¡Júpiter! ¡Hércules! ¡Tigre! ¡Horrible! ¡Invencible! ¡Espanto!... y ¿Torpe?

 
Por Alastair F. Robertson  (Publicado en inglés en Tenerife News, núm. 553, el 17 de junio de 2016). Traducción de Emilio Abad.
 
 
          La lista parece una variación de la de los nombres de los siete enanitos, pero no es así, como comprobará si sigue leyendo.      
          Les ofrezco a los británicos algo que hacer en Tenerife aprovechando un día cualquiera. No podrá visitar antiguas vías de ferrocarril, o castillos o majestuosas casas porque no existen. Puede observar pájaros, si tiene suerte, o visitar iglesias por docenas, y hay parques con plantas exóticas, pero para hacer algo completamente diferente puede ir a localizar cañones. No tiene por qué ser el propio cañón el punto focal de interés, sino que el entretenimiento consiste en el todo, el conjunto, el llegar allí, el viaje, el encontrarlos. 
 
         En teoría, la guerra, como el crimen, tienen un interés morboso -mientras no nos afecten directamente a nosotros- de aquí la fascinación que ejercen las películas de crímenes en televisión, normalmente con dos o tres repulsivas y sangrientas muertes cada noche (“Los crímenes de Midsomer”)*. La guerra tiene su propia fascinación, y antes del siglo XIX era un asunto que se resolvía entre caballeros, con los dos bandos alineados en un campo de batalla, cuya localización se acordaba con antelación, dispuestos a atacarse mutuamente, algo así como un partido de rugby, pero sin balón; y la artillería de la época se fabricaba para ser tan mortífera como atractiva a la vista.  Los viejos cañones tiene aún un encanto estético, pues no son únicamente funcionales, sino también obras de arte con todo tipo de escudos heráldicos e impresionantes nombres, asignados para impresionar, como “Duque de Alba”, “Malacayo”, “El Júpiter”, “Hipomene”, “Hércules” o para aterrorizar, como “El  Horrible”, “El Invencible” y  “Espanto”. Todo era como para mojarte los pantalones si te estaban disparando, pero ¿cómo te sentirías si te cañonease “El Torpe”?  Podrías sentir la tentación de sonreír y hacerle burla, si es que yo no he dejado de entender algún matiz en la traducción del nombre en español..
 
          Pero imagínese formando parte de la dotación de artilleros de una pieza del siglo XVIII esperando el turno de asignaros a un cañón. Las aclamaciones se oirían para "El Horrible” (¡Hurra!), “El Invencible” (¡Hurra!), “El Espanto! (¡Hurra!), pero con “El Torpe”… bueno,  puedo escuchar las imprecaciones desde aquellos lejanos tiempos  (¡Jó, tíos, otra vez nos tocó “El Torpe”!). Sería el que tendrían destinado para los de reserva.
 
           Dos de los cañones tiene historias que contar, una magnífica bestia que es El “Hërcules” y el otro es “El Tigre”.
 
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El "Hércules" en el Museo Militar de Almeyda  (Santa Cruz de Tenerife)
 
          El “Hércules” llegó a Tenerife en 1567, cuando ya era algo mayorcito, pues había sido fundido el año 1547 en Mechelen, Flandes. El “Hércules” se asentó en un principio en la vieja fortaleza de Santa Cruz, y luego, en 1577, se trasladó al nuevo Castillo de San Cristóbal, donde permaneció hasta ser retirado del servicio en el siglo XIX. Trescientos años de actividad, con participación en varias acciones,  supone un buen historial.
 
         Uno de los incidentes más significativos de la vida del “Hércules” tuvo lugar el año 1657, cuando contribuyó a repeler un ataque de una escuadra británica mandada por el almirante Robert Blake. Blake trató de bloquear el puerto de Santa Cruz con objeto de apoderarse de la carga y los tesoros que transportaban barcos españoles que regresaban de América. Más o menos 50 años después, en 1706, El “Hércules” tomó parte en la defensa de la población frente a otro ataque británico, esta vez dirigido por el contralmirante Sir John Jennings.
 
