por medio de imágenes, en una interesante y didáctica conferencia que el cerebro de los hombres y de las mujeres es semejante en casi todo y diferente en muy poco. Sumergiéndonos en la Historia y totalmente apartados de exacerbados ánimos en uno u otro sentido, lo cierto es que, en aquella época en la que la humanidad estaba dominada por el género masculino, Marie, una fémina inteligente, hubo de soportar varios rechazos sencillamente por ser mujer. 
 
Madame curie Custom
 
 
Madame Curie  (Fotografía El Día / La Prensa)
 
          Fue la primera dama en recibir el Premio Nobel de Física en 1903, la primera, en ocupar distintos puestos y también fue miembro de varias academias europeas. En 1911 la Academia de Ciencias sueca le concedió el Premio Nobel de Química por el descubrimiento de los elementos radio y polonio, convirtiéndose en adelante en la primera persona en estar en posesión de dos Premios Nobel. En 1922 ingresó en la Academia Francesa de Medicina, tras haber sido rechazada con anterioridad, simplemente, insistimos, por su condición femenina. Madame Curie vivió enfrascada en la ciencia, y es probable que la enfermedad que le produjo la muerte  se debiese a su exposición a los rayos X durante su trabajo, siendo inhumada en el cementerio de Sceaux, al sur de París, pero nunca es tarde para destacar la ingente y trascendente labor de una investigadora que recibió prestigiosas distinciones en nombre de Francia, por lo tanto, ya casi finalizando el siglo XX, en 1995, el entonces presidente de la República que más tiempo ha permanecido en el cargo -catorce años-, François Miterrand, manifestó, y cito textualmente: “quien había sido la primera mujer en ser doctora en Ciencias, profesora en la Sorbona y también en recibir un Premio Nobel, lo era nuevamente al reposar en el famoso Panteón de París por sus propios méritos”. De este gesto se desprende un signo más de la gratitud francesa. 
 
          Si nos atenemos a lo sucedido a la Sra. Curie, afortunadamente, la mentalidad del siglo XXI en cuanto a la mujer ha ido cambiando y ahora las Academias cuentan entre sus componentes con muchas académicas, sirva de ejemplo en Canarias la  Dra. Fraga González, brillante catedrática y excepcional investigadora universitaria, que estrena la sección de numerarios de escultura de la Real Academia Canaria de Bellas Artes de San Miguel Arcángel de Santa Cruz de Tenerife  y ha sido Vicepresidenta de la Alianza Francesa. Hemos de hacer hincapié en que esta francófona fundación, que ha sido galardonada con la Medalla de Oro de esta Ciudad, bajo la sobresaliente presidencia del Dr. Castro Brunetto, ha cumplido más de medio siglo en Santa Cruz, divulgando la lengua y los rasgos de identidad de su país, lo que supone tener una fracción de Francia en Tenerife que debemos seguir conservando y fomentando con las buenas directrices de su nuevo presidente, el Sr. Afonso González, arropado por los abnegados componentes de su Comité.
 
          De otra parte, en ese contexto de la paridad académica, tenemos un claro paradigma -continuando en nuestro Archipiélago- en la mentada Real de Bellas Artes, extraordinariamente dirigida por una erudita y eficiente dama, la Dra. Álvarez Martínez, que, con la labor heredada de diez predecesores en el cargo, todos caballeros, ha llevado a la Institución a sus más altas cotas de prestigio, sin olvidar a la Real Academia de Medicina de Santa Cruz de Tenerife, de cuyo seno, desde fechas recientes, forman parte de su nivel de miembros numerarios dos señoras apasionadas de la Ciencia Médica: las doctoras Vázquez Santos y Cruz Díaz, imprimiéndole de esta suerte aires de modernidad.
 
         Centrémonos ahora en el reverso de la moneda. Algunos viajeros oriundos del país galo se establecieron en tiempos pretéritos en  nuestra geografía insular, integrándose e involucrándose de tal manera en nuestra sociedad que llegaron a sentirse canarios y a ser considerados como tales, prueba de que los isleños sabemos corresponder al legado cultural y afectivo de sabias personas foráneas, algo que nunca se puede pagar ni tan siquiera con el obsequio de máximo valor crematístico, por la sencilla razón de que la inteligencia y el verdadero cariño jamás pueden comprarse.
 
