El primer observatorio (Retales de la Historia - 252)

 
Por Luis Cola Benítez (Publicado en La Opinión el 21 de febrero de 2016).
 
 
 
          Tenerife, con su mayor altitud del Pico Teide, llamó desde antiguo la atención del científico o del simple viajero curioso que daba por seguro que desde la cima del volcán, por su altura y la nitidez de su atmósfera, se favorecería la realización de observaciones imposibles a más bajos niveles. Herrera Piqué, que otorga a las Islas el título de “escala científica en el Atlántico”, presenta un catálogo de científicos, astrónomos o naturalistas que dedicaron especial atención al Archipiélago en el siglo XVIII. El primero que cita es el astrónomo y botánico padre Louis Feuillée.
 
          Feuillée era un reconocido científico y viajero en otras latitudes cuando la Academia de Ciencias francesa le envió a Canarias en 1724 al aceptar oficialmente Francia situar el primer meridiano en la parte occidental de las Islas Canarias. El P. Feuillée estableció su base en La Laguna, acogido por el cónsul francés Porlier, y sus estancias en Santa Cruz se limitaron a las necesidades del desembarco, recogida del instrumental transportado y posterior embarque.
 
          Lógicamente, al ser Santa Cruz la puerta y puerto de entrada a Tenerife, la estancia  de los viajeros en este primer punto de arribada era episódica o simplemente  anecdótica. Así ocurrió en la primera estancia del naturalista Baudin, cuya fragata la Bella Angélica, castigada por un temporal hasta el punto de no quedar apta para la navegación fue varada al través, participando su tripulación en la defensa frente a Nelson de 1797. En 1800 Baudin volvió a visitarnos en unión de otros naturalistas y, según narra el cronista Juan Primo de la Guerra, un astrónomo que le acompañaba “se dice haber practicado sus observaciones en Santa Cruz, haciéndolas de la torre u observatorio de la casa de Carta.” Sin duda que el torreón o mirador de la casa de la familia Carta en la entonces plaza de la Pila, que hoy casi pasa desapercibido, era uno de los puntos descollantes y de mayor altura de los edificios  civiles,  sólo  superado por las torres  de las  iglesias de la  Concepción y San Francisco.
 
          Comienza a hablarse de la creación de una “cátedra de Náutica o pilotaje”, que  tardaría años en ser realidad, y  que se  pretendía  establecer en  el  antiguo convento de San Francisco cuya cesión se solicitaba al Gobierno para diversos usos municipales, estudios  náuticos  que  indudablemente  llevarían  aparejados   los  relacionados  con  la meteorología. Por primera vez hay constancia municipal del interés por estas materias, cuando en 1885, siendo alcalde Lorenzo García del Castillo, la Sociedad Económica de Amigos del País de Santa Cruz le pide apoyo municipal a una instancia que acaba de elevar al Gobierno solicitando la creación de  “un observatorio astronómico en el Teide”, que se añadiera al Jardín de Aclimatación de La Orotava una escuela de Agricultura y crear una cátedra de árabe vulgar en la Escuela de Náutica. 
 
          Hacía 30 años desde que Charles Piazzi Smyth había realizado sus estudios científicos en el Teide, y sin duda que algún interés por los temas astronómicos y meteorológicos se había suscitado. En 1887 los concejales Izquierdo Azcárate, Ballester, Peraza y Fernández del Castillo presentaron una proposición para que el Establecimiento de 2ª Enseñanza se hiciera cargo de un observatorio meteorológico a instalar en los patios o en la torre de San Francisco, subvencionándolo con 1.000 pesetas para la instalación y 500 anuales para  su mantenimiento, lo que aceptó la dirección del centro, informando en octubre que había pedido a Francia, Inglaterra y Alemania catálogos de aparatos y acompañando croquis de la obra que sería necesaria. La instalación quedó terminada en abril de 1888, pero algo debió fallar puesto que a los pocos años, en 1903, el alcalde accidental Manuel de Cámara propuso la creación de una estación meteorológica en la azotea “del nuevo Palacio de Justicia” -actual Ayuntamiento-, estimándose en 2.500 pesetas el costo de los aparatos necesarios. El encargado de la estación, Juan Valderrama, comunicaba en junio que había comenzado a realizar las observaciones meteorológicas. Al fallecer Valderrama en 1912 se habla de suprimir el observatorio puesto que, se dice, “está a punto de instalarse uno en el Teide”, a lo que se oponía Juan Martí Dehesa por ser el único que aportaba datos de Santa Cruz, haciéndose cargo del mismo provisionalmente y de forma gratuita el ingeniero de Montes Sr. Menéndez hasta que se cubriera la plaza.
 
         Pero la instalación debía estar en horas bajas cuando en sesión municipal de noviembre de 1918 se acordó indagar sobre el paradero de algunos de los aparatos que habían desaparecido. Dos años después el Cabildo propuso instalar un observatorio meteorológico para la navegación aérea y trabajos de sismología y el Ayuntamiento cedió los aparatos que poseía sin renunciar a la propiedad, asignando una subvención de 2.000 pesetas, hasta que el Cabildo construyera el edificio prometido.
 
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