Adios, Luis
Por la Tertulia Amigos del 25 de Julio (Publicado en La Opinión el 7 de agosto de 2016).
Don Luis Cola Benítez (Foto La Opinión)
Ha muerto un hombre bueno, Luis Cola Benítez. Se nos ha ido en silencio, despidiéndose de una forma casi inadvertida de todos quienes hemos tendido la enorme suerte, y el honor, de haber sido sus amigos o de compartir con él algunos ratos de nuestras vidas. Sus recientes “Adiós, don Juan”, con un firme apretón de manos, o un “Gracias por tu amistad”, con sus ojos clavados en los del interlocutor, han sido suficientes para que ahora nos demos cuenta de que nos estaba saludando por última vez, con la misma sencillez que ha presidido su existencia.
Luis nos deja multitud de enseñanzas: su ya citada sencillez, la fidelidad a sus grandes amores: Luz, su esposa, sus Patrias, nuestras Patrias, la grande y la chica, y su Tete; su inquebrantable lealtad a los amigos; su gran capacidad de trabajo; su sentido de la obligación, del deber, de cumplir lo prometido, además haciéndolo lo mejor que sabía y que podía…
Para quienes junto a él nos embarcamos en la ilusionante tarea de creer que con el conocimiento de nuestra Historia nuestros convecinos amarían y respetarían más el solar en que nos ha tocado vivir, para la Tertulia Amigos del 25 de Julio, de la que fue fundador, Luis ha sido un Maestro. De él hemos recibido múltiples ejemplos de sabiduría y comportamiento; a él hemos acudido cuando en cualquier tema las dudas nos han asaltado o cuando hemos necesitado un consejo sensato; él ha sido el compañero ideal en los ratos de esparcimiento; por él, algunos que no nacimos aquí, hemos sabido mil y una cosas de los viejos tiempos de la Isla y la Ciudad; y en sus quince libros y sus centenares de artículos nos hemos empapado, y contagiado, de su amor a Tenerife y a Santa Cruz. Y aunque a veces en sus trabajos aparezcan críticas a la sociedad o a quienes la dirigen, siempre lo hizo con la educación y la caballerosidad que le vinieron de cuna y que tanto se echan de menos en tiempos de zafiedad y grosería.
Y como si hubiese sido un refrendo a su permanente empeño en que la Ciudad y la Isla reconocieran y valoraran, mucho más de lo que lo hacen, lo que supuso aquel 25 de julio de 1797, ha sido también un 25 de julio, pero de 2016, el último día en que Luis Cola pisó las calles de Santa Cruz. Aquella tarde, y encontrándose ya muy enfermo, bajó a pie desde su domicilio, cercano a la Plaza Weyler, a rendir homenaje junto al resto de tertulianos al general Gutiérrez en su busto ubicado en la confluencia de la calle que lleva el nombre del militar con la de Imeldo Serís. Luego, él y los demás nos trasladamos a la Iglesia de la Concepción, asistimos a los actos en el exterior y, ya dentro del templo, a la solemne misa y al responso al pie de la tumba del general Gutiérrez. Y acompañado por su esposa y su hermana, cumplido el deber de tertuliano y santacrucero, regresó a su casa. Así de simple y de ejemplar.
Y en esa misma línea, la familia del fallecido nos ha permitido remitir a La Opinión los dos póstumos trabajos de Luis: sus dos últimos Retales de la Historia, los números 276 y 277*, que, pese a sus difíciles últimas semanas, tenía ya dispuestos para enviar al periódico en una muestra más de cumplimiento con los compromisos adquiridos.
Para terminar, recordar que Luis contaba que una vez, siendo él un adolescente, su padre le dijo que tenía que dar muchas gracias a Dios por haber tenido la suerte de nacer en Santa Cruz de Tenerife. En justa correspondencia, nosotros opinamos que también Santa Cruz de Santiago de Tenerife tiene que estar agradecida y orgullosa de que Luis Cola Benítez haya sido uno de sus hijos, y que ese orgullo y ese agradecimiento deben plasmarse, de acuerdo con lo que se estipule en el Reglamento de Honores del Ayuntamiento, en un reconocimiento perpetuo a su persona y su obra.
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* El Retal 277 se publicará en La Opinión del próximo día 14 de agosto.