          El primero que viene a nuestro pensamiento es el renombrado Sabin Berthelot, quien quiso vivir y morir entre nosotros. En esta ocasión, desempeñamos el papel, en la medida de nuestras posibilidades, que desarrolló Francia con sus compatriotas aquí citados, pues, en general, la idiosincrasia canaria se caracteriza por ser amable, hospitalaria y afectuosa con los extranjeros y ha sabido valorar a este insigne visitante,  tanto es así, que se ha convertido, quizás, en el canario de sangre francesa más ejemplarizante en nuestras Islas, de modo que por el extraordinario conjunto de su obra etnográfica, antropológica, histórica y botánica el insigne naturalista da título a un instituto de educación secundaria, a lo que se añade el nombramiento de Hijo Adoptivo de la Ciudad concedido  (1876)  por el Ayuntamiento santacrucero, y la celebración de un homenaje, organizado por el IECan, dirigido en aquel entonces por el eminente catedrático Dr. Wildpret de la Torre, al cumplirse (1980) el centenario del fallecimiento del que fuera Cónsul de Canarias con una exposición en el Museo de Bellas Artes de esta capital, de igual forma que una planta ornamental y una pequeña ave fueron registradas, al objeto de perpetuar a este estudioso marsellés, con la denominación científica de Lotus Berthelothii y Anthus Berthelothii, respectivamente. Por último, la Corporación Municipal de esta ciudad resolvió dedicarle una neurálgica vía pública, la cual nos encamina desde el tramo final de la calle de El Castillo a la recoleta plaza de Ireneo González y, una vez allí, hasta el antiguo edificio que albergó la Escuela de Artes y Oficios, necesitado de una urgente rehabilitación y en el que esperemos que, en no demasiado tiempo, podamos ver reunidas en esta emblemática construcción a tres Academias, a saber:  la de Medicina y  la de Ciencias, acompañando a la de Bellas Artes, esta última, establecida en el inmueble desde hace unos años, y en la que, en  palabras del Académico Supernumerario y experto musicólogo Dr. Siemens Hernández, “subyace  una cultura heredada de la bien acrisolada Academia francesa de la Ilustración.” Estimamos que ha sido una lúcida decisión por parte de las Casas Consistoriales en las que nos encontramos, objetivo que cuando llegue a su término constituirá un espléndido logro. 
 
         Regresando a Francia con nuestra imaginación, la relación de autores seleccionada incluye algunos nombres más, y la respuesta a sus aportaciones fue siempre descollante, testimonio de ello, es que cuando dejó de existir Víctor Hugo (1885) , el ataúd con los restos mortales de uno de sus más excelsos literatos, creador de la novela Los Miserables, fue expuesto durante la noche bajo el Arco de Triunfo portando crespones negros, significativo espacio en donde fue velado, otorgándosele, de acuerdo con algún biógrafo, honras fúnebres de Estado y siendo inhumado en el Panteón de París, sin obviar que en el rótulo de una de las doce avenidas que confluyen en el citado monumento triunfal se lee su nombre.
 
          Mas el reconocimiento en grupo es otra de las formas de honrar a sus paisanos.  En la segunda mitad del Ochocientos irrumpió una nueva corriente pictórica, siendo muchos los artistas que la siguieron, por lo que, para concentrar sus obras en un mismo lugar, resolvieron acondicionar, respetando los planos de su arquitecto, Laloux, la antigua estación ferroviaria d´Orsay (1900) y cuya fachada sobre el Sena, de marcada horizontalidad, ofrece una hermosa estampa desde el río, con el propósito de transformarla en el museo de idéntica denominación, que, tras  abrir sus puertas en 1986, guarda la mayor colección de impresionistas y postimpresionistas del mundo. Aquí cuelgan obras de Degas, Monet, Renoir, Cézanne, Toulouse-Lautrec, Gauguin, entre otros. Todo un tributo de Francia a este conjunto de pintores consagrados a aquella innovadora técnica.
 
          Ya en el siglo XX, a la parisina plaza de L´Étoile se le cambio el nombre por el de uno de sus mejores estrategas, combatiente en la Primera y la Segunda Guerra Mundial y proclive al Mercado Común, actual Unión Europea, Charles De Gaulle, que también distingue al aeropuerto de la capital francesa de mayor afluencia de pasajeros, así como a un portaaviones de la Marina Nacional. Hoy podemos admirar su imagen, que modeló Jean Cardot en el año 2000,  en una escultura de bronce ubicada en pleno corazón de París, frente al Grand Palais y Les Champs-Élysées, en la que contemplamos al que fuera Presidente de la República a lo largo de una década, de 1958 a 1969, con uniforme militar, con la cabeza erguida y en posición de marcha con los brazos al ritmo de su  ágil y decidido paso.
 