          Finalmente, en 1840, el “Hércules” junto a otros cañones obsoletos de las Islas Canarias, pasó a formar parte de la colección del Museo de Artillería, en Madrid, donde permaneció algo más de 160 años. Ya en 2004, el Presidente del Cabildo Insular, don Ricardo Melchior Navarro, solicitó el regreso del “Hércules” a Tenerife por el significativo papel que había jugado en la historia de la isla. El Ministerio de Defensa español accedió a lo solicitado y el 25 de mayo de 2005 el “Hércules era trasladado al Museo de Historia Militar de Canarias, en Santa Cruz de Tenerife.
 
          Por si no lo sabe, el cañón más famoso de Tenerife es “El Tigre”, que puede visitar en el Castillo de San Cristóbal, bajo la Plaza de España, en Santa Cruz. No tan decorado como el “Hércules”, “El Tigre” es muy bonito. Le aureola la leyenda de que en 1797, un trozo de metralla disparada por “El Tigre” hirió a Nelson en el brazo, ocasionando su amputación. Sin embargo, un examen más profundo de la documentación demuestra que de hecho fue una bala de mosquete la que lo alcanzó en el codo, y la verdad es que nadie más de los que se encontraban apilados en la lancha fue herido por la metralla. Pero es una bonita historia.
 
          En otro lugar, los cañones de Garachico, como otros muchos en Santa Cruz, están herrumbrosos, con partes dañadas, y por lo general carecen de muñones. Son cañones extraídos del fondo del mar, Aún se están encontrando algunos en Santa Cruz, en los trabajos de excavación para la construcción de un túnel en el puerto, muy cercanos a la histórica línea de la costa y de la situación del viejo muelle. Pero, ¿cómo llegaron hasta allí esos cañones? ¿Fueron arrojados por la borda de los barcos cuando eran sustituidos por otros nuevos? ¿O los tiraron al mar desde las murallas de Castillo de San Cristóbal o desde la batería situada al final del muelle cuando se quedaron anticuados? ¿Pero por qué no los fundieron para reutilizar el metal? Quizás porque la calidad de éste no era muy buena; quizás porque era prohibitivo el coste del transporte para trasladar los viejos cañones a las fundiciones en la Península. En algunas ciudades del viejo continente los antiguos cañones se utilizan como norays, pero estos están demasiado corroídos como para ser atractivos.
 
          Si usted disfruta explorando y husmeando tranquilamente, la búsqueda de cañones está hecha a su medida. Sin embargo, le tengo que decir -de hecho, le aviso- que hay algo en Santa Cruz que consigue que se me revuelva un poco el estómago. Existen dos pequeños cañones junto a la capilla de San Francisco**, no lejos del maravilloso Auditorio, expuestos de una forma muy bonita, pero pintados del verde más bilioso que imaginarse pueda. No puedo mirarlos durante un rato sin sentir que yo también me pongo verde.
 
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Cañón en San Felipe (Puerto de la Cruz)
 
          Dejando esto aparte, y para su día libre, le daré algunas pistas acerca de donde encontrar cañones. Hay uno en Adeje, varios en Garachico, tres en la pequeña batería de San Juan de la Rambla (si el sendero esta abierto y sin problemas), bastantes en el Puerto de la Cruz y, naturalmente, muchos en Santa Cruz donde El Dorado de este asunto se encuentra en el Museo Militar de Almeyda. Y no es necesario cargar con bocadillos y termo porque uno de las grandes cosas de los días libres en Tenerife, excepto en el caso de San Juan de la Rambla, que comparativamente cae un poco lejos, es que siempre hay una cafetería cercana. ¡Diviértase!
 
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*En Gran Bretaña y otros países anglo parlantes, famosa serie televisiva de detectives .
 
** Se refiere el autor a la Ermita de Regla.
 
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