          Avanzando en el tiempo llegamos a la década de los setenta. Pompidou es el único presidente de la República Francesa que ha fallecido durante su mandato (1974). Un dirigente profundamente preocupado por la difusión del arte, siendo el reflejo de ese interés el  inició de los trabajos de un centro artístico, para cuyo diseño se aunó la creatividad de dos arquitectos italianos, la de Renzo Piano y la de Richard Rogers, este último de ascendentes británicos. Inaugurado en 1977, y a título póstumo, se le denominó Centro Nacional de Arte y Cultura Georges Pompidou. Su exterior está conformado por elementos metálicos propios de la corriente High-Tech, por lo que los parisinos lo llaman comúnmente “La fábrica de gas” -podemos dar fe de esa similitud-, mientras que su interior dedica uno de sus espacios a la exposición de piezas contemporáneas, considerado por algunos críticos como el más importante del mundo. Los franceses tuvieron en cuenta que gracias a este dignatario poseen un recinto tan llamativo, por su continente y contenido, que hicieron justicia al distinguirlo con su nombre.
 
          Con la próxima figura cerramos esta breve pero entrañable nómina con la que no se ha pretendido otra cosa que evocar la extraordinaria sensibilidad francesa. Francia no solo estima a sus célebres habitantes cuando ya nos han dejado para siempre, sino también cuando aún gozan de su existencia, valga mencionar, por incluir a uno de los valores más cercano en el tiempo, a la cantante Mireille Mathieu, que por  su prodigiosa y peculiar voz que derrocha melodía en sus canciones, le valió el sobrenombre de “El Ruiseñor de Aviñón”, a lo que hay que añadir que su acusado estilo personal en el peinado creó una moda en la que las puntas del cabello se vuelven hacia la nuca y hacia el rostro, en tanto que el ahuecado flequillo cae sobre la frente. Todo un icono del siglo XX. Los años 60 y 70 fue su etapa de mayor esplendor y los gobernantes de la época eran conscientes de sus dotes para el canto, de manera que una estrella de  su categoría y de fama internacional no podía pasar inadvertida, lo que hizo de ella la embajadora perfecta de la Nación que la vio nacer, por consiguiente, fue enviada a Nueva York por los dirigentes franceses donde interpretó, ante Reagan y Miterrand, “La Marsellesa” en el bicentenario de la inauguración de la ya comentada Estatua de la Libertad. Por el potente y diáfano timbre vocal que desprendía su garganta con llamativo gorjeo, recibió la Legión de Honor. Este caso revela que el país continúa en la misma línea de apreciar los méritos, en cualquiera de los ámbitos culturales, de aquellas personas que sienten a su Patria en el corazón.
 
          Como broche final a nuestras palabras, solo nos resta decir que creemos firmemente que todos los protagonistas a los que nos hemos referido constituyen un claro ejemplo del amor a Francia, demostrado mediante sus respectivos quehaceres, a los que la Nación francesa ha correspondido afianzando su notoria huella con distintas acciones, porque no olvidemos que Francia es un destacado modelo de reconocimiento a sus ilustres ciudadanos.
 
            MERCI BEAUCOUP, MUCHAS GRACIAS, Y ¡VIVE LA FRANCE!
 
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BIBLIOGRAFÍA
 
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ARTICULOS DE PRENSA
 
- “Sentimiento mundial por la muerte de De Gaulle”. El Día, 11 de noviembre de 1970, pág. 24.
- “Colombey Les Deux –Eglises. A pesar de la sencillez deseada por De Gaulle”. El Día, 12 de noviembre de 1970, pág. 24.
- “Los restos de De Gaulle reposan ya en Colombey Les Deux –Eglises. Sencillez y majestuosidad en los funerales del Expresidente”. “Cien mil personas se reunieron en Colombey para decirle adiós a De Gaulle”. El Día, 13 de noviembre de 1970, pp. 23 y 24.
- “Pompidou será enterrado sin grandes solemnidades” “Hace más de 18 meses que Pompidou sabía que su vida estaba en peligro. Las instrucciones para sus exequias las dictó en el verano de 1972”. El Día, 4 de abril de 1974, pp. 23 y 24.
- “Cien años de la Estatua de la Libertad”. “Mensaje del Papa a Reagan por el centenario de la Estatua de la Libertad”. ”Espléndidos veleros descienden por el río Hudson rodeados de miles de barcos”.  El Día, 5 de julio de 1986, pág. 20.
- TORRES, Natalia: “Una casa para las Reales Academias”. Diario de Avisos, 10 de enero de 2016.
 
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